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ESPECIALES

Una mirada al año 1963 en Cuba. Enseñanzas para los revolucionarios latinoamericanos

No albergo dudas de que el estudio de la matriz de opinión
que los medios de información del Imperialismo
, a escala global, ha
n
intentado fomentar en la conciencia social de los pueblos –sobre todo desde la caída del muro de Berlín, y la desintegración de la Unión Soviética-, ha estado marcada por el objetivo de que prevalezca la negación rotunda, el
matiz
absoluto de que existiera la
más
mínima posibilidad de éxito en los diversos intentos históricos de construcción del socialismo.
Queda para la historia de la humanidad los testimonios y la montaña de noticias e información que, como una tormenta de arena,
ha
ocurrido hasta entonces –
i
ncluyendo la memoria y los sueños que alimentaban el imaginario revolucionario de los pueblos

, quedaba sepultado para siempre.
Pensar en la resistencia de los pocos nichos revolucionarios que sobrevivieron a tan descomunal reflujo
, a tal avalancha informativa y a tanta euforia de victoria

auspiciada por el hegemonismo global del imperialismo-, se acuñaba como un acto irracional y una demencial postura política sin asidero alguno.
Cuando comenzaron los primeros síntomas de recomposición de las fuerzas revolucionarias y el surgimiento de nuevos movimientos sociales y vanguardias políticas, en uno u otro país; el Imperialismo acrecentó las acciones de subversión ideológica, y puso a disposición de esta lucha todos los recursos que integran su abrumador monopolio sobre los más sofisticados medios de comunicación.
Entre los años 90 de la pasada centuria y los 13 primeros años del siglo que nos acoge, el poderío militar de EEUU casi ha duplicado su presupuesto anual.
Ello nos concita a preguntarnos: ¿Acaso surgió una “Nueva Guerra Fría” que nosotros desconozcamos? No, l bipolaridad antagónica ente los dos sistemas, a escala internacional, la nueva correlación global de fuerzas y la “fabricación” de nuevos enemigos: los terroristas y sus supuestos patrocinadores constituyen hoy el caldo de cultivo de la nueva estrategia global imperialista para afianzar su status hegemónico.
Los sucesos atroces del 11 de
Septiembre
del 2001 nos prefiguraron un futuro incierto para toda la humanidad y, en especial, para los pueblos cuyas culturas, ideologías y religiones fueron satanizadas por las naciones más poderosas de occidente.
Así, curiosamente, fueron declarados enemigos pueblos y regiones enteras de nuestro planeta: Asia, África y el Medio Oriente fueron catalogados “escenarios malditos”. Los gobiernos fueron ominosamente satanizados.
Quien no se adscribiera a la agenda prescripta debían ser invadidos y saqueados. Se impuso la filosofía del miedo y el despojo. La OTAN extendió sus fronteras injerencistas, ante supuestas amenazas globales del terrorismo. No había a quien recurrir para dirimir los diferendos; todos, incluyendo la ONU se plegaron a la cínica consigna del gobierno norteamericano: Castiguemos a los culpables. Se impuso el Terror de Estado y aparecieron listas de países y organizaciones que, por designación yanqui, siguen hoy siendo llamados “Ejes del Mal”.
En medio del contexto descrito, nuestro heroico país soportó una inefable ofensiva mediática. Había que rendir a Cuba Socialista; su comportamiento irreverente, su resistencia casi demencial y su juramento (aprobado en referéndum por más del 97% del pueblo) incluido en 1992, de que “jamás renunciaríamos al Socialismo”, hacían inadmisible su perdurabilidad.
Ahora era el momento “ideal” para el golpe de gracia contra la tozudez política de la dirección de la revolución cubana de proclamar que, sin proponérselo, y ante el desarme ideológico de quienes tuvieron siempre la primacía en la defensa del socialismo, nuestro pueblo se encargaría de defender y sostener en alto las ideas del marxismo-leninismo, la viabilidad histórica de la construcción de la sociedad socialista y la práctica consecuente de la solidaridad revolucionaria (internacionalismo proletario) en el hemisferio occidental, al precio de
incontables sacrificios y dispuesto a perecer antes que traicionar la gloria revolucionaria vivida.
Junto a la RPCH y Vietnam, junto a Corea del Norte y Laos y junto a los países antimperialista del Movimiento de Países No alineados, la lucha por los derechos históricos de los pueblos a la independencia y el desarrollo continuó. Nuevas fuerzas políticas, nuevos movimientos sociales forjaron el amalgamiento de fuerzas progresistas y antimperialista que –desde posiciones ideológicas diversas y con credos religiosos y culturales propios-, se unen para concertar políticas de resistencia contra el hegemonismo global del imperialismo.
En tal contexto histórico se producen los procesos revolucionarios y democráticos en América Latina, cuyo exponente fundamental lo constituye la Revolución Bolivariana. El liderazgo histórico continental del comandante Hugo R. Chávez Frías, inspirado en las luchas independentistas de Nuestra América y en la revolución cubana, en las ideas de los próceres latinoamericanos, en lo mejor del pensamiento revolucionario a lo largo de la historia, en la posibilidad del socialismo como única alternativa posible para la solución de los problemas ancestrales de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños, junto a otros líderes revolucionarios surgidos de sus pueblos y con la sumatoria de todas las fuerzas sociales progresistas de sus respectivos países, en los cuales la voz de los pueblos originarios adquiere singular protagonismo; todo ello y más constituyó la cimiente de los avances actuales en la integración regional de nuestros países y pueblos.
Podemos extendernos en particularizar los rasgos, individuales y comunes, de cada uno de los procesos revolucionarios que acontecen en A.
Latina
pero siento que es innecesario por el objetivo que nos hemos propuesto con este trabajo: Develar el
carácter objetivo que tiene la aguda lucha ideológica y política, entre el capitalismo vs socialismo, en el contexto de cualquier proceso revolucionario que asuma la finalidad de construir el socialismo.
Cuando observamos las agresiones imperialistas contra cada uno de los procesos revolucionarios latinoamericanos y caribeños, para no excluirnos, no podemos dejar de pensar en cuanta razón tuvo V.I. Lenin en desarrollar las ideas de la revolución socialista, y sobre la necesidad y el carácter de las contradicciones que tienen lugar durante la etapa histórica de edificación de la sociedad socialista. El denominado periodo de transición del capitalismo al socialismo, caracterizado por una aguda lucha de clases –a escala nacional e internacional, pues no debemos olvidar los estrechos lazos de la burguesía por la defensa, del capital propio y el de las transnacionales, que en muchos casos es uno solo-, donde las fuerzas contrarrevolucionarias harán lo indecible para decapitar a la vanguardia revolucionaria que ose enfrentársele y anegar en sangre todo intento de superar las injusticias, los problemas sociales heredados del capitalismo y el desarrollo independiente de nuestros países por la vía socialista.
En virtud de todo lo anterior consideramos oportuno mostrar aquí las similitudes que nos concita las experiencias revolucionarias que actualmente viven países de Nuestra América, en primer
lugar
la revolución bolivariana de Venezuela, en el enfrentamiento cotidiano de sus pueblos, a las embestidas de la contrarrevolución, el poder militar, mediático y financiero que utilizan para ello, y los crímenes que cometen.
Todo ello, con sus particularidades propias de la época y el contexto global de los años 60 del siglo pasado, vivió nuestra joven revolución socialista. Un botón de muestra lo constituye el año 1963 –del cual distamos 50 años-, el cual nos va a revelar lo que anteriormente hemos afirmado.

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