Sin importar lo que digan o hagan, es una victoria de Cuba

La administración Biden tomó la decisión de sacar a Cuba de la lista de países que supuestamente patrocinan el terrorismo, algo calificado por el gobierno cubano de una acción en la dirección correcta, aunque tardía, señalando el alto costo que han tenido que pagar las familias cubanas por la permanencia de nuestro país en una lista que nunca debió estar.
Son verdades tan grandes que personas pertenecientes a instituciones u organizaciones para nada a fines con nuestro proyecto social lo han tenido que reconocer.
“No existe en el mundo fuerza capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas”.
Fidel
William M. LeoGrande, experto en Cuba y profesor de la American University, declaró al The New York Times: “El estatuto que crea la lista de terroristas especifica que se debe brindar apoyo material a los terroristas o albergar a terroristas que participan activamente en el terrorismo mientras se les está dando refugio”. “Cuba simplemente no ha hecho esas cosas”, concluyó.
Juan Pappier, subdirector de la división de las Américas de Human Rights Watch, dijo al mismo medio que la decisión de Biden llegó demasiado tarde. “Biden cometió el error de poner a Cuba en un segundo plano y no revertir las políticas perniciosas de la administración Trump”, afirmó.
Paradójicamente personas cuyos padres, o ellos mismos, nacieron en esta tierra exigen se revierta esta y otras decisiones tomadas por el presidente estadunidense que, aunque de alcance muy limitado, resultan favorables para Cuba. Son los que van en el bando, de los que en el decir del Apóstol, odian y deshacen.
Cifran sus esperanzas de ver realizados sus inhumanos propósitos en el inminente retorno de Trump a la Casa Blanca y en la selección que ha hecho para puestos claves dentro de su equipo de otros iguales a ellos, como por ejemplo Marco Rubio quien ya en su audiencia de confirmación para Secretario de Estado en el Senado mostró su conocida hostilidad hacia Cuba.
A Trump; que no necesita presentación, desde ahora lo invocan, lo halagan y presionan para que haga lo que ya hizo una vez. De sus almas lacayunas no se puede esperar otra cosa.
Muchos analistas coinciden en que la probabilidad de que el magnate revierta la decisión de Biden es alta y no es descabellado pensar así, hacerlo de otra manera sería divorciarse de la realidad, no solo por las características del nuevo inquilino de la Casa Blanca y su equipo, que de hecho resultan suficientes para opinar así; sino también porque existen, no pocos, dentro del Establishment estadunidense similares a ellos.
En la forma de hacer política en Estados Unidos priman los intereses por encima de cualquier principio ético y el fin justifica los medios, por eso no debe sorprender que la decisión de Biden no solo estuviera motivada por su deseo, como suele decirse de lavarse la cara delante de la opinión pública internacional e incorporarla como algo positivo a su legado; quizás sus intenciones, y de otros que actúan por detrás de él, no sean tan simples, quién sabe los intereses que se mueven tras ella. Como dice el presidente Nicolas Maduro; el que entendió, entendió.
No obstante, hagan lo que hagan no podrán cambiar el hecho de que la decisión tomada por Biden significa una nueva victoria de Cuba, porque es el reconocimiento del fracaso de su obsoleta política, orientada durante más de seis décadas de manera obsesiva a tratar de destruir la Revolución cubana que sigue y seguirá en pie, sin importar lo que maquine el enemigo contra ella, ni las negras profecías de los agoreros del apocalipsis.
“(…) nada que esté erigido sobre pilares de acero podrá caerse jamás (…)”.
Fidel