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La política de indiferencia de Biden hacia América Latina

La campaña presidencial de Mr. Biden estuvo llena de propaganda rimbombante. Prometió trabajar en la migración latinoamericana, en particular desde el corredor de Centro América. Que si Venezuela, que si Cuba… Pero, al final, resultó ser mucho ruido y pocas nueces

Los derroteros de la realidad han tomado otros caminos. En el contexto de los conflictos Rusia-Ucrania y Gaza-Israel han resultado en una relación más sólida con Europa occidental. Poco avance se ha visto en el vínculo con sus vecinos. Qué decir de la lucha contra los estupefacientes, que en su propio territorio alcanza niveles alarmantes.

La tan anunciada Asociación de las Américas para la Prosperidad Económica (Apep), supuesta iniciativa del gobierno gringo para avanzar en este orden, cayó también en saco roto. Más allá de la existencia nominal del organismo, muy poco se ha hecho. Y quizás sea mejor así, no sea que nos encontremos con más programas de «apoyo a la democracia» estilo NED o USAID.

Resultan evidentes las medidas restrictivas, estratégicas en la disputa geopolítica con Rusia y China. A estas alturas, el Gigante Asiático va a la cabeza de la influencia financiera en el continente. Es lógico. La «ayuda» de EE. UU. está sujeta a condicionamientos (unas monedas, a cambio de ajustarse a los parámetros de una democracia Made in Usa), mientras la de China adquiere el carácter de inversiones. No hay que ser economista para entender por qué una veintena de naciones latinoamericanas ya integran la iniciativa asiática de la Franja y la Ruta de la Seda.

Las presiones políticas y sanciones económicas de la administración Biden y los gobiernos de EEUU hacia los países de América Latina y el Caribe, traerán como consecuencia que estos se vean obligados a profundizar sus relaciones políticas y económicas con China y Rusia, con el ejemplo más reciente, la adhesión de Argentina al bloque de los BRICS.

La hegemonía de EE. UU. en el hemisferio ha mermado considerablemente. El «patio trasero» (o «delantero», en palabras del añejo Biden) se cuestiona su denigrante categoría, en una casa que ya tiene varios dueños.

Conservar la posición de «abusador» solo aislará más a Washington del resto del mundo. Así lo demuestra su enfoque hacia Cuba que, a pesar de las presiones y la retórica hostil imperialista, fue el país más votado de la región para integrar la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Durante más de tres décadas, la condena al bloqueo por la comunidad internacional ha sido abrumadora.

Biden, que se decía tan diferente a su predecesor, no ha movido un centímetro de la política de Trump hacia Cuba, incluyendo las más de doscientas medidas orientadas a asfixiar la economía.

La política de EEUU contra Cuba, causa daños inconmensurables al pueblo de la Mayor de las Antillas. Ese es el injusto precio de conservar la dignidad, en contra de la democracia a golpe de cañón. Además, limita los derechos de los propios ciudadanos y empresarios estadounidenses, que están perdiendo oportunidades de negocio en medio de una crisis económica global.

Un cambio de administración en las próximas elecciones pudiera resultar en modificaciones de la fría política hacia la región, aunque no puede esperarse mucho de un gobierno que acostumbra a disponer sobre los destinos de otros.

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