Los pobres mercaderes del odio, cada vez se cogen el dedo con la puerta con mayor frecuencia. Hablan de una votación desarrollada en un contexto “enrarecido”, marcado por cuestiones políticas. Ellos mismos son culpables de ligar el proceso a la gestión del gobierno, buscando la forma de inventarle hojarasca al documento. Les pagan por hablar sandeces, y ellos han aprendido a hacerlo. Es como quitar el techo de una casa y luego quejarse por la lluvia.
A pesar de las toneladas de mentiras que inventaron, se han quedado solos. No lograron más coro que el de la intolerancia. Ese nunca afinará bien. El tocadiscos se les raya y sigue sonando la misma canción: “Tírense pa´ la calle”, “Esto es un fraude” …Pero, en la concreta, los odiadores deben tragarse sus propias palabras.
Las imágenes muestran total tranquilidad en las calles. Millones de cubanos de la Isla acudieron a las urnas. Para las 11 de la mañana ya había votado más de un tercio de la población nacional. Hemos visto personas de todos los sectores y zonas del país.
Hasta el Washington Post tuvo que reconocer que este documento pondría a Cuba a la vanguardia de América Latina, y podríamos decir que son modestos al respecto. El refrendo y los días previos a este han sido una fiesta democrática, donde tuvieron lugar actividades culturales, ferias agropecuarias y muchos más eventos.
El testimonio gráfico de la jornada y las cifras de participación en sí mismas harían llorar a cualquier odiador. Después de meses tratando de ganarse monedas a costa de la tergiversación del texto, esto es lo que obtienen.
A nosotros nos quedará celebrar la victoria próxima, tras el conteo de los votos. No cabe duda del resultado afirmativo. Ahora, a prepararse para asimilar esta ley y convertirla en una segunda piel. La práctica demostrará su justeza. Nuestros hijos lo agradecerán.
