La paz está en todos nosotros
Si no hay nada como estar en paz, ¿cómo existen tantas personas o grupos conflictivos en este mundo, tantos gobiernos con tendencia alejada de lo pacífico, y entidades que no solo apoyan la hostilidad, sino que la exacerban, u otras que no mueven un dedo para evitar contextos que conllevan a guerras?
Desde que el mundo es mundo, los seres humanos vivimos discrepancias y los impulsos nos han llevado a mantener contiendas. Los motivos pueden ser desde la posesión de recursos tan básicos como la comida, así como minerales, la tierra y cuanta riqueza natural exista. El poder, el racismo, la imposición de ideas y sistemas, hasta otras causas menos elaboradas como un desacuerdo familiar en época monárquica, han sido el principio de grandes acontecimientos violentos que hoy recordamos con vergüenza.
Sin embargo, aunque la paz y la resolución apacible de cualquier inconformidad siempre será la otra opción, la mejor, pocas veces se evita. Es como si en realidad los individuos con capacidad de decisión no tuvieran la voluntad de canalizar y llegar a consensos antes de generar caos y muerte. Si no, saquemos cuentas. Busquemos los datos del saldo que nos han dejado los episodios bélicos.
La memoria escrita lo refiere. Desde que la humanidad comenzó a registrar su paso por esta tierra, millones de personas han muerto en enfrentamientos armados, millones han sido desplazadas, y cuantiosos son los desastres que han dejado en cuanto a infraestructura, economía, cultura, medioambiente, estabilidad psicológica y social.
Pensemos en los conflictos más sonados de los últimos tiempos. Las dos guerras mundiales, por ejemplo, pasaron a la historia como una de las peores desgracias que pudieron evitarse, con un resultado aproximado de cien millones de víctimas mortales entre ambas. Las cifras se superan cada vez más, pues no cesan los combates y otras formas de agresión que provocan pérdidas irreversibles.
Recientemente, capítulos sangrientos de gran magnitud han tenido lugar en países como Vietnam, Irak, mientras otras crisis actuales acechan la estabilidad mundial. Siria, Afganistán, Palestina, Ucrania, Somalia, Haití, Sudán, muchos son los territorios que hoy viven algún tipo de situación belicosa. Aunque también naciones que supuestamente permanecen en paz han sufrido episodios de terrorismo perpetrados por grupos armados o gente desequilibrada que han atemorizado a las masas con artefactos de cualquier naturaleza u otras vías.
Al principio de todos los tiempos, quizás el ser humano carecía de raciocinio suficiente para resolver problemas, pero que en pleno siglo XXI sigamos imponiendo muerte y destrucción afirma cada vez más que un mundo de paz seguirá siendo una utopía, si no encontramos voluntad. La ignorancia ya no es argumento, sobre todo cuando la guerra es un negocio macabro que pretende acabar con las personas usando soldados como carne de cañón y sin mirar a la población civil ni tener en cuenta los daños colaterales, solo con el objetivo infantil de la demostración de superioridad.
La paz es un derecho que debemos defender. De acuerdo con la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), este 21 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Paz, una fecha para condenar todo hecho que amedrente la vida humana, para sensibilizar sobre la necesidad de ser compasivos y encontrar vías alternativas para enmendar trances, para aceptar las diferencias y prepararnos para respetar a nuestros semejantes, dialogar, así como vivir en armonía, propiciar ambientes inclusivos, libres de temor y violencia.
Cada año las campañas están enfocadas en que seamos compasivos, conciliadores, que reconozcamos que el odio y la venganza no nos lleva a un mejor sitio, que lo ideal es que hagamos de nuestro planeta un lugar justo, equitativo, y que esto solo es posible si promovemos entendimiento y el alto al fuego en las regiones que viven constantes pugnas, si impulsamos políticas de convivencia y tolerancia. Debemos reflexionar y entender que la paz mundial no es una quimera, que es perfectamente posible porque está en cada uno de nosotros.