De Martí A Fidel: Un solo pensamiento
«De luz se han de hacer los hombres, y deben dar luz. De la naturaleza se tiene el talento, vil o glorioso, según se le use en el servicio frenético de sí, o para el bien humano». José Martí. Obras Completas, 4, 379)
13 de agosto de 1926, habían trascurrido un poco más de 31 años de la caída en combate del Apóstol de la independencia de Cuba, en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895. Lina Ruz, era el nombre de aquella mujer que acababa de traer al mundo al niño, Fidel Alejandro Castro Ruz. Estaba destinado a ser la luz de los pueblos de América.
«Pero los pueblos no están hechos de los hombres como debieran ser, sino de los hombres como son. Y las revoluciones no triunfan, y los pueblos no se mejoran, si aguardan a que la naturaleza humana cambie, sino que han de obrar conforme a la naturaleza humana y de batallar con los hombres como son – o contra ellos.». José Martí. Obras Completas, 2, 62.
Birán, bendecido pueblo perteneciente al municipio de Cueto, provincia de Holguín, se había convertido en la cuna de quién sería el hombre más influyente del siglo XX. Con su grandeza y bondad levantará la autoestima de los oprimidos, y con ello las esperanzas de una nación libre del yugo americano. Solo alguien con sus capacidades sería capaz de lograr el equilibrio de una sociedad dividida por clases, donde los derechos eran sólo para los ricos y no para negros ni pobres.
«Hay que prever, y marchar con el mundo. La gloria no es de los que ven para atrás, sino para adelante». José Martí. Obras Completas, 3, 142.
Era Fidel de los que no se quedaba a la sombra a la espera de que otros hicieran por él, se hundía en los problemas y luego salía a flote con la solución. Nunca buscaba para si el beneficio. La virtud de avizorar futuros fenómenos lo llevó a ser un líder completo, y desde su visión, supo guiar y educar a todo aquel que vio en él, el mejor ejemplo a seguir. Esa era su gloria: brindar su noble mano el mundo.
«Adivinar es un deber de los que pretenden dirigir. Para ir delante de los demás, se necesita ver más que ellos». José Martí. Obras Completas, 4, 193.
Nada parecía sorprenderlo, podía adelantarse al tiempo y saber casi con exactitud todo lo bueno y malo que pasaría, los motivos y las causas. Alertó sobre los conflictos que existen hoy en el planeta, provocados por el genocida gobierno de los Estados Unidos. Vivió con la plena seguridad de que Cuba sabría resistir con firmeza todas las patrañas del imperio Yanqui y sus intentos de derrumbar a la Revolución. Que pasarían los años y las nuevas generaciones marcharían triunfantes frente a la dirección del país, porque consideraba que con el pasar de los años los jóvenes estarían más preparados para asumir el lugar de los líderes históricos y ocupar sus trincheras. Cuan aceptada visión. Poder anteponerse a cada suceso le posibilitó conducir con seguridad, y por el camino correcto, a un país que ha logrado convertirse en la vanguardia de la paz y de la solidaridad, de los cinco continentes.
«El hombre de acción sólo respeta al hombre de actos. El que se ha encarado mil veces a la muerte, y llegó a conocerle la hermosura, no acata, ni puede acatar, la autoridad de los que temen a la muerte. El político de razón es vencido, en los tiempos de acción, por el político de acción; vencido o despreciado, o usado como mero instrumento y cómplice, a menos que, a la hora de montar, no se eche la razón al frente, y monte. La razón, si quiere guiar, tiene que entrar en la caballería: y morir, para que la respeten los que saben morir. No son los admiradores ciegos del prestigio militar los enemigos más temibles de la república, sino los que, en la hora de ser soldados, se niegan a ser soldados». José Martí. Obras Completas, 4, 252.
Con valentía desafió a la muerte, y a pecho limpio les dio la cara a sus enemigos en todo momento. «No se muere cuando se ha sido útil». Se entregó por completo a su Patria y por eso no temía a la muerte. No se lidera a un pueblo si no se es capaz de caminar por los mismos caminos pedregosos, y sufrir el mismo dolor de las masas. Fidel era y sigue siendo pueblo, y con sus pies sangrientos se adentró en las lomas de la Sierra, para bajar convertido en el faro de los que llevaban años a oscuras y sin rumbo, en espera del que podríamos llamar: «El libertador del nuevo siglo».