El descrédito y la mentira han sido viejas armas de The New York Times, plataforma agresiva de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, para desencadenar y multiplicar campañas mediáticas en apoyo a invasiones, golpes de Estado, magnicidios, guerras no convencionales y cuanta atrocidad provocan las apetencias hegemónicas de Washington y sus planes macabros en el mundo.
Esta semana el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba desmintió con argumentos sólidos y contundentes la acusación de The Wall Stree Journal de un supuesto acuerdo entre la Isla y China para espiar a EE.UU., falacia que recordó de inmediato el inhumano invento de los ataques acústicos, que fue pretexto perfecto de Trump para pulverizar los avances civilizados en las relaciones bilaterales entre cubanos y estadounidenses.
En medio de la pandemia el ahora multi imputado Trump apeló al genocidio con múltiples medidas para la asfixia y estrangulamiento mientras la Covid 19 y la negativa de facilitar oxígeno, medicamentos, piezas y equipos médicos vitales para los pacientes cubanos fueron convertidos en parte del arsenal de la Casa Blanca.
The New York Times, como si no existieran las declaraciones del Minrex, y mucho menos la amenaza de espionaje desde la Isla, repite la mentira de su colega, y lo trae de avalar con declaraciones de enemigos confesos de Cuba y autores intelectuales o promotores de las campañas y políticas de exterminio anticubano y contrarrevolucionarios. Marco Rubio es utilizado como voz oficial del Congreso para sostener la infamia, ya que ni el gobierno de Biden ni sus agencias de inteligencia quisieron hablar del desmentido y sucio asunto.
Por otra parte, no escapa en la cofradía que el diario yanqui utiliza para escribir su repetida mentira anticubana a uno de sus corresponsales de guerra, avalado por premios ganados con mentiras y otros pretextos para invadir a Iraq. Viejo truco que devino baño de sangre incluso para el pueblo norteamericano.
El Maine fue el más viejo de los pretextos para agredir la independencia de Cuba y muchos otros se han fabricado en la misma empresa de odio. Seis décadas y media de experiencia en derrotar el espionaje que sí se hace todos los días contra Cuba desde territorio de EEUU, desde el espacio, desde su embajada y aliadas, desde sus funcionarios y mercenarios, desde todas partes en la enfermiza obsesión de derrotarnos e implantar el San Nicolás del Peladero que nos muestra en la vitrina de sus libelos digitales, de chismes e histerias, de matones y corruptos, de chulos y banqueros, de músicos millonarios patrocinando el verdadero terrorismo y a quienes captan para el show mediático.
No hay casualidad: es el mismo The New York Times que anunció la ruptura de relaciones con Cuba, el patrocinador del terrorismo y la guerra cultural anticubana, el que utilizan en apoyo a los propósitos del Consejo Nacional de Seguridad de EE.UU. ya sea de Kennedy, Reagan, Obama o Trump. Toda la historia del odio y los crímenes contra el pueblo cubano pueden que estén en sus páginas, escritos a las órdenes de la CIA y otros servicios especiales. Siempre listos para apoyar a los que nos hacen la guerra y lleva 64 años procurando la noticia que nunca tendrán.
