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Hipocresía

Se avecina una feroz campaña contra la salud pública cubana, un sistema que, con sus limitaciones, ha alcanzado logros extraordinarios. Por un lado, se intenta asfixiar los ingresos de las misiones médicas, que, en 2022, según datos oficiales, generaron más de 3 mil millones de dólares, recursos clave para mantener la atención universal y gratuita de nuestra población. Por el otro, se arremete sin piedad contra nuestros abnegados profesionales, denigrándolos mientras se regodean en las carencias que ellos mismos han provocado con sanciones y bloqueos.

¿Cabe mayor cinismo, hipocresía o crueldad?

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Esta ofensiva va más allá: instrumentaliza al sector más vulnerable y querido de nuestra sociedad, los niños, como herramienta política. Lo vimos en los años de lucha por la vida de Damir, cuando quienes hoy critican hicieron todo lo posible para que sus médicos carecieran de equipos, insumos y medicinas. No es un caso aislado; desde la Operación Peter Pan, entre 1960 y 1962, cuando más de 14 mil niños fueron separados de sus familias bajo pretextos ideológicos, no se había manipulado a la niñez cubana en una maniobra tan perversa y diabólica.

Antes muertos que entregar la tierra mambisa y brava que nos parió.

Cierto es que la perfección es inalcanzable, y toda obra humana puede mejorarse. En Cuba enfrentamos carencias evidentes: la escasez de medicamentos, agravada por el embargo, impacta a pacientes y médicos a diario; hay errores, porque nada es infalible, y las restricciones económicas pesan. Esto ocurre en cualquier nación, pero sobre Cuba se cierne una lupa implacable que exagera cada defecto, ignorando el contexto de resistencia ante la adversidad externa. Sin embargo, los hechos hablan: Cuba desarrolló las vacunas Soberana 02 y Abdala contra la COVID-19, únicas en América Latina, vacunando a más del 90% de su población, incluyendo niños desde los dos años, según el Ministerio de Salud Pública.

Ningún país del tercer mundo ha logrado crear y distribuir gratuitamente vacunas propias a toda su infancia. Y no es todo: la vacuna cubana contra la meningitis B (VA-MENGOC-BC), desarrollada en los años 80, fue la primera de su tipo en el mundo y ha sido usada en países como Brasil y Argentina, recibiendo elogios de la OMS. Asimismo, la vacuna contra la hepatitis B, producida por el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, y la pentavalente (difteria, tétanos, tosferina, hepatitis B y Haemophilus influenzae tipo b), han sido exportadas y reconocidas internacionalmente por su eficacia. Estos avances demuestran que, aun bajo presión, Cuba no solo protege a sus niños, sino que aporta al mundo con ciencia propia.

Mejor seríamos sin bloqueo, mejor seríamos sin deficiencias internas que también reconocemos, mejor seríamos sin campañas hipócritas, y que sus creadores encontraran un nuevo método para vivir.

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