Washington pone precio a los líderes de América y sus medios incitan al magnicidio

Derrotada en las urnas, en las calles y en el corazón del pueblo venezolano, la Casa Blanca no se resigna en su retórica fascista en su intención de derrocar al gobierno de Venezuela por cualquier vía, y el coro mediático de sus servicios de inteligencia lo anuncian sin escrúpulo ni ética.
El pasado 15 de enero, The New York Times no solo reprodujo los carteles de recompensa por las cabezas de líderes bolivarianos, como en las películas del oeste americano, sino que puso entre sus titulares, la amenaza e incitación magnicida de que: “Hay que sacar a Maduro del poder”.
Firmado por el comentarista o columnista conservador Bret Stephens, el artículo propone a Trump incorporar dentro de sus “objetivos ambiciosos”, junto a la compra de Groenlandia y el apoderamiento del Canal de Panamá, “deponer al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, mediante la diplomacia coercitiva si es posible, o la fuerza si es necesario.”
¿Será la idea desquiciada de un periodista reaccionario por naturaleza; un síntoma de “envenenamiento” newyorkino por la extensa campaña de mentiras contra Venezuela o un encargo político de grupos neofascistas?
El “periodista” lo mismo sugiere la invasión militar que un golpe de Estado. Cualquier cosa le viene bien. Y a continuación arremete con ráfagas de mentiras y acusaciones falsas contra los militares venezolanos, fieles a la decisión soberana y a la Constitución bolivariana. Mellar su prestigio interno y externo es el longevo propósito en el que han empleado viejas y disímiles campañas difamatorias, vinculándolos al narcotráfico y blanqueo de dinero, a sus relaciones con militares de otros países, entre muchas otras teorías engañosas.
Sin miramientos y con ínfulas fascistas, The New York Times se pregunta “¿Qué podría hacer caer al régimen?” La propuesta es venderle la idea al gobierno entrante, convencerlo de que es posible amenazar con una invasión militar sangrienta al estilo Panamá 1990, seguir poniendo precio a la cabeza de los dirigentes venezolanos, intimidarlos con largos años de prisión en EE.UU. para lograr su rendición y posterior exilio. De lo contrario, invadir el país para capturarlos y llevarlos para condenarlos en territorio norteamericano.
Nada más descarado y desesperado para un medio de prensa, expresión del pensamiento de sus dueños y de los peligrosos vientos injerencistas o guerreristas que soplan en vísperas del 20 de enero, consciente el columnista de que la idea de poner fin a Maduro por la fuerza “no debería ser difícil de vender para el gobierno entrante”, según afirma.
Pero no se queda ahí, y continúa dando ideas u opciones urgentes para los decisores que cita por sus nombres (Trump y Marco Rubio), y tratando de convencer a los lectores estadounidenses y de otras partes del mundo, concluye: “acabar con el largo reinado de Maduro es una buena forma de iniciar el gobierno de Trump, y enviarle una señal a los tiranos de otros lugares de que la paciencia estadounidense con el desorden y el peligro termina por agotarse”.
Los antecedentes del proyecto exterminador de la Casa Blanca y su comunidad de inteligencia para barrer al gobierno revolucionario de Venezuela, se remonta a los días inmediatos del triunfo de Chávez en 1999, con varios intentos de golpes de Estado derrotados por las masas, guarimbas promovidas en embajadas y gobiernos aliados, actos terroristas contra figuras del gobierno, sistema eléctrico, objetivos económicos, infiltraciones, secuestros, desconocimiento de la voluntad popular en las urnas y fabricación de Presidentes títeres, como en los peores tiempos de la guerra fría, junto a todo tipo de acción subversiva y desestabilizadora contemplada en los manuales de la Agencia Central de Inteligencia.
No es casual que el diario de la ciudad que no duerme, acuda para esta propuesta bélica a Stephens, un desvelado neoconservador que aboga por el uso de la fuerza militar en el extranjero, simpatizante de las guerras de EE.UU. en el Medio Oriente, partidario del genocidio de Israel en Palestina; férreo opositor al acuerdo nuclear con Irán y promotor mediático de la invasión estadounidense contra Iraq desde diferentes periódicos de renombre repitiendo mentiras de otros tiempos, que llevaron al exterminio de más de medio millón de iraquíes y de casi 5 mil soldados estadounidenses, cuando enarboló el pretexto intervencionista de que si no se atacaba a ese país “se convertiría en la primera potencia nuclear en el mundo árabe”.
El desparpajo y la amenaza, son propios de los tiempos que vive el planeta por estos días del siglo XXI y de los contenidos de los medios que se utilizan para atizar la guerra.