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ESPECIALES

Te conozco, Ché

No solo estoy familiarizado con tu nombre, sino que he profundizado en tus historias que cautivan a tantos, en esos anhelos que algún día te llevaron a transitar caminos únicos y desafiantes.

Sé perfectamente por qué decidiste dejar de vivir entre nosotros, abandonando este mundo terrenal al que tanto aportaste con tu ímpetu revolucionario.

Estoy al tanto de tu tiempo plagado de agitación y tempestades personales, de ese ascenso que te llevó a una dimensión diferente, una más allá de lo físico, pero intensamente presente en el ideal colectivo.

Conozco aquello que ha quedado aquí de ti, las huellas imborrables de tu paso y lo que te llevaste en ese pecho asmático, valiente, sincero, pero también herido, donde el idealismo y el dolor coexistieron.

Sé quiénes fueron tus verdugos, los que se interpusieron en tu camino, así como de aquellos que intentaron salvarte; de los traidores cuando más los necesitabas y de los ilusos que, tal vez, no comprendieron tu visión y trataron de echar lodo en tu transparencia.

También he leído y escuchado tus discursos incendiarios, tus relatos llenos de pasión, tus reflexiones que invitan al cambio y tus poesías que dibujan un mundo diferente, que hermoseaban a tu muchacha coqueta.

Ché, te conozco profundamente y aquello que no sabía, con el tiempo lo he encontrado, dejando claro que vives en cada rincón del espíritu humano, de mi espíritu. Nadie, por los siglos de los siglos, te podrá matar nuevamente.

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