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Forjar conciencia revolucionaria es tarea de primer orden

No hay experiencia más profunda para un revolucionario que la lucha cotidiana por consolidar y perfeccionar el poder revolucionario, trabajar por la justicia social y la prosperidad de su pueblo con políticas sociales que eleven su calidad de vida.

Solo la lucha revolucionaria, junto a la defensa del país, generan condiciones para el crecimiento material y espiritual de una sociedad que ponga a cada individuo en el centro de atención y le permita estudiar, formarse profesionalmente, en la cultura y el deporte, junto con el desarrollo integral de su personalidad.

Hay que, si de valores humanos se trata, saber explicarle al pueblo que la democracia socialista es participativa e inclusiva, que son los habitantes de barrios y comunidades los que eligen sus servidores públicos, que la labor del delegado de su circunscripción es fundamental y junto a él se aglutinan los demás factores.

Los proyectos de desarrollo y los programas de mejoras tienen que nacer de la consulta permanente con el pueblo, escuchar sus demandas e iniciativas y ponerlo en contacto con los cuadros de dirección en cada municipio.

Como nos pidiera nuestro General de Ejército Raúl Castro, tener siempre «el oído pegado a la tierra» para escuchar al pueblo, convocarlo y, juntos en las tareas, retos y desafíos conducirlos a la victoria. Así hemos enfrentado las agresiones y el bloqueo de los EEUU, ciclones, pandemias, incendios, entre otros. En la unidad está la fuerza y en la lucha, la certeza de la victoria.

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