Divisiones al interior del MAS ponen en riesgo estabilidad política en Bolivia

El Movimiento al Socialismo (MAS), partido político que rige los destinos del Estado Plurinacional de Bolivia desde que llegó a la presidencia el primer mandatario indígena, Evo Morales Ayma, hace 17 años, vive hace meses la peor desavenencia en sus filas jamás vista, nada más y nada menos que entre el propio Morales y el actual presidente Luis Arce Catacora.
Evo Morales, quien guió el gobierno boliviano desde enero del 2006 hasta el golpe de estado anticonstitucional de la opositora Jeanine Añez en noviembre del 2019, encabezó frente al MAS la mayor transformación económica, política y social vivida por el país andino, dirigida al beneficio de la inmensa mayoría olvidada y sometida por décadas a intereses extranjeros, enfocados en la explotación de sus enormes yacimientos minerales.
La restauración del MAS en el poder llegó con la presidencia de Lucho Arce en octubre del 2020, quien antes, como militante del propio Movimiento, había sido ministro de Economía y Finanzas de Morales Ayma desde el 2017 hasta su salida forzosa de La Paz.
Dicho escenario de continuidad política parecía hasta hace unos meses el idóneo para que el país, cuya economía cerró el pasado 2022 con un crecimiento importante, marcado por un récord en sus exportaciones, símbolo de la recuperación tras el periodo de gobierno de facto, continuara avanzando sin grandes sobresaltos, aun con la crisis mundial que hoy vivimos todos en mayor o menor medida.
Pero nada más alejado de la realidad al interior de su principal fuerza política, marcada ahora mismo por la fragmentación de sus militantes, en lo que se vislumbra como una pelea de poder, agudizada tras el anuncio de Morales Ayma de presentarse de candidato del MAS a las elecciones del 2025, lo que podría terminar en una ruptura total entre ambos líderes en plena campaña presidencial.
“Me han convencido, voy a ser candidato, me han obligado, la gente quiere”, dijo el expresidente a pocos días de celebrarse este 3 de octubre el congreso del MAS, al cual está previsto que solo asistan sus seguidores y cuyos resultados serán desconocidos por Arce Catacora, quien a su vez declaró que “no van a estar los verdaderos dueños, las organizaciones sociales fundadoras del MAS”, muestra del profundo divisionismo de la izquierda boliviana.
La fractura ha tenido episodios de batallas campales entre organizaciones sociales divididas y provocó el bloqueo legislativo de los parlamentarios evistas a las decisiones de Arce y las amenazas de los seguidores de Morales de un “terremoto político” en el país si el exmandatario es inhabilitado como candidato del MAS por el Tribunal Constitucional.
Tras meses de reclamos de las dos partes por decisiones políticas y gubernamentales que llevaron a los militantes del MAS, poco a poco, a tomar bando por uno u otro líder, a lo que se suma que el actual gabinete no cuenta con la mayoría necesaria en el Congreso para aplicar determinado tipo de legislaturas, lo cierto es que la oposición tiene el caldo de cultivo ideal para continuar ejerciendo su cuota de poder.
Según varios investigadores del tema de “cómo se alineen las fuerzas judiciales” y el Tribunal Supremo Electoral dependerá el futuro de la contienda entre Morales y Arce en su postulación para el 2025.
En medio de esta “lucha de egos”, uno de los más tristes episodios que enfrenta hoy la izquierda latinoamericana, no solo en Bolivia sino también en otras naciones, por ejemplo México, algunos especialistas ya vislumbran unas complejas elecciones, pues tanto evistas como arcistas, al parecer, no darán la mayoría necesaria a ninguno de los dos representantes del MAS, por lo que la derecha burguesa tendrá una buena oportunidad para resurgir desde las urnas.
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