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La dimensión humana sin estereotipos a los 70 años

Acercarnos al 26 de julio puede resultar un ejercicio bien sensible si intentáramos entender la psicología de aquellos jóvenes inmersos en la vorágine que se supone revelarse contra el tirano Fulgencio Batista y el poderoso ejército que lo acompañaba en 1953.

Reparar en los días previos a la mañana de la Santa Ana, matizados por el acopio de armas, la selección de los combatientes; la asignación de tareas compartimentadas; la planificación certera del plan estratégico y el despliegue táctico de las fuerzas; la determinación de los lugares exactos para imprimir la sorpresa efectiva; la proyección precisa del potencial de fuego y contar con el parque suficiente para sostener los primeros minutos; gestionar de uniformes adecuados; ordenar las jornadas de entrenamientos y visualizar los imponderables que se pudieran presentar; enfrentar la zozobra ante una posible delación; revivir las angustias de las despedidas de los seres amados al partir hacia la muerte como primera posibilidad real.

Ni que decir de los riesgos del traslado hasta Santiago de Cuba, el hospedaje, la concentración en la Granjita de Siboney, el saberse sin vuelta atrás; la intransigencia moral para no “rajarse”: el combate cada vez más próximo; la madrugada infinita; la entrega de los uniformes y las armas; la decisión definitiva en el momento de la partida; el himno:

Marchando vamos hacia un ideal, sabiendo que debemos de triunfar, en aras…”.

Pensar después de 70 años en el momento justo de abordar los autos, la caravana serpenteando la inmortalidad a través de la interminable carretera; las 5:00 de la mañana; la posta 3; el intento de vulnerar la guardia fuertemente armada; el fuego cruzado; la sorpresa fallida; la hombrada de llegar hasta el interior de la fortaleza; las barracas de la soldadesca; el fuego nutrido y superior; la sangre, el dolor, los gemidos; el tronar de la ametralladora de grueso calibre desde la azotea del Palacio de Justicia; las muertes, el desconcierto, la orden de retirada; el último en salir…

El momento crítico al retornar a los autos, la pérdida del sentido de ubicación en una ciudad que amanece, desconocida; la decisión de continuar la lucha en la serranía; la dispersión, el hambre, la sed, las heridas y el sueño; la muerte asechando; la jauría enardecida y sedienta de sangre; el cañón de los fusiles apuntando a la cabeza; la dignidad de un oficial negro, también la suerte, el destino; la incertidumbre; el decoro, el VIVAC, los interrogatorios; las torturas y los asesinatos; la persecución; el toque de queda; la suspensión de las garantías; la prensa; la iglesia; las noticias de los hijos muertos o vivos; la represión, la presión popular, la prensa internacional…

Largas jornadas en la prisión de Boniato; la cárcel, nuevamente la muerte asechando; la posibilidad de envenenamiento; los libros; la consciencia revolucionaria; el prestigio; el liderazgo creciente; el alegato convertido en Plataforma Política; el juicio; el tribunal y las acusaciones; la defensa y la autodefensa; la posibilidad del crimen político; la masacre de las ideas; Marta Rojas; la prensa todo el tiempo; la sentencia…

El Presidio Modelo; Isla de Pinos… forja y visión de futuro; “La Historia me Absolverá”; la unidad, la lucha; el exilio y él, siempre él…

Profundizar en los hechos desde la dimensión humana darían una perspectiva a las emociones que en torbellinos los historiadores y sus herramientas científicas pudieran pasar por alto. Los testimonios hasta el presente describen las acciones, su cronología; tratan las causas y los efectos, desencadenan la visión política y la sucesión de las acciones…

¿Y el volcán desde dentro de cada participante en la gesta?

Lo más importante, los motivos, el compromiso con la Patria y con Martí, la visión centrada en los corazones agitados, los sentidos en máxima alerta, los nervios y músculos tensos, el olor en las axilas, el hedor a pólvora, sangre y fuego, las pupilas dilatadas, los labios apretados y la respiración acelerada; los gloriosos cuerpos expresándose irreverentes en el vórtice de la acción; tal vez aún queda mucho por investigar desde la dimensión humana.

Y en medio de todas las respuestas trascendentes a encontrar en aquellos días, en cada hombre y mujer que estuvo en la caliente… ¿Cómo pudo ser posible que tantos valientes se entregaran sin remilgos a la causa revolucionaria cuando la consciencia política era solo una posibilidad en construcción entre otros intereses? ¿Cómo explicar el magnetismo del líder y la capacidad de organizar y dirigir una idea hasta las últimas consecuencias?

Definitivamente queda mucho por investigar.

Demostrado está que el pensamiento de Fidel tuvo una dimensión mística en tanto supo concretar la proyección al futuro en la práctica.

¡Sin dudas fueron jornadas complejas y falta mucho por investigar!

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