La Construcción de un Mito Geopolítico: Sionismo, Poder Estadounidense y la Fabricación del «Derecho Histórico» Israelí

Un amigo me pidió anoche que escribiera sobre la relación entre el actual Estado de Israel y el régimen nazi. Generalmente antes de escribir dedico tiempo a investigar, tanto como sea posible para ser sintético y entendible, está vez la disponibilidad de datos (por aquello de los 360) me cuarta el entusiasmo, no obstante aquí les va un resumen sintético, muy a todo con el momento histórico.
Derecha la flecha, para no emborronar espacio en esta plataforma, los «cimientos seculares» del sionismo (1897-1917) tienen una base fundamental, utilizada para operacionalizar a través de la propaganda —que parte de un profundo nacionalismo e intereses económicos—, y no de la retórica ideología religiosa cantaleteada y coreada por un mundo con la mente atrapada (la guerra cognitiva es más vieja que el tabaco torcido).
El sionismo nace como movimiento nacionalista secular en la Europa del siglo XIX, influenciado por las unificaciones italiana y alemana en un mismo eje ideológico. Theodor Herzl, ateo y asimilado (asimilacionista como corriente contrapuesta a los sionistas), veía la creación de un Estado judío como solución al antisemitismo, no como un mandato divino. En Der Judenstaat (1896), propuso la creación de un estado judio en los enclaves de Argentina o Uganda, alternativas a Palestina. La actual aparición de Argentina en la ecuación global no es puro milagro Mileiano.
La elección final de Palestina respondió a su simbolismo movilizador, no a su centralidad religiosa. Como reconoce el historiador Hans Kohn, el sionismo «no tenía nada que ver con las tradiciones judías; en realidad se oponía a ellas». La idea de la diáspora (70 d.C.) no era más que un concepto religioso; el sionismo lo secularizó como «exilio» para justificar la ocupación colonial.
El colonialismo británico por intereses político promovió el mito del «hogar nacional» (1917-1939). Aquí comienza la instrumentalización del asunto, la Declaración Balfour (Geopolítica disfrazada de filantropía), el apoyo británico a un «hogar nacional judío» (1917) buscaba asegurar el Canal de Suez y debilitar al Imperio Otomano, después del desenlace fatal de Galipolis en los Dardanelos. La carta a Rothschild –banquero clave en la financiación aliada en la Primera Guerra Mundial– revela el cálculo económico.
De tal modo, entre 1882-1939, la población judía en Palestina creció de 24,000 a 630,000, impulsada por fondos sionistas como el «Fondo Nacional Judío» (1901), que compró tierras a terratenientes otomanos ausentes, desplazando a fellahin (campesinos) palestinos. La retórica bíblica («Tierra Prometida») encubría un proyecto colonial clásico: Tel Aviv (fundada en 1909) se declaró «ciudad solo para judíos». Los británicos desplazaban así el problema interno de los judios hacia tierras lejanas.
La etapa oscura del nazismo y la posguerra no estuvieron exenta del problema. Aparece la llamada culpa occidental como capital político (1933-1948), y llega el conocido Acuerdo Haavara o Colaboración con el genocida: Entre 1933-1939, nazis y sionistas firmaron un pacto para transferir judíos alemanes a Palestina. Los nazis veían esto como «limpieza étnica», obviamente los sionistas como la oportunidad demográfica, la edificación del linaje. La SS incluso entrenó a milicias sionistas.
Con la aparición de la ONU 1947, finalmente llegó la solución colonial con rostro humanitario. La partición de Palestina (Resolución 181) fue impulsada por EE.UU. y la URSS. Occidente, sintiéndose culpable por el Holocausto, apoyó un Estado judío ignorando que el 67% de Palestina era árabe en 1947. David Ben-Gurión admitió: «Aceptamos la partición para ganar tiempo». Ya ara entonces había una casta sionista en el enclave, aquellos que en Alemania pudieron pagar 1000 liras para «emigrar». Sin embargo, más de seis millones de judíos (un 20% sionistas) murieron en las cámaras de gas y guetos, los pobres, sin patrimonio no pudieron pagar la cuota o la cota que implicaba vivir en «la tierra prometida». La historia se encargaría de culpar a Europa y compensar las víctimas con una honra moral.
