Mike Hammer: El flautista de Hamelín de la contrarrevolución
Mike Hammer, diplomático estadounidense en Cuba, ha violado su estatus diplomático con actos provocadores e injerencistas. Las autoridades denuncian su apoyo a elementos contrarrevolucionarios que buscan desestabilizar el país. A pesar de sus intentos, los cubanos rechazan la intervención extranjera y defienden su soberanía.

Este personaje, desde su llegada al país, asumió una conducta provocadora e injerencista, violando su estatus diplomático, lo cual ha sido denunciado por las autoridades cubanas.
Sus tropelías lo han llevado, en sus recorridos por el territorio nacional, a contactar con cabecillas contrarrevolucionarios y otros elementos desprovistos de dignidad y sentimientos patrios, para incitarlos y brindarles apoyo con el fin de que violen el orden constitucional establecido. Así actúan en función de lograr lo que llaman un «cambio de régimen» en el país, objetivo supremo del agresivo vecino del norte.
Sin embargo, cuando ha tropezado con ciudadanos honestos que le han cuestionado la hostilidad de la política yanqui hacia Cuba, inmediatamente —sin responder a las críticas y eludiendo un debate que sabe perdido de antemano— ha abandonado cobardemente esos lugares, donde ha experimentado el rechazo del pueblo hacia él y hacia el gobierno que representa.
Algunos malos cubanos, de manera servil, siguiendo un guion previamente preparado o por propia iniciativa, se le han acercado a rendirle pleitesía. Esto deja mucho que desear de ellos como seres humanos y ciudadanos de un país al que la administración norteamericana —de la que Hammer es su principal figura en Cuba— ha causado sufrimientos, carencias y la difícil situación económica que enfrentamos, tanto daño hace al pueblo cubano.
No es un secreto que este obeso personaje apoya todo eso, como tampoco lo es que el cerco económico, comercial y financiero —además recrudecido— es el principal obstáculo para nuestro desarrollo. No es «muela», como algunos dicen, ni una justificación para ocultar errores propios. La realidad no se puede esconder, y por eso la inmensa mayoría del mundo exige cada año en la ONU que EE.UU. levante este genocida bloqueo.
Culpar al gobierno cubano por la actual situación económica del país, con su negativa repercusión social, es uno de los argumentos más utilizados y cínicos que esgrime el verdadero responsable: léase Estados Unidos, para justificar su felonía. Y aquellos que, en busca de vergonzosas dádivas y otros intereses espurios, le sirven de caja de resonancia en este despreciable proceder.
Duele ver las penurias que obligan a pasar a nuestro noble pueblo, pero también sentimos un gran orgullo de ser parte de él, cuando, a pesar de todo, sigue batallando por salir adelante sin dejarse engañar por quienes —presentándose, al igual que Hammer, como sus «amigos»— pretenden empujarlo a un callejón sin salida: lograr su apoyo para reinstaurar el capitalismo en Cuba.
Ante este complejo y duro escenario, del cual sabemos quién es el máximo responsable —y al que la historia no absuelve, pues está plagada de actos terroristas, sabotajes, guerra económica, biológica y mediática contra nuestra patria—, vale preguntarse:
¿Cómo puede alguien nacido en esta tierra caer tan bajo e ir a besar la mano de quien, en su persona, representa al verdugo de sus compatriotas?
Los que acuden como solícitos vasallos a donde se presenta o convoca Hammer —convertido en una especie de flautista de Hamelín, seguido por su procesión de ratas—, a escuchar sus mentiras e incitaciones a desobedecer las leyes, creyendo que él les garantizará impunidad, están equivocados. Igual de equivocado está el ridículo «diplomático» si piensa que también puede violarlas.
La mayoría del pueblo cubano, parafraseando al maestro, prefiere «vivir un minuto de pie que una vida de rodillas». Téngalo presente, señor flautista.
Equivocan el cálculo e incurren en el mismo error que con James Cason, quien actuó de manera similar y solo logró convertirse en objeto de burla, protagonizando una serie de dibujos animados de la TV cubana titulada «Casos y cosas del Cabo Cason». Quizás Mike Hammer esté luchando por su propia versión.
Durante más de seis décadas, hemos enfrentado la hostilidad de la política yanqui hacia Cuba, que ha incluido: un bloqueo genocida, organización y financiamiento de bandas contrarrevolucionarias, actos terroristas, mercenarios internos y una despiadada guerra mediática, entre otras acciones deleznables. En este lapso, ellos han acumulado fracasos y derrotas; nosotros, experiencias y victorias.
Por eso, a pesar de su poderío y el dinero invertido en sus actividades contra Cuba —así como de la maldad, el cinismo y la ausencia de ética con que han actuado en su obsesivo afán de derrocar a la Revolución—, siempre que han venido por lana, han salido trasquilados. No somos un rebaño de ovejas, sino un pueblo digno que sabe defender la soberanía y la independencia de su nación.