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Nuestro pueblo tiene suficiente prédica martiana que lo anime y lo inspire

Nuestro pensamiento se remonta a aquel día, afortunado para nuestra patria, del año 1853 en que nació el apóstol Martí.

(…) Toda la vida de aquel hombre extraordinario que cayó en Dos Ríos después de dedicar su pensamiento y su energía, casi desde niño, a la causa de la libertad de su patria; toda una vida, no solo de aquella generación, sino de varias generaciones; (…) porque la importancia de aquella fecha es que de nuestro pueblo surgió aquel hombre que habría algún día de señalar con claridad meridiana el camino a seguir. Junto con él lucharon los cubanos de su generación y las generaciones que vinieron después (…).

Cayeron muchos en la lucha, otros tuvieron que afrontar, más de una vez, el amargo sabor de la adversidad. ¡Qué lejos estuvieron los que tal vez se alzaron en armas con la idea de que, transcurrida la guerra, siempre dura y siempre amarga, algún día podrían ver realizados, en la patria libre, los postulados que dieron fuerza a los brazos de nuestros primeros mambises! (…)

  • ¡Cuántos bajaron a las tumbas y cuántos vieron transcurrir los años en impaciente espera, y cuántos incluso tal vez perdieron sus ilusiones en el camino!
  • ¡Cuántos perdieron sus esperanzas, porque hay que pensar y meditar que un pueblo que luchó con tesón inigualado, tuvo que vivir en cada uno de sus hijos buenos la amargura de no ver convertidos en realidad aquellos sueños y sumando el dolor de cada uno de ellos, ha sido el dolor de millones de seres humanos durante un siglo!

(…) Y esta generación, que es la Generación del Centenario del Apóstol, porque fue en el Año del Centenario donde se inició la lucha, que después de varios años habría de concluir en esta oportunidad que tiene hoy, esta Generación del Centenario puede decir al fin, que tiene en sus manos los destinos de la patria que no tuvieron las generaciones anteriores, porque fuerzas más poderosas que la suma de todos los heroísmos y sacrificios de nuestro pueblo impidieron a las pasadas generaciones esa oportunidad.

Por primera vez es el pueblo dueño de sus destinos, y lo que hagamos ahora de nosotros depende; el triunfo definitivo de nosotros depende, porque en nosotros está la fuerza para llevarla adelante o la debilidad que la haga fracasar.

En nosotros ha de estar la virtud que permita llevar felizmente adelante el propósito que nos hemos impuesto o estarían los vicios que nos hicieran fracasar; en nosotros ha de estar el valor que permita el triunfo definitivo o la cobardía que haga posible el fracaso definitivo.

En nosotros pues, en esta generación que ha sido afortunada en la oportunidad, está también la tremenda responsabilidad, porque de las filas del pueblo salen los conductores, de las filas del pueblo salen los héroes, de las filas del pueblo salen los valientes, de las filas del pueblo surgen las fuerzas que puedan permitir el triunfo de un pueblo, como de las filas surgen también –infortunadamente– los traidores o los desertores, y surgen los de poca fe, y surgen los cobardes. Que nosotros hoy sí podemos decir de una vez que en nuestras manos está nuestro destino; y de nuestro pueblo, solo de nuestro pueblo, dependerá que la oportunidad sea una oportunidad para el triunfo definitivo. (…)

¿Por qué tenemos fe? ¿Por qué tenemos confianza? Tenemos confianza porque los cubanos buenos son abrumadora mayoría sobre los cubanos malos; porque los valientes, los cubanos valientes, y los cubanos virtuosos, los cubanos generosos, los cubanos entusiastas, son, constituyen, abrumadora mayoría sobre los cubanos egoístas o cobardes, o sietemesinos, como llamaba Martí a los hombres que no tenían fe en su pueblo. Por eso, porque contamos con un pueblo semejante, en que hay una proporción de virtud tan extraordinariamente mayoritaria, es por lo que creo que esta generación aprovechará la oportunidad que le brinda el destino de la nación para culminar en la victoria definitiva.

Y es que la virtud ha crecido en nuestro pueblo, porque si estudiáramos el pasado, nos encontraríamos que los hombres que encendieron la chispa de la libertad, los hombres que encendieron la llama del patriotismo, eran entonces una exigua minoría; los pioneros de nuestra patria fueron minoría y durante un tiempo considerable los hombres verdaderamente patriotas fueron minoría. Y gracias al ejemplo bueno, y a pesar del ejemplo malo; gracias a que el pensamiento y la luz a la larga se imponen; gracias a que la verdad siempre, más tarde o más temprano, la verdad que se escribe con sangre de pueblo, triunfa. (…)

Y estos contrastes son, los que en momentos como este, nos hacen meditar y pensar en todo lo que ha costado ese anhelo de que fuese algún día nuestro pueblo dueño absoluto de nuestro destino y tuviese en sus manos la gran oportunidad; y como esa oportunidad hay que saberla utilizar, como esa oportunidad hay que defenderla, es por eso que tenemos que sembrar dignidad en nuestro pueblo, es por eso que tenemos que hacer realidad aquel apotegma martiano que él quería que fuese «la ley primera de la república: el culto a la dignidad plena del hombre». (…)

Y ese debe ser el propósito fundamental en un acto como este: fomentar lo que más necesita un pueblo pequeño, lo único que salva a los pueblos pequeños:  la dignidad. Y por eso, lo que nosotros tenemos que prometerle a nuestro Apóstol, lo que nosotros tenemos que jurar ante el recuerdo y ante la estatua de Martí, es ser un pueblo digno. (…)

Fomentemos, pues, la virtud, fomentemos la dignidad, reverenciemos cada vez más a nuestros fundadores, recordemos cada vez más a nuestro Apóstol, más cada año y no por un motivo solo de gratitud, sino por ser necesidad, porque los necesitamos, porque necesitamos que con nosotros libren las batallas que estamos librando; recordémoslo y venerémoslo cada vez más y con más fervor. (…)

Y así, marcharemos adelante, reafirmando nuestra soberanía, haciendo leyes justas, dándoles tierra a los campesinos, escuelas a los niños, hospitales a los enfermos, trabajo a los desempleados, horizontes prometedores a nuestra juventud y a nuestro pueblo todo. Así continuaremos derribando fortalezas, y haciendo escuelas, con optimismo y con seguridad, porque creo en nuestro pueblo, porque estoy seguro de que tiene temple y tiene virtudes suficientes para marchar por este camino, porque tiene sobrados ejemplos que lo alienten, suficiente prédica martiana que lo anime y lo inspire.

Fuente: Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en la cena martiana ofrecida por el Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda, efectuada en la Plaza de la Revolución, el 27 de enero de 1960.

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