La llegada de la Guerra Fría convirtió a Israel en «portaaviones terrestre» estadounidense (1948-1991). La doctrina de seguridad hegemónica normalizaría los intereses y Truman reconoció a Israel en 1948 no por convicción, sino por presión de lobbies como el AIPAC (fundado en 1963). Eisenhower forzó la retirada del Sinaí en 1956, pero tras la Guerra de los Seis Días (1967), EE.UU. vio en Israel un bastión anticomunista.
La militarización financiada comenzaría en 1948, EE.UU. dió a Israel $260,000 millones en ayuda, el 80% militar. El senador Jesse Helms lo definió como el portaaviones norteamericano en Oriente Medio». Bases como Site 512 (Negev, 1973) monitoreaban amenazas soviéticas, y hoy espían a los países de la región a tan solo 30 kilometros de Gaza.
El Sionismo globalizado vino posteriormente como una casta transnacional envuelta en el apartheid (1991-presente), era la moda colonialista y se crearon las redes de poder sionista: Think tanks (JINSA), lobbies (AIPAC) y fondos (Jewish National Fund), entes que vinculan las élites judías estadounidenses e israelíes. Este entramado «secular» presiona a congresistas: 42 de los 83 vetos de EE.UU. en la ONU (1972-2023) protegen constantemente a Israel de críticas por ocupación .
De muestra un botón: El Plan Dalet (1948) destruyó 500 aldeas palestinas, generando 750,000 refugiados (Nakba). En Gaza (2023-2024), Israel mató a 40,000 palestinos (70% mujeres/niños), ahora aguante el teléfono, corre riesgo de que sea lanzado contra el piso, exagentes del Mossad como Rami Igra defendieron «castigar a niños mayores de 4 años», eco del argumento nazi de que los hijos de víctimas «serían futuras amenazas».
La religión es otra cosa más fina, sin vueltas, es la coartada para la limpieza étnica. La retórica de «tierra bíblica» justifica la colonización de Cisjordania: hoy 700,000 colonos ocupan tierras palestinas. Netanyahu invoca el «derecho histórico de Judea y Samaria», mientras EE.UU. financia el muro de separación ($3.1 mil millones anuales). Para los que se rasgan las vestiduras por el estado sionista solo les pido lean.
La doble cortina de humo enmascara algo que llaman el «derecho histórico bíblico», un constructo moderno que esconde dos proyectos entrelazados, por un lado la hegemonía estadounidense, Israel le funciona como gendarme regional, garantizando acceso a petróleo y conteniendo rivales (Irán, Rusia). Y el nacionalismo secular sionista, una élite transnacional (Herzl → Ben-Gurión → Netanyahu) quienes usan el trauma judío para construir un Estado étnico, desplazando a otro pueblo.
El historiador palestino Rashid Khalidi describe «el sionismo es el último movimiento colonial exitoso, disfrazado de narrativa de liberación».
Si llegó hasta aquí leyendo sin enfadarse sepa que la tragedia palestina no es un conflicto religioso ancestral: es el resultado de una alianza entre imperialismo y nacionalismo étnico, vestida con ropajes bíblicos.
Profundizar en estos asuntos me ha llevado a una conclusión no académica, la causa sionista se ha acostado con los más exitosos proxenetas de la historia.
Por ejemplo: Durante su primer mandato y en su segundo (2025), Trump, el Pacificador, mantuvo el flujo de ayuda militar a Israel, continuando un legado iniciado en 1948. Bajo su supervisión, EE.UU. proporcionó $18,000 millones en armas durante la ofensiva israelí en Gaza (2023-2024), reforzando el papel de Israel como «portaaviones terrestre» estadounidense en Medio Oriente. Este apoyo incluyó vetos en la ONU para proteger a Israel de críticas, una práctica histórica que Trump intensificó. En 2017, Trump cumplió una promesa clave al lobby proisraelí (AIPAC) al reconocer Jerusalén como capital de Israel y trasladar la embajada estadounidense. Esta decisión, respaldada por evangélicos como Cristianos Unidos por Israel, secularizó la narrativa bíblica para consolidar el control territorial israelí, reforzando el «derecho histórico» criticado en el análisis original .
Sin ofender… Ahora si lo desea, busque más información y niegue la descrita en este texto urgente, es su derecho.
PD. No soy antisionista, es que ellos mismos han hecho el trabajo.