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La cultura como estandarte en tiempo de manipulación

El 20 de octubre de 1868, Bayamo vibró al compás de la melodía y la letra de La bayamesa, un himno de combate que desafiaba a las autoridades coloniales y convocaba a los cubanos a la lucha contra la metrópoli española. Más tarde, esta composición devino en Himno Nacional de nuestra República. En honor a la conmemoración, desde 1980 se celebra en Cuba el Día de la Cultura cubana.

Antecedentes históricos

Pero esos no son los orígenes de la tonada patriótica. El 13 de agosto de 1867, en una reunión para planificar el levantamiento armado por la independencia de Cuba, Francisco Vicente Aguilera y Francisco Maceo Osorio le encomendaron a Perucho Figueredo la composición de un himno que “fuese como La marsellesa de los revolucionarios cubanos”.

Su primera presentación pública, reseñan los historiadores, tuvo lugar el 11 de julio de 1868, bajo la mirada de las autoridades españolas. En esa ocasión la pieza musical se tocó sin letra, por la orquesta de Manuel Muñoz Cedeño. Sería en la toma de Bayamo, 10 días después del inicio de las luchas por la independencia, que los cubanos entonarían por primera vez este himno de combate, enardecidos por la victoria, dando vivas a Cuba libre y a los revolucionarios.

Los acontecimientos históricos sirvieron de pretexto para una celebración de carácter nacional, cuyo objetivo es ponderar lo mejor de las tradiciones y costumbres características del pueblo de la Mayor de las Antillas. Cultura no es solo arte, sino saber e idiosincrasia, razón, vida y verso.

Un escudo contra los ataques

“La Revolución –decía el Comandante en Jefe Fidel Castro– significa precisamente más cultura y más arte. Les pedimos que pongan su granito de arena en esta obra que, al fin y al cabo, será una obra de esta generación. La generación venidera será mejor que nosotros, pero nosotros seremos los que habremos hecho posible esa generación mejor.  Nosotros seremos forjadores de esa generación futura”.

Allí hacía referencia al influjo del triunfo revolucionario en la configuración de las diversas expresiones culturales al interior de la Isla. No fue solo Revolución en la sociedad, sino en el arte, en las costumbres.

Múltiples debates se estructuraron alrededor de la expresión artística en el periodo revolucionario. De particular interés resulta el discurso palabras a los intelectuales, del propio Fidel. De ese espacio ha trascendido una histórica frase: “dentro de la Revolución todo; contra la Revolución nada”. En un contexto donde el arte se utiliza como punta de lanza contra el Estado cubano, resulta imprescindible no perder de vista su esencia.

No pocos artistas cubanos, de mayor o menor magnitud profesional, se han prestado para seguirle el juego a quienes atacan a Cuba. Forma parte de la miseria humana, que siempre busca el beneficio individual, y no colectivo. La mayoría forman parte del grupo que emplea los “berrinches” contra la Revolución como estrategia para migrar. Podríamos preguntarnos dónde termina el arte y comienza la fachada.

No perdamos nunca de vista que la cultura cubana es más grande que todo esto. El mercenarismo no puede tener cabida dentro de ese cuerpo inmenso de la nación, en sus variadas expresiones de autonomía y autenticidad.

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