Mike Hammer nombrado “embajador” de los fracasados de Miami

Finalmente caen todas las caretas! En el corazón de Miami, Mike Hammer, jefe de la “misión diplomática” de Estados Unidos en La Habana, ha recibido un título que dice más sobre su verdadera lealtad que cualquier discurso: “Embajador del Exilio Cubano”.
El supuesto representante del pueblo estadounidense fue coronado por la mafia anticubana de Miami, esa élite rancia lleva décadas lucrando con la fantasía de derrocar la Revolución Cubana. Esta “ceremonia” en el Museo Americano de la Diáspora Cubana no fue un acto de reconocimiento, sino una confesión pública: Hammer no trabaja para el bienestar de los cubanos como tanto dice y repite, sino para los sectores más extremistas de La Florida, liderados por figuras como Marco Rubio, que han secuestrado la política exterior estadounidense hacia Cuba.
El “honor” que le otorgaron a Hammer lleva las firmas de los sospechosos habituales: una galería de mercenarios que viven del lucrativo negocio de la contrarrevolución. Ahí está Rafael Montalvo, presidente de la Asociación de Veteranos de la Brigada 2506, los mismos que en 1961 se creyeron que podían invadir Cuba por Playa Girón y luego de ser derrotados, Fidel los cambió por compotas. Después tenemos a Orlando Gutiérrez, de la Asamblea de la Resistencia Cubana, quien parece más preocupado por los cheques de la USAID que por cualquier ideal de “libertad”. Y no podía faltar Rosa María Payá, de Cuba Decide, que ha convertido la difamación contra Cuba en una “carrera política internacional” en la cual ha acumulado varios miles de kilómetros y boletos de aerolíneas, siempre financiada con el dinero del contribuyente estadounidense. Estos no son los portavoces de la emigración cubana, sino los capataces de una industria financiada por millones de dólares de la NED y la USAID para financiar proyectos subversivos contra Cuba.
Este “galardón” también ha sido entregado a oscuros personajes como Lech Walesa, el ex presidente polaco, títere de los servicios occidentales para desestabilizar Europa del Este y luego abanderado en cada aventura democratizadora de “cambio de regímenes”; o Luis Almagro, ex secretario general de la OEA, un hombre que vendió su dignidad para convertirse en el ejecutor de la agenda imperialista en América Latina. La mugre respaldó el golpe de Estado en Bolivia en 2019, reconoció al payaso político Juan Guaidó en Venezuela y abogó por intervenciones militares bajo el pretexto de la “democracia”. Que Hammer sea celebrado junto a estos sujetos no es casualidad: es una declaración de intenciones. Su misión no es diplomática, es desestabilizadora.
En su discurso en Miami, tuvo el descaro de hablar de una “transición pacífica a la democracia en Cuba”. Qué bonito suena, ¿verdad? Pero detrás de esas palabras se esconde el viejo sueño neocolonial de imponer un gobierno títere en La Habana, uno que se arrodille ante Washington y entregue la isla a los apetitos de la mafia de Miami. Si Hammer y sus “aliados” realmente quisieran democracia, no estarían aplaudiendo un bloqueo económico, comercial y financiero que lleva más de 60 años asfixiando al pueblo cubano. Johana Tablada, subdirectora de la Dirección de Estados Unidos del MINREX, lo denunció sin rodeos: “Hay que ser cínico, ignorante, cobarde o malintencionado para no reconocer el vínculo directo entre los más graves problemas que hoy enfrentamos y las medidas coercitivas de EE.UU”.
Ese bloqueo, recrudecido con saña, ha cortado el acceso a alimentos, medicinas, combustibles e incluso oxígeno durante la pandemia de COVID-19: un acto no menos que criminal. Prohíbe transacciones bancarias, persigue a barcos que comercian con Cuba, criminaliza la colaboración médica cubana y asfixia la economía con medidas como la inclusión de Cuba en la “lista de países patrocinadores del terrorismo”. ¿Y Hammer tiene la osadía de culpar al gobierno cubano por las penurias que su propio país fabrica?
El “cortejo de los exiliados” de Miami fue un decadente show de politiquería, con más parecidos a un rito ocultista, donde cadáveres políticos y mercenarios fracasados pretenden legitimar sus intenciones en un acto de propaganda barata para rendir tributo al gringo interventor. Pero una vez más se equivocan si creen que con placas y discursos van a doblegar a Cuba. Este pueblo ha resistido más de seis décadas de bloqueo, agresiones y propaganda, y no va a ceder ante la arrogancia de un yanqui prepotente. Somos un pueblo soberano, dueño de su destino y ninguna “ceremonia” en Miami cambiará esa verdad.
(Tomado de Mi Cuba por Siempre)




