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Biden y su pasarela en las Naciones Unidas

Oír a los demás no es parte de la cultura política ni de la diplomacia de los mandatarios estadounidenses. Y mucho menos cuando la sala estaba colmada de jefes de Estado y  de delegaciones de los países del Sur global.

El presidente Joe Biden concurrió a las Naciones Unidas a hablar, pero no a oír. Es decir, llegó, fue llevado al podio, pronunció su discurso de anfitrión –como lo establece el protocolo– y, con la misma, se «largó» del recinto.

Oír a los demás no es parte de la cultura política ni de la diplomacia de los mandatarios estadounidenses. Y mucho menos cuando la sala estaba colmada de jefes de Estado y  de delegaciones de los países del Sur global, que representan al 80 % de la población mundial, y han expresado las problemáticas que afrontan o exigido soluciones a los que más alta responsabilidad tienen: los del mundo rico, ese cuyos líderes prefieren no oír.

Pongamos algunos ejemplos: ¿Cuántas veces, en la ONU y en otros escenarios internacionales hemos escuchado a los mandatarios estadounidenses hablar del compromiso de su Gobierno con la existencia de un Estado palestino y otro israelí, como fórmula para solucionar el conflicto que ha acabado con cientos de miles de árabes, y ha dejado a la población palestina huérfana de territorio y patria?

Ahora lo hizo el presidente Joe Biden, como el mago que «sacaba su carta salvadora» de lo más inimaginable, para los espectadores que presenciaban el espectáculo, repetido cada año, en la pasarela en la que ellos han querido convertir el espacio más importante del diálogo político internacional.

Tal parece que el carácter de anfitrión y el privilegio de ser uno de los dos primeros líderes mundiales en acudir al podio, es utilizado por los gobernantes  estadounidenses como si estuviesen en el Consejo de Seguridad, con su poder de veto, para silenciar las críticas y los reclamos que no quieren escuchar.

Para «suavizar» lo que diría después, inició su alocución con cierto dramatismo: «Nos reunimos una vez más en un punto de inflexión en la historia mundial», y, como todopoderoso, creyente de que es dueño del mundo, advirtió: «Entiendo el deber que tiene mi país en este momento crítico».

No dijo una palabra, por supuesto, de que el momento de inflexión es provocado y estimulado, en primer lugar, por el Gobierno de su país.

Por ejemplo: si el mundo quiere que cese el genocidio contra los palestinos, sería la administración estadounidense –demócrata o republicana–, la única responsable de resolverlo, cortándole las multimillonarias cifras en dinero y armas a Israel, utilizadas contra los palestinos.   

En el caso de Ucrania, la comunidad internacional sabe muy bien que Estados Unidos y la otan han convertido a Kiev en un laboratorio para experimentar su verdadera intención de una guerra mayor contra Rusia, a la que han sumado, como corderitos que acuden a las órdenes de su pastor, a algunos componentes de la Unión Europea, empeñados en formar parte de un show del que ya se saben perdedores.

Biden, como era de esperar, usó la mayor parte de su discurso ante la ONU para arremeter contra Rusia y tratar de comprometer a la mayor cantidad de gobiernos a aportar armas y dinero a Ucrania, y para aplicar sanciones y más sanciones contra Moscú.

Ni una palabra del «preocupado» Biden, sobre los que mueren debido a la prolongación de una guerra, convertida por Washington y Kiev en un lucrativo negocio.

El diario chino Global Times escribe que «Estados Unidos secuestró la Asamblea General de la ONU y usó la crisis de Ucrania para sus fines egoístas».      

Señaló la publicación que «el mandatario estadounidense volvió a convertir la Asamblea General de la ONU en una pasarela para pregonar el presunto liderazgo de su país».

Hay palabras en el discurso de Biden en la ONU que «lo dicen todo». Por ejemplo, cuando dijo que «Estados Unidos busca un mundo más seguro, próspero y equitativo para todos los pueblos».

Al respecto, el citado periódico chino refiere que son «propuestas huecas», más cuando el tema fundamental en análisis por la Asamblea General es el del desarrollo, cuyos protagonistas están allí presentes y constituyen mayoría: los del Sur global.

También el gobernante estadounidense quiso maquillar su retórica dentro del Consejo de Seguridad de la ONU, e hizo suya la propuesta de ampliar esa estructura, con otros cinco miembros, en una clara posición antirrusa y antichina, y sin interiorizar en la crisis de esos mecanismos dentro de la ONU, cuestionados hasta por el propio Secretario General.

Busca Biden a nuevos componentes que puedan aliarse a lo que Estados Unidos decida, y no a la cada vez más necesaria democratización del organismo.

También usó lo que consideró su pasarela en la ONU, para arremeter contra su contrincante republicano, Donald Trump. Pero –confieso– de este capítulo dentro del show no vale la pena ni hablar. Parecen ambos estar concebidos el uno para el otro; solo hay que cambiarle los apellidos de demócrata o republicano. Más de lo mismo.

Redacción Razones de Cuba

Trabajos periodísticos que revelan la continuidad de las acciones contra Cuba desde los Estados Unidos.

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