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El odio con amor se paga

En estos días la pelota, algo que parece tan pequeño, se ha convertido en el símbolo supremo de cubanía. La pelota ha demostrado que el cubano de verdad, donde quiera que esté, como quiera que piense, lleva en el pecho un trocito de esta tierra.

Ayer Cuba se despidió del quinto Clásico Mundial con una derrota abultada, 2-14, ante el vigente campeón y uno de los favoritos al título, el poderoso conjunto de Estados Unidos, cuya principal fortaleza es la calidad de sus bateadores.

El Team Asere, conformado por cubanos de la Isla y jugadores de las grandes ligas unidos por la pasión y el amor al béisbol, en términos generales dejó un saldo muy positivo pues logró llegar a semifinales.  

Sin embargo, lo odiadores pusieron una presión extra al juego ya de por si complicado para los antillanos. En las gradas y en los exteriores del estadio se dieron expresiones de odio, propias de quienes ven al béisbol como un muro y no un puente entre los cubanos, a ellos también debería anotársele la derrota de ayer.

Por su parte los jugadores estadounidenses se comportaron con un alto sentido de la deportividad.

¿Cómo explicar lo que sucedió en el estadio de Miami? ¿Cómo explicar que haya cubanos que no desean el éxito de su país, que hicieron hasta lo imposible por desconcentrarlos?

Es lamentable y solo puede ser comprensible para las mentes enfermas de odio y avaricia.

Los que estamos a noventa millas del estadio los gritos y carteles, dirigidos al gobierno cubano pero esgrimidos contra deportistas que solo quieren hacer disfrutar a sus paisanos, sentíamos una impotencia tremenda, un enorme deseo de estar a su lado, abrazarlos y defender juntos nuestra bandera.

El Team Asere merece todo el respeto del pueblo cubano, ellos juegaron hasta el último inning, hasta el último out, teniendo a su familia y amigos en las gradas expuestos a las agresiones de los recalcitrantes.  

Este domingo en Cuba cada casa, barrio, lugar de esta nación tenía un televisor, una radio encendida o vía telefónica, siguiendo el partido hasta el final.

Ayer perdieron más quienes vociferaron a cajas destempladas contra su propia gente, quienes hicieron del encuentro un espacio para politizar lo que no se debe. Así no se convence.

Hoy ese grupúsculo de odiadores que ayer dio un espectáculo tan grotesco en Miami patalea en La Pequeña Habana. Mientras tanto en Cuba se entona la canción de Habana D Primera dedicada al Team:

Lo que importa es que soy cubano

Reyoyo de nacimiento

Ahora que estamos aquí

No hay espacio pa tristeza

Este equipo Cuba reavivó la pasión por nuestro deporte nacional, lo puso en el lugar sublime que le corresponde a este deporte como Patrimonio de la Cultura cubana. La pelota ha dejado claro que la identidad no se reniega por la distancia, o por las dificultades.

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