El “Maleconazo” y la lucha del pueblo cubano por defender la Revolución

Dicen que el 5 de agosto de 1994 en Cuba hubo “estallaron protestas en el Malecón de La Habana” y “miles de cubanos salieron a las calles exigiendo la libertad”. ¿Les suena de algo? Es lo mismo que vienen repitiendo desde siempre los enemigos de Cuba, en reflejo de su eterno anhelo de derrocar a la Revolución.
En ese entonces la Mayor de las Antillas vivía una de las más complejas situaciones económicas de su historia, en pleno Periodo Especial. El derrumbe de la URSS impactó gravemente en la económica nacional, que perdió más de un 70 por ciento de sus ingresos en divisas. Estados Unidos arreció el bloqueo con la promulgación de la Ley Torricelli, en 1992, más tarde reforzada con la Helms-Burton. También creció la propaganda que promovía las salidas ilegales del país por cualquier medio, incluyendo el secuestro de embarcaciones y los actos terroristas.
Washington, como siempre, seguía poniendo presión a ver si Cuba acababa de explotar. Era 5 de agosto y las personas se agolpaban en la calle. El pueblo respondió de inmediato a quienes pretendían saquear tiendas y locales en medio del tumulto en calles del centro de la capital y en el Malecón. La aparición de Fidel, junto a los valores patrióticos de los cubanos, acabaron por darle el tiro de gracia a los intentos desestabilizadores.
El Comandante en Jefe bajó de un jeep verde olivo, en medio del gentío. No llevaba ningún tipo de protección, más allá que el calor de su propio pueblo. La voz de la multitud se fundió en una sola para corear su nombre. “¡Viva Fidel!”, resonó en toda La Habana, y llegó hasta los dos extremos de la Isla.
Los disturbios se diluyeron sin una sola bala, con la impronta y liderazgo de un hombre, de la mano del respaldo de la masa trabajadora.
Hoy Cuba también vive momentos complejos. La asfixiante cuerda del bloqueo tensa cada vez más su lazo sobre el cuello del pueblo cubano. La guerra mediática es total, desde cada lugar posible. Los enemigos de siempre crean las condiciones objetivas, desde los económico, para provocar el descontento popular. Agregan materiales inflamables desde las redes, buscando influir ideológicamente en las masas e incitarlas al estallido social.
“Todos los peligros que una revolución tiene en su camino los tendremos que afrontar, tal vez amenazas extranjeras, tal vez agresiones extranjeras; pero frente a todo ello, hay, sin embargo, una inconmovible fe; la fe que nace de dos cosas: de la confianza que tenemos en nosotros mismos y de la confianza que tenemos en nuestro pueblo”, expresó Fidel en un discurso el 6 de enero de 1959. La vigencia de estas palabras llega hasta nuestros días.
Cada día intentan provocar otro “Maleconazo”. Si no existe, se lo inventan. Pero las enseñanzas de Fidel están presentes en la dirección del país, en el pueblo cubano. Muchos, como mismo hizo él, impediremos que el caos y la violencia reinen.