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Vivo en un país libre

Los enemigos de la Revolución cubana y sus lacayos se empeñan en hacer ver ante el mundo un país en ruinas, ingobernable, y un pueblo desesperado, con el objetivo de demostrar la inviabilidad del Socialismo.

Nuestro presidente, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, fue enfático y preciso en la clausura del Acto Central en ocasión del Aniversario 69 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes:

“El socialismo no puede seguir siendo difamado en nombre de la libertad, mientras se le cierran todas las puertas para el comercio, las finanzas, los negocios a los países que lo intentamos”.

El bloqueo económico, comercial y financiero, la rabiosa persecución en que se ha convertido la política del poderoso imperio contra una pequeña nación es, ahora mismo, la mejor prueba de que sí funciona el socialismo, porque incluso bajo el fuego que significa estar bloqueados, hemos levantado una obra de justicia social que nos coloca al nivel de los países más avanzados en indicadores claves del desarrollo humano, como la mortalidad infantil, la esperanza de vida, el acceso a la salud, la educación, la cultura y el deporte, así como los niveles de seguridad y protección ciudadanas.

Por mucho que se ilustre a través de los medios de comunicación cubanos la realidad del país, no es lo mismo que palparla con tus propios ojos. Esa posibilidad la tengo ahora, cuando disfruto de merecidas vacaciones. Recorrí por carretera 10 de las provincias cubanas. Ello me permitió tener una visión panorámica general de lo que acontece en el país, contrario a los macabros esfuerzos de los odiadores.

Lo más significativo resultó el grado de tranquilidad y normalidad que prevalece en todos los territorios. Quizás se notaba mayor   jolgorio en territorios rurales de Cienfuegos, por la repercusión de la designación como provincia sede del acto central por el 26 de julio, y en Camagüey, por el diario paseo en horas de la tarde – noche de alguna conga camagüeyana, con su contagioso ritmo.

En todos los casos sobresalen iniciativas locales, pero también el reflejo de las diversas ofertas surgidas, a partir de las carencias que impone el bloqueo. En la ciudad de Camagüey sobresale la vida urbana, incluso en días feriados y de descanso, con todos los centros gastronómicos funcionando, subordinados y atendidos por el gobierno local, aplicando nuevas formas de gestión, pero sin pasar a formas privadas. Allí prevalece la estética, el buen gusto, la calidad, tanto en la oferta como en el servicio, con precios asequibles a la población, muy por debajo de los de establecimientos particulares.

No han concluido las vacaciones, pero estos días me permiten afirmar, sin temor a dudas, que una vez más saldremos adelante, disfrutando la dicha vivir en un país libre como Cuba.

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