fbpx
ESPECIALES

Palestina: el infierno de este mundo

A más de cuatro meses de iniciada la escalada de violencia sin precedentes que ha exacerbado hasta límites inimaginables el conflicto israelo-palestino, la Franja de Gaza se convierte, minuto a minuto y sin esperanzas de revertir esa realidad, en el infierno de este mundo.

Cuando pensábamos que era imposible que un pueblo atacado en sus más profundas raíces durante 75 años fuera capaz de vivir algo peor que la Nakba de 1948 o la Guerra de los Seis Días en 1967, la prisión al aire libre más grande del mundo, como se le conoce a este enclave palestino, ha visto morir a más de 28 mil de sus hijos y otros 67 mil han resultado heridos en 120 días, en una limpieza étnica solo comparable al exterminio judío a manos del nacismo alemán.

Desde la ofensiva del movimiento palestino Hamás, que gobierna la Franja, el pasado 7 de octubre, en respuesta a los continuos ataques perpetrados por el ejército sionista contra la nación árabe que se juega el todo por el todo en una batalla en defensa de su derecho a existir y su soberanía como nación, la comunidad internacional continúa tratando con mano tibia una situación que tiene prácticamente en pie de guerra a una zona geográfica altamente estratégica, donde la calma total ha sido siempre una quimera.

En una guerra que durante décadas ha constituido la justificación de intereses capitalistas, primero europeos y ahora norteamericanos, en la cual las diferencias entre los diversos pueblos islámicos ha sido también un arma utilizada en su contra y donde la religión se alza como el motivo que intenta justificar tanta barbarie “en el nombre de un dios” o en busca de alcanzar una bíblica “tierra prometida”, los palestinos siguen pagando con sangre el “fatalismo geográfico” que desata la codicia y la ambición.

Allí, en Gaza, una pequeña porción de tierra rodeada por un lado por las aguas del Mediterráneo oriental y por el otro por las vallas metálicas y muros armados que limitan su suelo con el del ocupante israelí, no existen ya ningún sitio donde estar a salvo.

Rafah, el último reducto de algo parecido a la seguridad, ciudad fronteriza con Egipto y donde un millón y medio de palestinos vivía desplazados en campamentos de campaña, bajo una supuesta protección de los organismos internacionales, fue atacada, en otra masacre en la cual la mayoría de las víctimas son los niños y las mujeres, simplemente porque hay que acabar de raíz con una raza y para eso los niños son tiro al blanco, porque son la esperanza, representan un futuro.

En medio de este panorama, no solo el fuego y el plomo resultan armas, aún más certeras y mortíferas pueden ser las palabras que tejen una brutal campaña mediática en la cual el sionismo es igualado al judaísmo, en busca de la anuencia de los creyentes de una de las religiones monoteístas más grandes y antiguas de la historia y en la que árabe y terrorista son la misma cosa, en otro intento de convertir a los fieles del islam en simples bárbaros incivilizados entrenados solo para matar en el nombre de Alá.

Y es que en pleno siglo XXI, las guerras y sus causas y justificaciones también se construyen para inclinar la balanza a favor de intereses superiores en un camino en el que dinero y política van siempre de la mano, amparados en dobles raceros que permiten seguir considerando “civilizados” y “dueños de la verdad”, a quienes mueven los hilos del crimen, el saqueo de recursos, las guerras civiles contra gobierno legítimos y el desequilibrio de buena parte del mundo.

Para quienes son dueños de cámaras y micrófonos y a quienes la guerra, cualquier guerra proporciona grandes dividendos, un niño palestino es un simple daño colateral en un campo de batalla donde un barril de petróleo vale más que una vida.

Mariley García Quintana

Periodista en CMHW La Reina Radial del Centro

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba