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Siglo XXI

Los hermanos siempre están allí cuando hacen falta

Mucho se ha dicho y escrito sobre las condiciones que se dan en Latinoamérica para alcanzar la verdadera y duradera unidad. De forma cíclica se crean las circunstancias ideales para ello y de pronto esta se fractura.

De manera increíble, los mismos pueblos beneficiados con las políticas públicas desarrolladas por presidentes progresistas, revolucionarios e, incluso, que asumen posiciones mucho más radicales, socialistas, votan por otro candidato, engañados, manipulados y maniatados por una maquinaria mediática y mecanismos jurídicos, democrático-burgueses, que han logrado destituir y llevar a la cárcel a algunos de ellos.

No me voy a detener en poner ejemplos, porque son varios y la mayoría de los lectores saben a quienes me refiero. Lo cierto es que el Imperialismo, aún con la evidente pérdida de liderazgo que posee hoy en la región, de una forma u otra ha logrado echar por tierra, más de una vez, muchos años de gloria y sacrificios.

Pero, de forma increíble, hay un factor que ha permanecido inamovible durante centurias. Me refiero a la hermandad y la fraternidad entre los pueblos. Cuando ese sentimiento se une a una administración pública progresista, democrática, soberana y popular, adquiere una expresión superior.

Esos son los casos de México y Venezuela, dos países hermanos que en los últimos años han fortalecido su relación bilateral con Cuba, donde los problemas de uno, pasan a ser los problemas del otro.

Un ejemplo reciente lo vimos en Matanzas y ahora, tras el paso del huracán Ian por el occidente del país, a través de la comunicación inmediata entre los presidentes, para coordinar el apoyo necesario que permita enfrentar los daños de toda índole causados por este fenómeno meteorológico.

No son los únicos pueblos y gobiernos que han declarado la disposición de ayudarnos ante esta compleja situación. Pero los destaco para analizar la historia común que constituye causa y condición para que estas cosas sucedan.

Enemigos comunes, primero de España, después Estados Unidos. Hombres y mujeres, héroes y heroínas que hicieron una historia común, con similares sueños y aspiraciones, en una lucha sangrienta hasta alcanzar la verdadera independencia.

No es casual que muchos revolucionarios de los tres países participaron, indistintamente, en las contiendas libertarias de las tres naciones.

Tampoco fue el azar quien llevó a José Martí al exilio en México, durante 15 años, ni que Fidel Castro organizara la expedición del yate Granma en territorio azteca, contando ambos con el apoyo irrestricto de ambos pueblos.

Por eso hoy, cuando usted observa a los tres hermanos, enfrentando juntos esta nueva adversidad, ve que siempre están allí, cuando hacen falta. No podemos menos que enorgullecernos de haber nacido en esta Isla rebelde y heroica, formando parte de esa gran nación que es Latinoamérica.

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