Mike Hammer y las fanfarrias del circo gringo

Cuando la fibra es mala, todo lo que se intente hacer con ella se obtiene de dudosa calidad o en su defecto, retorcido. Así pasa con un episodio que se repite cual saga de Hollywood donde «los héroes» siempre son los gringos, los blancos, los millonarios o los terroristas disfrazados de buena gente.
Así va por la vida Mike Hammer, el encargado de negocio de los EE.UU. en Cuba, quien detrás de una pancarta de salvador y todopoderoso, intenta provocar, desestabilizar y linchar, del modo más arbitrario posible a la Revolución cubana.
¿Sus padrinos? Los amigos norteños con sendos doctorados en subversión y política hostil hacia Cuba.
Un recorrido por la Isla, cargado de segundas intenciones y abiertamente irrespetuoso agendó el funcionario estadounidense poniendo como escudo su inmunidad diplomática. El exótico periplo por el Oriente del país le hizo traer los lentes a Holguín, de seguro que aquí el guion será el mismo, visita a contrarrevolucionarios sin ningún arraigo entre la población, intercambio con «supuestos representantes» de la sociedad civil y un montado intercambio con alguien del pueblo con un simulado carisma e intento de «cubanear» en su argot, pero encontrará lo mismo que en toda Cuba: Su propaganda no pega, no impacta, no posibilita el tan codiciado raport. Él no sabe que cubano se nace, no se hace.
¿Qué pretende Mike? Caldear ánimos, presentarse como «el elegido» (mal del que padecen los trumpistas de estos tiempos), financiar organizaciones contrarrevolucionarias, incitar, promover un incidente diplomático para luego hacer que su gobierno actúe en reciprocidad, dividir, avivar las llamas de una nación lesionada por las crudas consecuencias de un bloqueo genocida arreciado por el gobierno que él representa y lacerar la confianza depositada en nuestros principales dirigentes (por solo citar algunas cuestiones).
Pero, ¿cómo fuera esta película si los papeles se invirtieran? Ustedes y nosotros lo sabemos. Seríamos condenados y juzgados por violar derechos, convenciones y principios éticos que hoy, por increíble que parezca, el señor Mike, burla a su antojo.
¿Por qué manifiesta este bizarro comportamiento?
Porque sobresale un marcado interés de ocasionar un altercado con repercusión en la arena internacional y una agudización de las tensiones. Que nadie subestime la inteligencia de los cubanos ni se confunda la mesura y prudencia, con debilidad.
Hammer es una alcancía a la vista de unos, un peón de ajedrez en los ojos de otros, un payaso que convirtió el palacio en circo, un mequetrefe mediático que carga con más propaganda que un estreno cinematográfico, un showman a la fuerza que para que funcione necesita de seguidores y aplausos de cuatro secuaces que como él, por lo que menos velan es por el bienestar y tranquilidad del pueblo cubano.
Si quisiera ayudar de verdad, por qué no incide para que levanten el bloqueo y nos saquen de la espuria lista de estados patrocinadores del terrorismo.
¿Influencer él? No señores, Mike no pasa de ser un tonto con Internet en el móvil. Publicidad engañosa y monetización subversiva, eso sí.
¿Y ahora qué? Pues sonrían y saluden, hagamos como que nosotros… no sabemos nada