Neutralizada una provocación en el malecón habanero.

Fomentar disturbios para desestabilizar al país y estimular campañas mediáticas contra Cuba
Pedro Etcheverry Vázquez
José Luis Méndez Méndez
En 1994 el Gobierno de Estados Unidos procedió a aplicar nuevas medidas de bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba, y simultáneamente comenzó a poner en práctica innumerables presiones para obstaculizar el desarrollo del turismo internacional y las negociaciones con empresas extranjeras, con el objetivo de malograr los planes del Gobierno Revolucionario para salir del Periodo Especial en Tiempos de Paz.
Por su parte, los servicios de inteligencia norteamericanos y las principales organizaciones terroristas anidadas en la Florida, optaron por aprovechar la difícil situación económica que estaba enfrentando nuestro pueblo, para crear las circunstancias propicias que condujeran de una vez a derrocar la Revolución cubana.
Para fomentar el descontento en la población; las autoridades estadounidenses prohibieron las salidas legales y estimularon las salidas ilegales. Hicieron todo lo posible para que los cubanos trataran de abandonar ilegalmente el país, y crear incidentes con las fuerzas del orden público, que fueron manipulados oportunamente por las fonías contrarrevolucionarias y los canales de televisión controlados por las compañías trasnacionales estadounidenses.
En la concepción de la Agencia Central de Inteligencia acerca de los medios y métodos para liquidar la Revolución cubana, está concebido que se produzcan desórdenes públicos donde haya muertos, heridos y cuantiosos daños materiales, para utilizar esos sucesos como instrumento de propaganda, mecanismo de incitación a la subversión y en la promoción de las salidas ilegales.
Cuba había suscrito un convenio migratorio con Estados Unidos, en virtud del cual ese país tenía la obligación de aceptar en su territorio hasta veinte mil personas, con vistas a contribuir a la reunificación familiar. Pero el Departamento de Estado no cumplió lo convenido, y solo ofreció una pequeña cantidad de visas para que a los interesados no les fuera fácil emigrar legalmente hacia territorio norteamericano, lo que provocó bastante malestar en los que aspiraban a emigrar, pero sobre todo en una masa de antisociales que no clasificaban para recibir ningún tipo de visa.
Sin embargo, si un cubano se apoderaba de una avioneta, secuestraba una embarcación o se lanzaba al mar en una balsa rústica, lo recibían en el territorio estadounidense con los brazos abiertos. A las autoridades de ese país no les importaba los que fracasaran por cualquier razón ni los que se ahogaran en el trayecto intentando arribar a las costas de la Florida.
Solo les interesaba que se produjeran hechos violentos que condujeran a las autoridades cubanas a reprimir a los manifestantes, para utilizar esa confrontación en sus campañas mediáticas contra Cuba, con el propósito final de presentar el tema en las Naciones Unidas y terminar interviniendo militarmente en el país con el apoyo de este organismo internacional.
La campaña difamatoria contra Cuba desde Estados Unidos, alcanzó niveles insospechados con la intención de hacer colapsar el proceso revolucionario.
La promesa de que quienes intentaran salir del país serían recibidos a doce millas de las costas cubanas, en aguas internacionales, funcionó como un aliciente adicional. Cientos de cubanos se involucraron en la aventura de lanzarse al mar en balsas o en cualquier otro tipo de embarcación rústica para alcanzar las costas de la Florida.
Algunos llegaron a su destino, pero los que eran interceptados en alta mar por los Guardacostas estadounidenses, resultaron trasladados hacia campamentos improvisados en la ilegal Base Naval de Estados Unidos en Guantánamo, donde fueron amontonados en carpas, sometidos a un riguroso régimen disciplinario, y sumergidos en un limbo migratorio. Los que osaban transgredir el orden interior en los albergues recibían crueles castigos.
El 5 de agosto de 1994 un numeroso grupo de los exaltados provocadores que se encontraban aglomerados en el Malecón habanero intentaron alterar el orden interior y la tranquilidad ciudadana, dedicándose a romper vidrieras y saquear algunas tiendas ubicadas en la zona.
La aparición de nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el lugar de los disturbios, sorprendió a estos elementos antisociales. Con su ejemplo personal, su capacidad para analizar la situación operativa y una actitud persuasiva, Fidel impuso el orden, y en breve tiempo los provocadores depusieron su actitud. El líder histórico de la Revolución acompañado de cientos de vecinos residentes en esa zona, trabajadores del Contingente de la Construcción “Blas Roca”, y fuerzas de la Brigada Especial de la Policía Nacional Revolucionaria, controlaron la situación y todo volvió a la normalidad con una nueva victoria de nuestro pueblo frente a la subversión enemiga.
Como era de esperar, fuentes de la contrarrevolución en Miami no tardaron en reaccionar acusando al Gobierno Revolucionario de haber reprimido a los “manifestantes”.
Llama la atención que los cabecillas de la contrarrevolución de origen cubano en la Florida nunca se expresan críticamente sobre la represión de los aparatos policiales norteamericanos contra los negros ni de los altos índices de criminalidad existentes en ese país ni de las frecuentes balaceras que cada año causan cientos de muertos y heridos en instituciones escolares, mercados y espectáculos públicos.
En Cuba los problemas se enfrentan con la participación de los dirigentes, con la presencia de las instituciones encargadas de imponer el orden, que siempre han contado con el apoyo de la clase obrera, del campesinado, de los trabajadores manuales e intelectuales, de los científicos, de los artistas, de la juventud, de los estudiantes y de las organizaciones políticas y de masas, y mediante la aplicación de las leyes revolucionarias, que previamente han sido aprobadas contando con el criterio y los intereses de nuestro pueblo.