En total violación de los derechos humanos de once millones de cubanos, Estados Unidos incrementa las sanciones contra la Isla, en demostración de su odio hacia el pueblo que decidió soberanamente, ser libres del yugo yanqui.

58 años llevan los cubanos resistiendo la despiadada y cruel guerra económica, comercial y financiera, que busca matar por hambre y enfermedades a quienes mantienen la frente en alto, situación que no perdonan esos que se auto califican como “paladines de la libertad y los derechos humanos”.

La actitud soberana de Cuba es observada con admiración, por ser una pequeña Isla que desafía los embates de la bestia imperial, aunque desgraciadamente muchos gobiernos chantajeados por Washington callan en complicidad.

Con su vieja y trasnochada ilusión de que los cubanos se lancen a las calles contra el gobierno, cada mes del año la Casa Blanca adopta una nueva penalidad, bien sean multas o sanciones a los que mantienen el comercio de mercancías con Cuba, a aquellos que reciben médicos para ayudarlos a salvar vidas, inversionistas extranjeros, transportistas de petróleo, bancos que realizan transferencias, incluidas las remesas familiares, o quienes aceptan transportar en vuelos privados a enfermos, algo totalmente irracional que pone de manifiesto hasta dónde son capaces de llegar los yanquis, con tal de destruir a la Revolución.

En ese sentido, Michael Kozak, Subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental, acaba de decir:

“Los ciudadanos estadounidenses deben saber que Cuba sigue siendo un sitio poco recomendable y por tanto recomendamos no viajar a la Isla”.

Y con tono amenazador propio de los yanquis añadió:

“Las personas de otras naciones que estén considerando un viaje, deben saber que la industria turística cubana financia la opresión, la corrupción y la desesperación, por tanto, no vale la pena su viaje”.

Es la persecución a todas las entradas de divisas a Cuba, sin tapujos ni disfraces, para después decir descaradamente: “el culpable es el socialismo”.

En el viaje de Mike Pompeo a la República Dominicana, el 16 de agosto 2020, para participar en la toma de posesión del presidente, estrechó lazos bilaterales con Luis Abinader, al que expresó considerar como un “socio y aliado clave” en el Caribe, ofreciéndole cooperación en temas de seguridad, cooperación para el desarrollo y promoción de la democracia y los derechos humanos, pero seguramente a cambio de que apoye la política de Estados Unidos contra Cuba y Venezuela.

Es la primera vez en más de medio siglo que un jefe de la diplomacia yanqui participa en la toma de posesión de un presidente de ese país, por lo que habrá que observar la actitud que asumirá Abinader en política exterior y si se inclina o no, a favor de la injerencia yanqui en el Caribe.

La prioridad de la diplomacia yanqui en estos meses es reforzar el cerco a Venezuela y presionar al máximo, para que sus próximas elecciones para la Asamblea Nacional no sean reconocidas y de ahí sus ofrecimientos al dominicano para que se sume al coro de sus lacayos, como lo hacen la Con su vieja y trasnochada ilusión de que los cubanos se lancen a las calles contra el gobierno, cada mes del año la Casa Blanca adopta una nueva penalidad, bien sean multas o sancionesy el Grupo de Lima, algo inaudito para mantener a Juan Guaidó, su débil y desprestigiada marioneta, carente de respeto hasta del mismísimo Donald Trump, quien lo califica en privado, de hombre débil y sin valor personal, según describe John Bolton en su reciente libro.

La campaña yanqui contra Venezuela es idéntica a la seguida contra Cuba, apretar la guerra económica y financiera para hacerle creer al mundo que ambas naciones “han hundido” la económica de sus países, como si las sanciones y multas impuestas no fuesen causantes de las penurias de los pueblos, situación que reconoce secretamente la CIA en sus informes y análisis.

El tenebroso plan de los yanquis es tratar de sumar a su grupo, el mayor número de naciones, declarar fraudulentas esas elecciones y apretar aún más el lazo económico, aspirando ver a Nicolás Maduro fuera del poder y con eso empujar a Cuba para que caiga por efecto dominó, situación que ya soñaron cuando el socialismo europeo se desplomó y la URSS se desintegró, como resultado de sus acciones subversivas desarrolladas en el famoso Programa Democracia, bajo el mandato del presidente Ronald Reagan, unido a los errores de los viejos dirigentes socialistas, unos provocados y otros reales.

Estados Unidos no reconoce el valor de un pueblo unido y luchador por un ideal verdadero. Ellos consideran que todo el mundo tiene un precio de venta y solo deben encontrarlo para que se plieguen a sus pies, pero los cubanos guiados por Fidel Castro y sus ideas, demuestran que la dignidad no tiene precio, de ahí su resistencia, la misma que demostraron los soviéticos ante los nazis y los vietnamitas durante la criminal guerra genocida de Estados Unidos.

A esa política inhumana del imperio yanqui se anexan países que perdieron su independencia y soberanía, por los créditos financieros y tratados comerciales que les brindan, situación que causa pena en aquellos que venden su alma, incluso contra la voluntad de la mayoría de sus ciudadanos.

Cuba no acepta chantajes ni coacciones, por eso es respetada en el mundo, hecho probado en el resultado de las votaciones de la Asamblea General de la ONU, cuando presenta su informe exigiendo el cese del Bloqueo económico, comercial y financiero impuesto desde hace 58 por Estados Unidos.

Venezuela también exhibe una dignidad y decisión de resistir a todo costo, propia de un pueblo hijo del libertador Simón Bolívar, por eso los planes yanquis no tienen resultados, a pesar de los miles de millones de dólares que reparten entre los opositores y otros asalariados.

Por estas razones José Martí afirmó:

“Ese esplendor, tan grato de ver ¡que solo la fuerza de la dignidad da al hombre!”

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