Por Jorge Wejebe Cobo

El 30 de julio de 2006, el jefe de la Estación CIA  de la Sección de Intereses de EE.UU en La Habana (SINA),  sintió como música celestial la noticia de la enfermedad del Comandante en Jefe Fidel Castro, por lo que de inmediato se reunió con varios  de sus subordinados junto  con el  opositor, escritor y profesor cubano Raúl  Capote Fernández, de poco menos de 40 años, quien sería el encargado de solicitar la intervención de Estados Unidos ante el supuesto estado de ingobernabilidad que virtualmente se  produciría en la Isla ante la situación.

Aunque en esos planes no todo era improvisación. Desde inicios del nuevo siglo en la SINA, un equipo de oficiales de la CIA y especialistas del Departamento de Estado se afanaban en construir y dirigir una organización contrarrevolucionaria de nuevo tipo compuesta por  jóvenes profesionales, escritores y artistas bajo el nombre de Proyecto Génesis que, llegado el momento, pudiera erigirse como representante de un movimiento popular contra el gobierno cubano.

Eran métodos previstos para desarrollarse esencialmente en situaciones excepcionales como la falta por razones naturales o por un magnicidio del máximo líder Fidel Castro, crisis internas por el colapso de la economía por las medidas del bloqueo, eventos climatológicos extremos que superen la capacidad de respuesta o crisis sanitarias como las provocadas por la CIA con la epidemia del dengue en la década de 1980 y la fiebre porcina en 1970-71.

Esta estrategia oportunista de Washington contra Cuba toma hoy como aliada la   pandemia de la Covid-19 y dirige acciones para impedir la adquisición de medicinas y medios para enfrentar la enfermedad con firmas estadounidenses, de acuerdo con el bloqueo y persigue que la escalada agresiva conlleve a la aplicación de un cerco naval en el Caribe contra Venezuela y Cuba bajo la falsa acusación de promover el narcotráfico hacia Estados Unidos.

 Pero volviendo a 2006, los estadounidense esperaban, según sus obsoletos fundamentos, que en la Isla con su histórico líder gravemente enfermo se repitiera lo sucedido en 1989 por los movimientos sociales de oposición generalizada que barrieron en corto tiempo con el llamado socialismo real en la Europa Oriental y la URSS.

Aunque esos espías en La Habana no fueron burdos copiadores de historias pasadas y por primera vez incluyeron en sus planes la articulación y organización de sus colaboradores por medio de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), controladas por USA, con lo cual esperaban lograr la manipulación y confusión de grandes sectores de la sociedad, en especial la juventud.

“Génesis” se inspiraba en algunos principios de la llamada “revolución de colores”, aplicadas principalmente en la época pos soviética en algunos ex estados socialistas para derrocar gobiernos incómodos a Estados Unidos y que intentaban mutar actualizada a una versión caribeña. 

En esta nueva aventura contra la mayor de las Antillas, el imperio confiaba en su  dominio casi  absoluto de las TIC, de la Internet  y el éxito obtenido en Europa Oriental, lo cual  hizo calcular erróneamente a los estrategas de la CIA que el Estado cubano y sus Órganos de Seguridad no comprenderían a tiempo la nueva agresión y reducirían su respuesta  cerrando el país a las nuevas tecnologías bajo la mediocre consideración de ser “instrumentos imperialistas”.

 Para cuando los funcionarios estadounidenses iniciaron la  selección de los líderes para su proyecto apareció bajo su radar, el escritor y profesor  Raúl Capote, autor de una novela titulada El Adversario, cuya trama se basaba en una reflexión ética de gran fuerza simbólica y crítica social, inspirada en la crisis cubana del llamado Periodo Especial en la década de 1990, por lo que el texto fue interpretado por los analistas estadounidenses  como una toma de posición  implícita contra el sistema político cubano.

Así, el autor se convirtió en un prospecto ideal de líder, con una obra “programática” lista para servir de matriz a las campañas mediáticas y que muy oportunamente se publicó por una editorial de Puerto Rico en el 2004.  

Para ese tiempo, Capote se convirtió en foco de atención de diplomáticos estadounidenses que se interesaron en habilitarlo con medios de computación, adiestrarlo en el uso de las nuevas tecnologías como el sistema wifi que funcionaría para dirigir a distancia a los supuestos líderes contrarrevolucionarios

Además, lo fueron persuadiendo del brillante futuro que tendría en una Cuba pos socialista. Pero su preparación fundamental como espía recayó en oficiales de la CIA en tránsito en el país para poner a punto el programa Génesis y la selección para el mismo de jóvenes escritores, artistas y profesionales, listos para emerger como fuerza social y política alternativa durante los esperados procesos extraordinarios sobre todo, en las circunstancia de la desaparición pública del máximo líder de la Revolución.  

  Pero no solamente los oficiales de la Central de inteligencia yanqui se entusiasmaron con los avances de Capote. También la contrainteligencia cubana veía fructificar en él, años de paciente labor y preparación de quien además de joven escritor, era un capacitado agente de la Seguridad preparado en el medio intelectual desde su juventud para enfrentar al espionaje estadounidense y sus planes subversivos en ese importante sector.

  El propio Capote, agente Daniel de la contrainteligencia cubana,  declaró sobre la tarea que el enemigo le confió: (…) “Esta organización (Génesis) fue definida como una fundación para el “día después”, un tanque de pensamiento que cumpliría un sinnúmero de misiones para impedir el relevo generacional de la Revolución, su continuidad histórica e imposibilitar que en Cuba se pudiera repetir en el futuro un proceso revolucionario, socialista y antiimperialista.”

  El plan fracasó no solo por la acción de la contrainteligencia cubana, falló fundamentalmente por el masivo compromiso del pueblo con la Revolución que se patentizó durante aquellos dramáticos días de agosto de 2006, cuando la inmensa mayoría del pueblo y en especial la juventud protagonizó un ejemplo de unidad que hacía imposible cualquier fractura en la sociedad cubana.

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