El Che en los pilares de la medicina social y solidaria
En los albores de la Revolución en el poder, el 20 de agosto de 1960, el Comandante Ernesto Che Guevara encontró tiempo para pronunciar un discurso en el acto inaugural de un curso político organizado por el Ministerio de Salud Pública de Cuba, para la orientación de sus profesionales.
El médico del alma y del cuerpo que siempre fue, estuvo presente en aquellas palabras medulares, en medio de las ingentes tareas que encabezaba, en otros frentes, en una Cuba que bullía al toque de cambios profundos, dictados por un programa gigantesco de justicia social.
Estudiosos y todo aquel que repase su texto constatan cuánta sintonía, de fondo y no circunstancial, había en las concepciones de Fidel Castro, el líder de la Revolución, y el Che, sobre todo en el papel social que, en lo adelante, debía ser convicción de los profesionales de la salud cubanos, pues estaba en el meollo de la práctica revolucionaria.
Y así empieza el Guerrillero Heroico resaltando la importancia decisiva de lo que hoy se denomina voluntad política, para que se lleven a cabo verdaderos e inclusivos proyectos mas sanitarios, de largo aliento.
Destacó entonces el papel de la Revolución, que ejecutaba desde el primer día el programa del Moncada concebido años antes por Fidel en su histórica autodefensa.
Y pasó a resaltar otro elemento vital, la importancia de la unidad y la inclusión de todos los implicados, junto al pueblo, pues los esfuerzos aislados de nadie, por loables que fueran, caerían en el vacío sin todo un sistema político social que los apoyara. Una verdad tan meridiana todavía para numerosos países del área.
El médico tendrá que ser capaz de compaginar los esfuerzos individuales, sus aspiraciones de realización personal, con las necesidades de la sociedad, puntualizó el doctor Ernesto Guevara.
Y llegó a hablar de lo que estaba viendo nacer en Cuba y sería necesario hacer realidad: crear un nuevo tipo humano en general, no solo entre los profesionales de la medicina. Ese tipo humano, el que más tarde llamaría Hombre nuevo, debía ser el arquitecto de sí mismo y actuar movido por el desinterés, el altruismo y la solidaridad.
En ese plano individual comentó al destacar la importancia del hombre y la mujer protagonistas: “La calidad del individuo. La Revolución no es, como pretenden algunos, una estandarización de la voluntad colectiva, de la iniciativa colectiva, sino todo lo contrario, es una liberadora de la capacidad individual del hombre. La Revolución sí tiene una función orientadora de esa capacidad”.
“Nuestra tarea hoy es orientar la capacidad creadora de todos los profesionales de la medicina social”.
Y sustentaba el Che Guevara que a partir de la práctica social, sería también un objetivo que todos los trabajadores de la medicina usaran “la nueva arma de la solidaridad”.
Porque en tiempos de paz y construcción, así como de inmenso dolor, la solidaridad crece y se multiplica en significados, como hoy lo está haciendo. Algo que no entenderán jamás las conciencias que solo se estimulan por el dinero.
Ahí estaban las esencias de lo que muy pronto sería la praxis cubana de internacionalizar la asistencia médica hacia otros lugares del mundo, que empezó en Argelia en ese tiempo.
Luego se incluyeron tareas de socorro, puntuales primero, más tardes organizadas con conocimientos de avanzada en el entregado Contingente Henry Reeve, gloria de la nación.
El doctor Guevara destacó el carácter preventivo, además de curativo y de asistencia social que ya estaba en el centro de la política de la Revolución.
Se trata de uno de los basamentos del actual sistema sanitario cubano que al principio cristalizó en las campañas de vacunación masivas y por sectores etarios o de riesgo, en el emergente desarrollo científico impulsado y en programa del médico de la familia distribuido por toda la geografía nacional, gracias a la visión y empeño de Fidel.
“El principio en que se basare el atacar las enfermedades, dijo entonces el Che, es crear un cuerpo robusto, pero no es crear un cuerpo robusto con el trabajo artístico de un médico sobre un organismo débil, sino crear un cuerpo robusto con el trabajo de toda la colectividad, sobre todo esa colectividad social”.
Ya anunciaba el carácter integral, sistémico, generalista, científico y también especializado, estimulador del auge científico que tendría la medicina cubana y que tanto Fidel y él concebían tan tempranamente.
Y aunque el Che Guevara utilizaba con frecuencia los vocablos médicos y medicina, aclaró que hablaba a todo el personal del sector, entre los que mentó los de enfermería y laboratorio.
Ponderó la relevancia de que ese tipo de profesional y trabajador se integrara totalmente a la nueva sociedad: a las milicias, por ejemplo, y reconociera que no solo estaba capacitado para asistir y orientar a la población sobre hábitos y prácticas saludables, podía aprender mucho del pueblo.
Él conocía del carácter elitista de la práctica de la medicina en el capitalismo, su espíritu mercantil, y aunque en Cuba ya no sucedería en lo adelante, preconizaba la existencia de un personal que condenara y se apartara de ese estilo deshumanizado a partir de sus propias creencias y humanismo.
Con palabras de José Martí, invitando a poner manos en la obra, el Che terminó aquel discurso iniciático: “Hacer es la mejor manera de decir”. Cuánto rigor en síntesis, como dijo el poeta.