Masacre en Palestina ¿llegará finalmente la paz?
Cuando este 7 de noviembre se cumplió un mes de la escalada de tensiones entre Israel y el movimiento Hamás de Gaza, más de 10 mil 300 palestinos han perdido la vida, entre ellos 4 mil 237 niños y 2 mil 719 mujeres, cifra que lamentablemente aumenta a cada minuto de un conflicto que no vislumbra una solución inmediata, ni tan siquiera a mediano plazo.
Tras 75 años de enfrentamientos entre el gobierno sionista de Tel Aviv y la nación árabe, recrudecidos con la violación israelí del acuerdo territorial de 1948 que recogía el establecimiento de dos estados, uno judío y otro musulmán, exacerbados luego de la Guerra de los Seis Días en 1967, cuando Israel expulsó a más de 200 mil palestinos de sus tierras y se apropió de la mayor parte de su territorio, la guerra israelo-palestina constituye, hasta la fecha, el enfrentamiento armado más largo de la historia.
En interminables altas y bajas, algunas treguas, varios momentos de esperanza con el intento de acuerdos que han buscado poner fin a dicha situación, la lucha del pueblo palestino en defensa de su legítimo derecho a la soberanía y sobre todo, a su existencia, se ha transformado, sobre todo en pleno siglo XXI, en una batalla geopolítica con numerosos intereses extranjeros involucrados, en una zona geográfica altamente estratégica desde todo punto de vista.
Al respecto, resulta demasiado “inocente” creer que lo único que mueve semejante masacre ahora mismo es el derecho palestino a una nación y el acérrimo conflicto religioso entre musulmanes y judíos, recrudecido por las pugnas por el dominio de Jerusalén Oriental, ciudad sagrada para las tres grandes religiones monoteístas del mundo: el Islam, el Judaísmo y el Cristianismo.
Si bien este es el problema medular e irresuelto que encabeza todos los reclamos del país árabe, problema que además no fue considerado nunca por ningún mandatario sionista como algo “importante”, lo cual lógicamente anuló todo posible establecimiento de la paz, lo cierto es que el mantenimiento del Estado de Israel como único país en dicha área se traduce en el dominio total del gobierno de la Casa Blanca y de la OTAN de ese enclave territorial.
Llave oriental del mar Mediterráneo y base de operaciones a pocos pasos de las costas de Irán, de Turquía, punto de mira para “vigilar” más de cerca a Moscú, al Viejo Continente, ruta imprescindible rumbo a Asia y amenaza permanente hacia otras naciones árabes “enemigas” de Washington, dígase Siria, Irak y el Líbano, el territorio palestino se ha convertido en campo de batalla de intereses muy superiores a su propia existencia como país.
Lamentablemente, como mismo han cambiado los tiempos, ha tenido que cambiar la “estrategia” de Israel y sus poderosos aliados para intentar, de una vez y por todas, “solucionar el problema palestino”.
Ya no pueden expulsarlos como aquellos miles del 67, como esos que fueron masacrados luego en el campamento libanés de Sabra y Chatila en 1982; ya no es suficiente con mantenerlos aislados unos en la Franja de Gaza y otros en Cisjordania, en dos pedazos de un mismo país totalmente incomunicados entre sí y en condiciones comparables únicamente con los campos de exterminio nazi, ahora es necesario literalmente eliminarlos.
Para ello, la Franja de Gaza se ha convertido en zona de masacre, donde no entra ni sale nadie, la ayuda humanitaria es nula y numerosos periodistas que intentan contar la verdadera realidad han pasado a engrosar la lista de asesinados, porque la verdad es la que marcan las grandes transnacionales de la comunicación mundial, esas que enmarcan este episodio solo desde el ataque de Hamás del sábado 7 de octubre, cuando los judíos celebraban el Sucot, una de sus festividades más importantes.
Discurso mediático que, por supuesto, no sería capaz de contar que el pasado mes de abril, durante el Ramadán árabe, numerosos fieles fueron asesinados a sangre fría mientras rezaban en la Mezquita de Al-Aqsa, mucho menos explicar que en los hospitales palestinos, en los pocos que funcionan, se opera a sangre fría, sin fluido eléctrico, sin oxígeno y por supuesto, imposible que las agencias de prensa que cobran en euros o dólares estadounidenses admitan que en estas siete décadas Palestina y su soberanía han sido la macabra punta de lanza, primero del Imperio Británico y luego de Washington, porque el poder y el dinero valen mucho más que las vidas de miles.
Pero quizás, con lo que no contaba el gabinete de Bejamin Netanyahu, el mismo que declaró recientemente a ABC News que “Israel tendrá durante un período indefinido la responsabilidad general de la seguridad porque hemos visto lo que sucede cuando no la tenemos”, (traducido: poco o nada respetaremos el supuesto establecimiento de un Estado palestino), es con la inigualable resistencia del pueblo árabe, ese que continuará educando a sus generaciones venideras, las que seguirán creciendo en plena guerra, como los futuros combatientes defensores de su causa, la misma de sus ancestros.
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