La Corrupción
Corrupción, entre otras acepciones, se considera como “abuso de poder o mala conducta”.
En Cuba, los hechos de corrupción, en altos niveles de los órganos de gobierno, constituyen una excepción, pues desde el inicio mismo de la Revolución ha sido algo que se ha combatido enérgicamente, por lo cual existe, a escala de la sociedad, un rechazo a este tipo de conducta, tipificado como delito, en el actuar de cualquier funcionario público.
Recientemente, se dio el caso de un Viceprimer Ministro del Gobierno, que incurrió en este tipo de hecho delictivo, de lo que se informó al pueblo y, en torno al mismo se ha desplegado una gran campaña mediática, cuyo propósito más que ofrecer una información es denigrar a la Revolución y sus dirigentes.
En cierta medida, es lógico que este hecho llame la atención, porque en Cuba rara vez se da, es algo inusual y resulta incompatible con los principios que defendemos y en los cuales nos han educado Fidel, Raúl y nuestro Partido.
Estos casos, generalmente, son cometidos por personas con determinadas ambiciones personales, que se proponen vivir por encima de sus posibilidades, o por encima de los demás, y en la práctica son elementos simuladores, de doble moral, que predican una cosa ajena a lo que hacen y sienten. Estas conductas siempre nos duelen porque con su actuar traicionan la confianza que el pueblo, sus compañeros y la Revolución han depositado en ellos.
Como ha sido y es tradición de la máxima dirección en nuestro país, siempre partiremos de la verdad, esa que purifica, fortalece y cura, y no permitiremos que nada ni nadie empañe la pureza y la conducta ejemplar de la Revolución, sea quien sea y ostente el cargo que ostente.
Como tantas otras veces, continuaremos con la frente en alto, sabiendo que sobre el infractor recaerá el peso de la Ley, mientras que nosotros seguiremos adelante con esta Revolución que ni corruptos ni traidores podrán detener.
A tenor con esto, quisiera citar el siguiente pensamiento de José Martí: “A nuestras almas desinteresadas y sinceras, nuestras almas que son urnas, que son espadas, que son altares, no llegará jamás la corrupción”. (Periódico Patria, New York; 24/11; t.3; p.401).