La inconsistencia de la política exterior estadounidense: Trump vuelve a incluir a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo

Como si no tuviera mucho que hacer en su propio país, con la caótica situación interna, una de las primeras decisiones de Donald Trump ha sido revocar la decisión de Biden de excluir a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo.

La política exterior de Estados Unidos ha sido históricamente un reflejo de intereses cambiantes, decisiones impulsivas y una falta de coherencia que ha generado confusión tanto a nivel internacional como entre sus propios ciudadanos. Estamos en presencia de un claro ejemplo. Menos de una semana después de que el presidente saliente tomara la decisión de sacar a Cuba de esta espuria lista, donde nunca debió estar, el nuevo mandatario decidió revisarla, evidenciando una vez más la fragilidad y ambigüedad de las políticas estadounidenses hacia la isla.
Juegos de política doméstica
El 14 de enero, en un intento por consolidar su legado, el presidente Biden tomó la decisión de eliminar a Cuba de la lista de países que apoyan el terrorismo. Esta medida fue recibida con esperanza por muchos, quienes consideraban que representaba un paso hacia la normalización de relaciones y un reconocimiento del deseo de los pueblos cubano y estadounidense de un futuro más próspero y menos hostil. Sin embargo, esta decisión fue efímera, pues en su primer día en el cargo, Donald Trump, en un giro no del todo inesperado, revirtió la política y reafirmó la inclusión de Cuba en dicha lista.
Este vaivén no es un hecho aislado; es parte de un patrón más amplio que ha caracterizado la política exterior estadounidense hacia Cuba a lo largo de las décadas. Desde el triunfo de la Revolución en 1959, las relaciones entre ambos países han estado marcadas por tensiones, sanciones y políticas contradictorias que han dificultado cualquier intento de diálogo constructivo. La inclusión de Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo no solo carece de fundamento sólido, sino que también ignora el contexto histórico y político que ha llevado a la isla a defenderse ante agresiones externas.
Este vaivén no es un hecho aislado; es parte de un patrón más amplio que ha caracterizado la política exterior estadounidense hacia Cuba a lo largo de las décadas. Desde el triunfo de la Revolución en 1959, las relaciones entre ambos países han estado marcadas por tensiones, sanciones y políticas contradictorias que han dificultado cualquier intento de diálogo constructivo. La inclusión de Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo no solo carece de fundamento sólido, sino que también ignora el contexto histórico y político que ha llevado a la isla a defenderse ante agresiones externas.
Además, esta inconsistencia en la política exterior estadounidense pone en evidencia una falta de respeto hacia la soberanía cubana y hacia el deseo de los pobladores de la Mayor de las Antillas de construir su propio destino. La decisión de incluir a Cuba en esta lista no solo afecta a las relaciones diplomáticas, sino que también repercute negativamente en la vida cotidiana de los cubanos, limitando oportunidades económicas y fomentando un clima de desconfianza que perpetúa el aislamiento.
Un acto de desprecio y aislamiento internacional de EE. UU.

La reciente reincorporación de Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo por parte de la administración del presidente Donald Trump ha generado un fuerte rechazo tanto a nivel nacional como internacional. Este acto, calificado por el presidente cubano Miguel Díaz-Canel como una «arrogancia y desprecio por la verdad», se inscribe en un contexto donde la comunidad internacional ha manifestado su apoyo a la causa cubana, en contraposición a las políticas coercitivas de Estados Unidos.


«No sorprende», afirmó el mandatario caribeño sobre el reciente anuncio, el objetivo de Trump «es seguir fortaleciendo la cruel guerra económica contra Cuba con fines de dominación».
La persistencia de políticas obsoletas no solo refleja una falta de comprensión de la realidad cubana, sino que también se produce en un momento crítico para Estados Unidos, donde enfrenta desafíos internos significativos. La decisión parece más un intento de desviar la atención pública de las crisis internas que un genuino esfuerzo por abordar problemas internacionales.
Impacto de una designación arbitraria
Las medidas extremas impuestas por Trump han tenido un impacto directo en el pueblo cubano, provocando carencias y un incremento del flujo migratorio hacia Estados Unidos.
En contraste con el aislamiento que intenta imponer Estados Unidos, la comunidad internacional ha mostrado un creciente apoyo a Cuba. Diversos países y organizaciones han condenado la inclusión de Cuba en esta lista y han instado a un diálogo constructivo basado en el respeto mutuo. Este respaldo global subraya el descrédito de los listados y mecanismos unilaterales de coerción del gobierno estadounidense, como lo mencionó Díaz-Canel: «Este acto de burla y abuso confirma el descrédito de los listados y mecanismos unilaterales de coerción del gobierno de EE. UU.».
Políticos anticubanos siguen lucrando

Las reacciones de figuras políticas al servicio de los intereses de Estados Unidos revelan una vez más la inhumanidad y el desprecio que estos actores tienen hacia el pueblo cubano. Este movimiento no solo busca deslegitimar a la Revolución, sino que también refleja un intento sistemático de aplicar medidas coercitivas que afectan directamente la vida de millones de cubanos.
La decisión de reinstaurar a Cuba en esta lista infame es un claro reflejo del juego político que han estado llevando a cabo ciertos sectores en Estados Unidos, particularmente aquellos con intereses en mantener el bloqueo económico. Políticos como Marco Rubio y otros miembros de la comunidad cubanoamericana han utilizado su influencia para promover narrativas distorsionadas que demonizan a Cuba, ignorando el contexto histórico y social que ha dado forma a la realidad cubana.
Este grupo ha hecho uso de su poder para revivir políticas obsoletas, impulsando una agenda que no solo carece de fundamento, sino que también se basa en la manipulación y el miedo. Al catalogar a Cuba como un estado patrocinador del terrorismo, estos políticos no solo intentan deslegitimar los logros sociales y humanitarios de la Revolución, sino que también buscan justificar un cerco económico que ha causado sufrimiento a la población cubana durante décadas.
Es importante destacar que esta decisión no se basa en hechos concretos, sino en una narrativa construida para servir a intereses políticos particulares. La inclusión de Cuba en esta lista ignora las realidades sobre la cooperación internacional de Cuba en temas de salud, educación y desarrollo social, así como su papel en la lucha contra el terrorismo en diversas partes del mundo. La inhumanidad de estas posiciones radica en su capacidad para afectar directamente el bienestar del pueblo cubano, exacerbando las dificultades económicas y sociales que ya enfrenta.
Cuba seguirá en pie
En lugar de fomentar el diálogo y la cooperación, estas decisiones perpetúan un ciclo de aislamiento y sufrimiento que afecta a millones de cubanos, dentro y fuera de la Isla. La comunidad internacional debe reconocer este juego político y trabajar hacia un futuro donde prevalezcan el respeto y la dignidad humana, dejando atrás las políticas coercitivas que solo buscan dividir y desestabilizar.
Se pone de manifiesto, una vez más, el aislamiento político internacional que enfrenta Estados Unidos. En un momento donde la comunidad global se une en apoyo a la causa cubana, las decisiones arbitrarias de Washington solo sirven para reforzar el compromiso del pueblo cubano con su soberanía y dignidad. Como afirmó el presidente Díaz-Canel: «Prevalecerá la legítima y noble causa de nuestro pueblo que una vez más vencerá». Este espíritu resiliente es lo que verdaderamente desafía las políticas coercitivas y busca construir un futuro basado en el respeto y la cooperación internacional.