Disturbios (Parte 1)

No es secreto que los EE.UU. a través de la historia han resultado una nación agresora.
Un estudio reciente muestra que, desde su fundación en 1776 hasta el 2019, la nación norteña participó en 400 guerras por todo el mundo. Durante las últimas dos décadas el ejército estadounidense lanzó un promedio diario de 46 bombas y misiles en territorio ajeno.
Las guerras «interminables», que Washington ha llamado «operaciones militares, acciones policiales o intervenciones humanitarias» buscan respaldar uno de los pilares clave del país: la red industrial militar». La clave del estado guerrerista está fundamentada por aquello que conocemos complejo militar industrial.
Así se estructuraron desde que el poder divino le endilgó el “Destino Manifesto”
… y fue bueno.
Estados Unidos ha planeado deliberadamente y de forma calculada cada una de las guerras, en primer término —según analistas— para incrementar la venta de armas, promoviendo complots entre los fabricantes estadounidenses y los políticos extranjeros prestados al macabro juego.
Cuenta además con herramientas poderosas para ponerlas en uso como es el Comando Norte y Sur y otras fuerzas, en los últimos tiempos también sostenidas con empresas privadas o contratistas dedicados al duro oficio de utilizarlas.
Por ejemplo, la OTAN contabilizó entre efectivos y equipamiento de los 30 países miembros unos 2.355.000 soldados activos, 17.400 aviones, 10.700 tanques, además de poseer cerca de 6.065 ojivas nucleares (noviembre de 2022).
El hecho concreto es que los EE.UU. ha estado involucrado en más muertes que las provocadas por todas las pandemias conocidas que han asolado la humanidad. Llevando mediante las armas la destrucción a varias latitudes en nombre de la democracia y la libertad.
Evidentemente, enmascarando mediante la poderosa maquinaria propagandística los verdaderos intereses geopolíticos, de control de los recursos energéticos y de reanimación de la economía interna mediante el desarrollo y venta de arsenales.
Sería suficiente ir a los inicios de sus raids militares para entender la ideología de rapiña. La guerra hispano-cubana-norteamericana (con más de 4000 soldados norteamericanos y 14 000 soldados filipinos muertos) es un claro ejemplo de la brutalidad de la política seguida.
Los últimos 30 años el protocolo ha cambiado, aunque sigue primando el carácter militarista de la proyección imperial.
Las “intervenciones humanitarias” han resultado la forma suave para no dejar tantos cuerpos de soldados en los campos de batallas, como en Vietnam, Corea, Somalia o Irak.
La fórmula desestabilización-estallido social-intervención humanitaria, ha pasado a ser el método por excelencia para lograr cambiar el mundo, involucrando cuerpos armados “neutrales” como los cascos azules de la ONU —parte de la misma cosa. Es cuestión de llegar y ocupar, no sin antes armar y avituallar las coaliciones involucradas. Para ello han creado el sistema perfecto de estimulación-irritación, a través de los diversos medios de infocomunicación y especialmente de la interactividad emocional que se logra con las redes sociales digitales, donde cualquier sujeto llega a creer que porta un arma en sus manos.
Recordemos que internet es producto de las investigaciones militares.
Este método refiere el ablandamiento de la nación-objetivo mediante un período previo de agitación social hasta llegar a las protestas masivas generalizadas dentro de la sociedad, donde un número significativo de personas expresan el descontento o malestar hacia el gobierno, las políticas, las condiciones de vida u otros aspectos sociales y económicos.
Lo que sea es utilizado para encender la chispa.
El alcance de un estallido social puede variar ampliamente dependiendo de varios factores, como el nivel de participación de la población, el grado de apoyo de diferentes sectores de la sociedad, la respuesta del gobierno y otros actores involucrados, y la duración e intensidad de las protestas.
La “metodología” direcciona el alcance del estallido social, que puede manifestarse de varias maneras. Por ejemplo, “al punto de inflexión política se llega con las manifestaciones y las protestas masivas”. Las calles pueden llenarse de manifestantes que expresan su descontento y demandas. Estas manifestaciones pueden variar en tamaño, desde pequeñas concentraciones de personas hasta grandes multitudes que ocupan plazas o recorren calles de manera pacífica, aunque también pueden haber momentos de violencia.
