Amigos, estoy indignada al ver como muchas personas sin escrúpulos ni corazón hablan desde dentro de la Isla o fuera de lo que no debía de haber pasado, de lo que pasó, lo que pasa y pasará con respecto a los sucesos en la zona industrial de Matanza. Surjen muchos criterios en contra o en apoyo a la labor que despliegan hombres y mujeres de diferentes órganos y entidades. Que podía haberse evitado, que el personal no está preparado, que no está capacitado, que no hay recursos, que se toman decisiones incorrectas, que el pueblo se evacua por temor a sus vidas y no porque el gobierno se preocupa… En esencia, hay quienes persisten en que hay que huir, reclamar, crear caos.
Esos que invitan a la población a que se reviren contra el gobierno no tienen sentimientos humanos, no tienen sentido común de la existencia humana. No se dan cuenta de que lo sucedido afecta al pueblo, al Estado, que este desastre tiene consecuencias pésimas para el país. No han pensando en las personas que ahí se encuentran, en sus familias, en el dolor del pueblo al sensibilizarse con ese inmenso pesar.
Respondo que sí hay organización, disposición, heroísmo del personal preparado para enfrentar la situación. Se trabaja fuerte y sin descanso. El pueblo cubano siente lo sucedido, lo lamenta de corazón. Se evidencia en el apoyo de hombres y mujeres de diferentes provincias, la solidaridad en los hospitales, los bancos de sangre, la prensa escrita, radial y televisiva. No se hable más de lamentos y carencias. Hablemos de cómo podemos apoyar a nuestros compatriotas, los que han perdido sus vidas y los que siguen arriesgándola. Hablemos de ayudar a las familias matanceras, las de los accidentados, de cómo hacer para disminuir las consecuencias negativas para nuestro país.
Pensemos en cómo hay que trabajar de ahora en adelante. Vamos por más, para bien. Vamos con todo. Somos gallos de pelea, hijos de los mambises, de los rebeldes, de hombres y mujeres de la Cuba nuestra. Seguiremos y triunfaremos como siempre. Somos fuertes, y el mundo lo sabe.
Por Yorleny Greijo, Guantanamera en la primera trinchera
