El mito de los países emergentes
Existen varias adivinanzas infantiles que son juegos basados en el manejo de nuestra atención. La trampa siempre está en algo muy llamativo que atrapa nuestra atención, ocupación o preocupación para distraernos de lo esencial. Un sombrero y una caja para que no veamos el movimiento de los dedos del mago. Es curioso que los primeros en adivinar normalmente son los que no están desesperados por adivinar o ser los primeros, sino los buenos observadores.
Cuando un conocido y prestigioso político nos dice desde la pantalla, por ejemplo: «todos entendemos que lo primero es la economía» y, de inmediato, los que no entendemos nada, creemos en eso que se supone que ‘todos entendemos’, aunque realmente la economía en todo y para todos siempre es lo primero. Esto es un clásico ejemplo de manipulación.
En el análisis político de los últimos años, se habla cada vez más de los ‘países’ o los ‘mercados emergentes’, casi siempre con una connotación totalmente positiva, apuntando a la posibilidad de desarrollo para los que antes eran atrasados y pobres. Se aplica una mirada muy simplista, comparando los imperios económicos tradicionales con sus excolonias o semicolonias y luego se construye el cuento sobre el desarrollo y las oportunidades de crecimiento para todos.
Y solo el hecho de la acostumbrada confusión semántica de ‘los países’ con ‘los mercados’ nos hace sospechar que aquí hay una trampa política. La trampa se llama neoliberalismo.
Si buscamos los orígenes del término ‘países emergentes’, descubriremos que nació en la década de los 80, cuando la dictadura militar de Pinochet estaba dando a los chilenos clases sobre ‘capitalismo popular’, la prensa seria internacional le mentía al mundo sobre el ‘milagro económico chileno’ (al igual que miente hoy sobre Rusia y Ucrania) y Francis Fukuyama escribía sus delirios milenarios de mal agüero sobre ‘el fin de la historia’. El autor del término ‘mercados emergentes’ fue el economista del Banco Mundial Antoine van Agtmael y así se decidió referirse a aquellos países que se destacaban por su rápido crecimiento económico, junto con su progresiva internacionalización y a veces industrialización.
Uno de los bancos más importantes del mundo, el BBVA opina: «Los expertos calculan que hacia el año 2050 seis de las siete mayores economías del mundo serán países emergentes. Su rápido crecimiento implica un desafío, la sostenibilidad. Gobiernos sólidos, inversión de multinacionales que ayuden a expandir los criterios sostenibles y ciudadanos concientizados son la hoja de ruta». Y después, en su página oficial bajo una foto futurista que refleja la modernidad sostenible o la sostenibilidad moderna, sigue: «El Banco Mundial no tiene dudas. En 2050, el 85 % de la población mundial vivirá en países emergentes. Y el Pacto Mundial, iniciativa de Naciones Unidas para promover los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en el sector empresarial, admite que la mitad de las oportunidades para un crecimiento sostenible de la economía se encuentran en esas áreas en desarrollo». «Atender estos mercados hoy –aseguran sus responsables– permite posicionarse en los mercados del mañana al tiempo que permite a las empresas contribuir a dar respuesta a los retos en materia de desarrollo sostenible».
Está bien que los bancos, a diferencia de los humanos, no tienen dudas. Los seres pensantes y que dudamos siempre tenemos la oportunidad de revertir la historia cuando nos damos cuenta de que estamos amenazados.
Lo más especial y monstruoso del neoliberalismo es que no ve la diferencia entre un país (y cuando toman o controlan el poder, un Estado) y la empresa privada. Por eso es tan lógico que un lindo discurso sobre el progreso y las oportunidades para todos, dentro de su lógica, inevitablemente se convierte en cárceles, torturas, guerras, censura, destrucción de la cultura, abolición de la educación y las ingeniosas estrategias comerciales para deshacerse de la población sobrante para el dios Mercado.
Una de las principales tareas de los medios de comunicación controlados por las corporaciones transnacionales fue convencernos de que un rápido crecimiento económico debería ser el fin superior de nuestras míseras vidas y, que el aumento de los niveles de consumo cubriría las necesidades básicas de cualquier ser humano.
Esto mismo hicieron los medios en español en Latinoamérica en los años 80 y lo mismo repitieron otros medios de los mismos con las mismas, traduciendo ese discurso literalmente al ruso en los años 90. Era la manera más contundente de poner fin a todas las discusiones filosóficas y éticas de la humanidad y abrirnos el camino hacia la inteligencia artificial, ya que la nuestra (la inteligencia) claramente no nos alcanzó.
Es muy curioso que cada vez que se trata el tema de los ‘países emergentes’, se habla casi siempre de sus mercados y de las grandes oportunidades de negocios y casi nunca del desarrollo humano de sus habitantes. El gran maestro de la economía de mercado, Augusto Pinochet, hablaba de la teoría del chorreo, asegurando que mientras más ricos sean los más ricos, más migajas de su mesa van a caer a la mesa de los pobres, que por eso deben cuidar a los ricos.
Me gusta mucho la idea del desarrollo de los países de América, Asia, África y Oceanía que ayer eran muy pobres y totalmente dependientes. Solamente que no creo que un crecimiento económico mecánico, solo por la pura magia del dinero, pueda generar el desarrollo humano, es decir, el de los seres que piensan, que sienten y que sueñan con algo diferente de un nuevo crédito de consumo o un éxito personal en la eterna competencia con el prójimo.
Los ‘países emergentes’, que son definidos y catalogados así por diferentes instituciones financieras internacionales y cuyo número por razones de afinidades políticas normalmente no coincide, son muy diferentes en sus culturas, tradiciones y modelos sociales. Aplicarles a todos la misma lógica economicista, como exigen las corporaciones y los Gobiernos bajo su control, a lo largo tiempo significa destruir sus pueblos, aunque formalmente sus Estados cumplan con sus mayores metas macroeconómicas.
¿Qué vamos a hacer con lo verdaderamente urgente ahora, que es lo humano, lo ético? Aunque el cascarón brille y todo se vea floreciente por el crecimiento económico de nuestros países que antes eran los ‘atrasados’, hoy convertidos en ‘avanzados’…, pero avanzados ¿hacia dónde?
Por: Oleg Yasinsky