Los paros, manifestaciones de “brazos caídos” y huelgas, por igual, es algo que cuenta en la matriz, en esta clasificación los trabajadores pueden detener sus labores como forma de protesta, afectando la actividad económica y generando presión sobre el gobierno o los empleadores para atender sus demandas.
Ni que decir de los bloqueos de vías, plazas y la desobediencia civil, en el estadio los manifestantes pueden obstruir las calles, puentes u otros puntos clave, dificultando el funcionamiento normal de la sociedad. Además, pueden llevar a cabo acciones de desobediencia civil, como la negativa a acatar órdenes o leyes consideradas injustas.
Las revueltas violentas pueden ser el preámbulo del estallido social, llegando a ocurrir confrontaciones entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad, del orden o civiles que se contrapongan, fieles al sistema. En el estadio se pueden suceder actos de vandalismo o saqueo.
El alcance de un estallido social puede ser a nivel local como nacional, dependiendo de la amplitud geográfica de las protestas y de las respuestas y la repercusión que generen en diferentes partes del país y en los medios de propaganda y estimulación. Puede tener implicaciones políticas, económicas y sociales significativas, pudiendo llevar a cambios en el gobierno, reformas políticas o una reconfiguración de las dinámicas sociales existentes.
Algunos ejemplos notables de disturbios en los últimos 20 años, que precedieron las intervenciones de los diferentes ejércitos o alianzas:
Protestas de la Primavera Árabe (2010-2012): Una serie de protestas y disturbios en varios países del Medio Oriente y el Norte de África. Aunque las cifras varían, se estima que hubo miles de muertos y heridos en países como Túnez, Egipto, Libia, Siria y Yemen.
Disturbios en Venezuela (2014-2021): Protestas y enfrentamientos violentos que tuvieron lugar en Venezuela debido a la crisis política, económica y social que afecta al país. Estos disturbios han resultado en numerosas muertes violentas y heridos, aunque las cifras exactas son difíciles de determinar se conoce el sufrimiento a que ha sido sometido este pueblo por esta causa.
Protestas en Hong Kong (2019-2020): Manifestaciones masivas y disturbios en respuesta a una propuesta de ley de extradición, que posteriormente se transformaron en una lucha por la democracia y la protección de las libertades en Hong Kong. Las cifras exactas de víctimas son disputadas, pero se registraron.
No dejemos de apreciar una matriz interesante. Hacía el interior de las principales potencias globales también ocurren disturbios, que por supuestos no han terminado en consabidas intervenciones humanitarias.
En 2005, una serie de disturbios se produjeron en Francia, principalmente en áreas urbanas con población inmigrante. Fueron provocados por la muerte de dos jóvenes en un accidente y se extendieron a lo largo de varias semanas, dando lugar a enfrentamientos violentos con la policía y la quema de automóviles y edificios.
En agosto de 2011, una ola de disturbios estalló en varias ciudades del Reino Unido, comenzando en Londres y extendiéndose a otras áreas. Los disturbios fueron desencadenados por la muerte de un hombre en un enfrentamiento con la policía, pero también se atribuyeron a otros factores, como la desigualdad social y la frustración entre los jóvenes. Los disturbios resultaron en daños a propiedades, saqueos y enfrentamientos violentos.
En Estados Unidos (2020), a raíz del asesinato de George Floyd por parte de un oficial de policía en Minneapolis, se produjeron protestas generalizadas contra la brutalidad policial y el racismo. Aunque muchas manifestaciones fueron pacíficas, también hubo disturbios y actos de violencia en algunas ciudades, así como enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de seguridad.
Contémosle también los pasados disturbios en el Capitolio de Washington, con resultados nefastos para un grupo de víctimas y más de mil detenidos y procesados por sedición.
Cualquier país objetivo, hubiera dado suficientes motivos con estos hechos para recibir condenas e intervenciones humanitarias.