En horas de la mañana del 13 de abril de 1961, un enlace con organización contrarrevolucionaria le entregó a González Vidal dos petacas incendiarias preparadas con explosivo plástico C-4, camufladas en cajetillas de cigarrillos Edén, muy populares en aquel entonces, con la indicación de colocarlas en zonas vulnerables para que se propagara rápidamente el incendio. Y así lo hizo.
Poco antes del cierre de la tienda, a las seis de la tarde, Carlos aprovechó un instante en que se quedó solo. Activó una de las petacas y la colocó entre unos rollos de tela. La suerte del edificio de seis plantas y 65 departamentos, parte de una cadena de tiendas de lujo extendida por el territorio nacional con sucursales en las principales ciudades, la exclusividad de la marca Dior en Norteamérica, convertida en uno de los establecimientos favoritos de las estrellas de Hollywood, la marcó el modesto rotulo que en la fachada de la lujosa tienda anunciaba su reciente nacionalización por el gobierno revolucionario.
