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Para Fernández, medalla de oro

Si eres revolucionario y hablas con Fernández, te vuelves más revolucionario.

Llevo con orgullo sinigual el haber sido Camilito, alumno de las escuelas vocacionales militares Camilo Cienfuegos. Sin embargo, confieso que llegué a ellas porque me gustaba –y me gusta, más allá del simbolismo que encierra y que comparto–, el color verde olivo.

Por supuesto que la disciplina, la formación integral y culta, tanto de la vida militar como de un amplio universo cultural, fueron dándole más brillo a aquella tonalidad.

Pero realmente supe la magnitud de lo que era un Camilito cuando tuve el honor de conocer a quien, encomendado por el entonces Comandante Raúl Castro Ruz –creador del nombre que llevamos aún con más orgullo–, fecundó el embrión y desarrolló, junto a su esposa, estas escuelas.

Vi el brillo en sus ojos al decirle que fui Camilito. Me preguntó cómo había sido esa experiencia, qué me impactó más, qué era lo que más recordaba. La avalancha de preguntas no tenía que ver con el encuentro en el cual le di la mano por primera vez, convocado –súbitamente– por uno de los artículos que escribo sobre el deporte.

Claro que sabía quién era José Ramón Fernández Álvarez, de sus méritos, de su historia; pero lejos estaba de imaginarme que me llamara muchas veces para debatir diferentes temas del mundo atlético. Fernández era un Camilito, porque es un ejemplo de disciplina, cualidad que le brotaba a flor de piel. Creo que ella hacía que su modestia se desbordara, que su amor y fidelidad por Fidel y Raúl los asumiera como sentido de vida. Si eres revolucionario y hablas con Fernández, te vuelves más revolucionario.

Dejó de existir, físicamente, hace casi cuatro años, pero ayer cumplió 99; sí, porque es difícil no sentirlo respirar; lo mismo en una medalla de oro del deporte, en una victoria de la Revolución, en cualquier aula de una escuela, primaria, secundaria, preuniversitario, o de la enseñanza especial o técnico-profesional.

Se le sigue escuchando con certeza ante lo mal hecho, con el elogio oportuno que no regalaba, siendo siempre el primero en llegar, y con esa aguda y profunda mirada ante los retos, que era su premisa para alcanzar la victoria, como en Playa Girón, cumpliendo las órdenes del Comandante en Jefe.

Recuerdo su singular frase frente a las cada vez más empinadas cotas del movimiento deportivo cubano: «Sánchez, para llegar a los 15 primeros lugares en los Juegos Olímpicos tenemos que subir una mata de corojo en pantalones cortos», o aquella otra que encerraba, desde el universo deportivo, la firmeza y la fe en la victoria de la Revolución: «nosotros no vamos por un pronóstico, vamos a cumplir un propósito». Fidel escribió, el 24 de agosto de 2008: «Para el honor, medalla de oro». Cuando uno lee esa reflexión, no puede evitar pensar en Fernández.

Redacción Razones de Cuba

Trabajos periodísticos que revelan la continuidad de las acciones contra Cuba desde los Estados Unidos.

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