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Martí, amor eterno por la juventud y la niñez

Encontramos en las obras de Martí un infinito amor. Hoy quiero reflexionar sobre el la presencia de este sentimiento en las obras martianas, que dejó refrendado en cada uno de sus trabajos.

Por mucho que se haya escrito o dicho, su obra permanece inagotable como manantial del que brotan siempre nuevas ideas y valores humanos.

En la multiplicidad de su pluma y de su pensamiento están presentes también los trabajos dedicados amorosamente a los niños, aquellos que llamara alguna vez «la esperanza del mundo», y a los que obsequió las más variadas y sabias enseñanzas.

Dos textos martianos paradigmáticos que no pueden faltar en un recuento sobre esta parte de su quehacer creativo son El Ismaelillo, ese hermoso poemario dedicado a su hijo, compendio de sentimientos y preceptos para aleccionarlo en su paso por el mundo; y La Edad de Oro, la famosa revista en la que volcó todo su humanismo con tal de hacer llegar a los infantes una literatura comprometida con su tiempo sin dejar de apostar por el futuro.

Martí aseguraba que a los niños no se les debe decir todo lo que han de saber para que sean de veras hombres. Y cuando así se expresaba, no solo estaba pensando en la instrucción, ni en hablarles de los adelantos científicos de la época, de la geografía y las culturas o las costumbres de los pueblos. Se está refiriendo también a la grandeza que guarda el ser humano en su interior y por ello arremete contra los vicios, los antivalores y la corrupción de un mundo que se veía muy alejado de la añorada perfección.

En toda su literatura infantil, nuestro Héroe Nacional deja traslucir un ideal de ser humano cabal, con todas las riquezas que se requieren para conformar ese ciudadano sin manchas.

Son diversos los ejemplos en la propia revista infanto-juvenil. Allí está “Meñique” para demostrar que no necesariamente los pequeños y débiles en apariencia pueden ser sojuzgados por los poderosos, y “Bebé y el señor Don Pomposo”, como diatriba contra el falso amor que se funda en los intereses materiales.

Y qué decir además de ese cuento versificado, “Los zapaticos de rosa”, en el que muestra el cuadro de una época llena de desigualdades y de añoranzas para los más desposeídos.

Porque Martí, ese ser excepcional, ajeno a la opulencia y a lo material, sabe criticar con vehemencia a los que llenan su vida de lujos y riquezas, mientras se empeñan en desconocer que a otros les falta lo elemental para sobrevivir.

Con altruismo, poesía y sentido educativo, supo el Maestro motivar lo mejor de la naturaleza humana y alertar sobre lo peor, para así legarnos un excelente código moral siempre válido a la más joven generación de todos los tiempos.

Y nuestro país, como ejemplo de continuidad, sigue su legado eterno. Hoy vemos su ejemplo en Fidel, Raúl y nuestro presidente de la República de Cuba y Primer Secretario del PCC, en el amor, la entrega y la dedicación por la juventud y la niñez. ¡Martí está más vivo que nunca! Nos corresponde a todos mantener su legado.

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