Un cubano siente su cubanía en cualquier ciudad del mundo

En cualquier rincón del planeta, un cubano lleva consigo un pedacito de su isla, una chispa de cubanía que lo distingue y lo conecta con sus raíces en medio de la lejanía. No importa si se encuentra en Nueva York, París, Buenos Aires o Tokio, siempre hay algo en el aire, en el olor, en la música o en la sonrisa de alguien que le recuerda a su tierra natal.

Así lo experimenté yo mismo recientemente, cuando me vi inmerso en las bulliciosas calles de una gran metrópolis extranjera. Entre el trajín de la gente, los edificios imponentes y los idiomas desconocidos, de repente me encontré con un pequeño restaurante cubano. El olor a arroz con frijoles negros y plátanos maduros me envolvió como una caricia familiar, y supe que allí encontraría un pedacito de casa.
Al entrar, la música de Compay Segundo sonaba suave en el ambiente y las paredes estaban decoradas con imágenes de la Habana vieja. El dueño, un cubano emigrado hacía años, me recibió con una sonrisa cálida y un «¡Bienvenido, compatriota!». En ese momento, sentí cómo mi corazón se llenaba de nostalgia y alegría al mismo tiempo.
Mientras saboreaba un delicioso plato de ropa vieja con moros y cristianos, escuchaba a los comensales hablar en español con acento cubano, compartiendo anécdotas y risas. En ese pequeño rincón de la ciudad extranjera, me sentí en casa, rodeado de mi gente, de mi cultura, de mi cubanía.
Y es que ser cubano va más allá de tener un pasaporte o nacer en la isla. Es llevar en el alma el ritmo de la conga, el sabor del café cubano, la pasión por el béisbol y la calidez de nuestra gente. Es saber bailar salsa, aunque estés a miles de kilómetros de la pista de baile, es tararear una canción de Buena Vista Social Club en medio de la multitud y sentirte orgulloso de tus raíces.
Porque un cubano lleva su cubanía a donde quiera que vaya, y en cada ciudad del mundo encuentra un pedacito de su isla que lo hace sentir vivo, único y eternamente conectado con su Patria. Y así, entre sabores, olores y sonidos familiares, seguimos tejiendo esa red invisible que nos une a todos los cubanos, donde quiera que estemos.
Cubano se nace, no se hace, para poder sentirte cubano: tienes que haber nacido aquí.
¡Viva Cuba!