¡Feliz vida Presidente!

Santa Clara no sabía que aquel 20 de abril de 1960 iba a ser tan señalado y recordado. Nuestra ciudad ni imaginaba, o quizás sí, quizás su luz ya era evidente, que aquel niño rubio, flaco, despeinado e intranquilo, aquel joven rebelde de pelo más largo que lo “bien visto” en esos años, sería quien conduciría los destinos de un país, después de esa generación que nos ganó la libertad a sangre y fuego.
Sesenta y tres abriles puede que se digan fácil para algunos, pero para ti han sido vivir muchas vidas dentro de una sola existencia, unir caminos múltiples en un solo rumbo, asumir retos inmensos en momentos críticos, combinar las horas de papá con los desvelos de más de 800 mil villaclareños que confiaron en ti en los días más grises del Período Especial, ¡y no los defraudaste!
Y tu “Sierra Maestra” se multiplicó cuando te convertiste en un holguinero más, en años también duros, de sequía constante y búsqueda de soluciones para una provincia muy compleja, o cuando al frente de la Educación Superior volviste a ser un universitario cubano, a pensar y sentir como cada joven, a intentar entender sus necesidades, sus sueños y sus metas.
Pero tu reto mayor estaba por llegar y llegó. Cuba entera te recibió orgullosa de tu valentía y compromiso para guiarnos a todos, en el momento en que el General de Ejército supo que el más querido de sus hijos estaba listo, aunque el camino fuera duro.
¡Y mira que ha sido duro carajo! Te han tirado con todo y sigues ahí, y sigues vivo, y sigues en pie. Te ha tocado lo que nunca había visto este país: un accidente aéreo, un tornado, una explosión en un hotel, un incendio en tanques de combustible y por si fuera poco, la peor pandemia que ha visto la humanidad desde la peste española a inicios del siglo XX.
Los supersticiosos puede que digan que tienes un “mal de ojo” de los más malos, para los que confiamos en ti, han sido más que todo, pruebas de un destino que ha curtido a ese joven y lo ha convertido en un soldado, ese que no baja la cabeza ante enemigos invisibles o viejos conocidos empeñados en asfixiarte, en asfixiarnos.
En medio de tanto caos, detractores y seguidores han tenido que reconocer que ha salido airoso y con las botas bien puestas de tanta tristeza que hemos vivido, a pesar de haber llorado junto a este pueblo, tu pueblo, las pérdidas irreparables de vidas humanas, el tesoro más preciado que no te cansas de proteger, desde la ciencia, la innovación, desde cada barrio, cada cuadra, cada comunidad.
Para quien es ya el padre, el hermano, el amigo, el hijo, el vecino de quienes lo queremos bien, que somos muchos, que somos cientos, miles, millones, qué más desearte que salud y vida Presidente, porque este pequeño pedacito de tierra en el mar Caribe necesita seguir de tu mano.