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El dilema Kennedy

Al analizar los años de la administración Kennedy, encontramos suficientes argumentos y motivos para que la ultraderecha norteamericana deseara eliminarlo. En tanto, conjuntamente con sus políticas de Guerra Fría y de agresión a Cuba, pretendió modernizar el imperio, de cara a la segunda mitad del siglo XX, tuvo. que enfrentar un conservadurismo nativo inmovilista que pretendía continuar las mismas políticas de principios de siglo, sin percatarse de que el mundo estaba cambiando y Estados Unidos no podía pretender una supremacía mundial, sustentada en una discriminación racial extrema.

El contubernio con las mafias cubanas existente en su país y las sangrientas dictaduras militares latinoamericanas; una concepción militar que dependía fundamentalmente de la amenaza nuclear, sin alternativas a otros disuasivos; sin una política exterior flexible, que condujera “el garrote y la zanahoria” discrecionalmente y, sobre todo, sin una estrategia coherente frente a la URSS, el campo socialista y los movimientos de liberación nacional que con sus luchas estremecían África, Asía y América Latina.

Liquidar aquellas políticas era imprescindibles, pensaba Kennedy, de cara a un nuevo reparto de mercados a escala planetaria que ya se vislumbraba, y en donde los Estados Unidos podían, con una estrategia más liberal y erradicando vicios y males que afectaban su sociedad, consolidarse al frente de los países capitalistas desarrollados y fortalecer su hegemonía al frente de los destinos de la humanidad.

De tal manera, ser hacía necesaria un cambio en la política, para la región del continente americano, pero al mismo tiempo difundiera, a través de sus poderosos medios, una imagen edulcorada y atractiva del imperio.

Las conversaciones con el gobierno soviético que pusieron fin a la Crisis de los Misiles en Cuba y luego los acuerdos en torno a la prohibición de las pruebas nucleares en el espacio el control de armamentos y el proyecto para reducir las bases militares norteamericanas en el extranjero, no podían agradar al complejo militar industrial y los grandes monopolios, las ventas de excedentes de trigo a la URSS, la negativa a la escalada militar en Vietnam y la correspondencia intercambiados con el premier Nikita Jruchev relativa a la coexistencia entre ambos bloques, sumando a las gestiones que desde inicios de 1963, se realizaron para explorar algún tipo de diálogo con Cuba, por solo citar algunos ejemplos.

Sin elementos que demuestran hacia que derroteros Kennedy encaminaba sus políticas, sin desistir en la derrota del socialismo y de los movimientos de liberación nacional de los países tercermundistas, solo que por otras vías.

En este sentido, la Alianza para el Progreso es un programa destinado a modernizar las estructuras ultraconservadoras políticas y económicas en América Latina, estremecidas por el triunfo de la Revolución cubana, era uno de sus objetivos, otras prioridades fueron la eliminación de la discriminación racial, en el país que pretendía ser cuna de la democracia y los derechos civiles, el desbalance en la exploración cósmica. Dos años antes los soviéticos habían circunvolado el planeta. Un eventual acuerdo de desarme con la URSS, sumando a otros para la prohibición de las pruebas nucleares en el espacio, el desarrollo de una nueva doctrina militar acorde con los tiempos, en otras cuestiones.

Ya para entonces la comunidad de inteligencia de inteligencia de Estados Unidos, en su lento proceso de metamorfosis, había dejado de responder a los intereses nacionales y la subordinación al ejecutivo, para devenir arma letal al servicio de los poderosos intereses económicos-financieros del país.

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