El legado revolucionario de José Martí
A Martí lo recordamos hoy, por la obra de su vida, por su ejemplo y sus enseñanzas, su prédica, su modo de decir y de hacer que, como sagrado legado, forman parte de nuestra doctrina revolucionaria con una extraordinaria fuerza de presencia.
Esta incuestionable realidad, debería ser más clara que la luz del día para los viles lacayos de la Casa Blanca y sus mafiosos amos, que desde Washington y Miami les ordenaron recientemente la abominable acción de mancillar la imagen del Apóstol.
¡Este vandálico hecho no es más que una nueva prueba de la desesperación y la retorcida naturaleza de los enemigos de nuestra Patria!
Sobre ellos caerá siempre la eterna deshonrra y el profundo repudio de nuestro indignado pueblo.
Ante la brutal ofensiva del decadente Imperio yanqui, el pensamiento y la obra de José Martí adquieren cada vez mayor vigencia.
Al igual que los miles de antorchas que cada año en manos de los “Pinos Nuevos” marchan hacia la Fragua Martiana, ilumina con su brillante luz nuestra senda revolucionaria.
José Julián Martí Pérez (La Habana, 28 de enero de 1853 – Dos Ríos, 19 de mayo de 1895), creó el Partido Revolucionario Cubano y organizó de la Guerra del 95 o Guerra Necesaria, llamada así a la contienda por la Independencia de Cuba.
Por su proyección universal, ese escritor, político pensador, periodista, filósofo y poeta, rebasó las fronteras de su país y de la época en que vivió para convertirse en el más grande pensador político hispanoamericano del siglo XIX.
La vida y la obra de nuestro Héroe Nacional son bien conocidas, pero merecen ser recordadas y estudiadas a diario, sobre todo, para aquilatar la vigencia de sus enseñanzas en las conquistas de la Revolución, así como en el pensamiento y el actuar de sus líderes.
No creemos que para nadie sea difícil, en Cuba ni en ninguna parte, encontrar la presencia de José Martí en el pensamiento y en la acción de Fidel Castro.
La lealtad absoluta y acérrima del gran líder de la Revolución a la doctrina del Apóstol se puede encontrar fácilmente con solo disponernos a recorrer, con el detenimiento necesario, no solo el curso de su pensamiento desde los días del Moncada hasta la fecha, sino también, el proceso de todas sus actividades políticas y revolucionarias.
“Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro”, con esta frase electrizante, Fidel le hizo saber a los jueces que le juzgaban por haber dirigido las acciones del 26 de julio de 1953, que José Martí era el verdadero autor intelectual de aquellos hechos, y que su generación no permitiría que el Apóstol muriera en el año de su centenario, y que de ser preciso, ofrendarían sus vidas él y todos sus compañeros de lucha en magnífico desagravio junto a su tumba.
Pero la influencia de José Martí en el ideario de Fidel no solo ha sido ostensible en su pensamiento, sino en su praxis revolucionaria.
Esto se hace notorio cuando vemos su rechazo a cuanto signifique evadir el cumplimiento del deber, su entrega total a la causa revolucionaria de Cuba y de los pueblos del mundo, su completo desprendimiento de cualquier ambición personal, excepto la de conquistar toda la justicia para su pueblo y la humanidad toda, la conjugación en su persona de las más grandes cualidades de un ser humano con una natural sencillez.
Fidel se nos asemeja a Martí cuando percibimos su inmensa capacidad como estadista político, su destreza en hacer en cada momento y en cada lugar lo más oportuno, sin adelantarse ni quedarse por detrás de lo que permite la conciencia política de las masas , su total compresión de que en la unidad está la fuerza, su convicción profunda de que trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras, su capacidad de convertir los reverses en victorias, su habilidad como educador político, colosal cultura, optimismo en la victoria, visión universal, humanismo, compañerismo, ética, sensibilidad, visión aguda de los males del capitalismo y profunda vocación social.
Por su parte, es de resaltar que el Che Guevara, durante el discurso que pronunciara en la conmemoración del natalicio de José Martí, el 28 de enero de 1960, planteó que:
“Martí fue el mentor directo de nuestra Revolución, el hombre a cuya palabra había que recurrir siempre para dar la interpretación justa de los fenómenos históricos que estábamos viviendo, y el hombre cuya palabra y cuyo ejemplo había que recordar cada vez que se quisiera decir o hacer algo transcendente en esta Patria….”
Hay muchas formas de honrar a Martí.
Se le puede honrar cumpliendo con las festividades que indican cada año la fecha de su nacimiento, o con el recordatorio del nefasto 19 de mayo de 1895.
Se puede honrar a Martí citando sus frases, frases bonitas, frases perfectas, y además, y sobre todo, frases justas. Pero se puede y se debe honrar a Martí en la forma en que él querría que se le hiciera, cuando decía a pleno pulmón: “La mejor manera de decir, es hacer.”
Por eso nosotros tratamos de honrarlo haciendo lo que él quiso hacer y lo
que las circunstancias políticas y las balas de la colonia se lo impidieron.
Y no todos, ni muchos –y quizás ninguno- pueda ser Martí, pero todos podemos
tomar el ejemplo de Martí y tratar de seguir su camino en la medida de nuestros
esfuerzos.
Tratar de comprenderlo y de revivirlo por nuestra acción y nuestra conducta de hoy.
Quien no vea los sueños de Martí realizados en su tierra será porque está ciego. Quien no oiga su voz en uno como cruce de comprobaciones recias y obstinadas, será porque está sordo. Y esta Revolución no es de ojos ciegos no de oídos sordos.
Finalmente, en nuestra opinión, la transcendencia de la obra de José Martí queda magistralmente plasmada en el discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, y entonces presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la VII Cumbre de las Américas, Panamá, el 11 de abril de 2015, cuando expresó:
“Luego de largas luchas que se frustraron, José Martí organizó la «guerra necesaria» de 1895 -la Gran Guerra, como fue llamada también, empezó en 1868- y creó el Partido Revolucionario Cubano para conducirla y fundar una República «con todos y para el bien de todos» que se propuso alcanzar «la dignidad plena del hombre».
Al definir con certeza y anticipación los rasgos de su época, Martí se consagra al deber «de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América»-fueron sus palabras textuales.
Nuestra América es para él la del criollo, del indio, la del negro y del mulato, la América mestiza y trabajadora que tenían que hacer causa común con los oprimidos y saqueados. Ahora, más allá de la geografía, este es un ideal que comienza a hacerse realidad.
Gracias a Fidel y al heroico pueblo cubano hemos venido a esta Cumbre a cumplir el mandato de Martí con la libertad conquistada con nuestras propias manos, «orgullosos de nuestra América, para servirla y honrarla… con la determinación y la capacidad de contribuir a que se la estime por sus méritos, y se la respete por sus sacrificios», como señaló Martí”.
Por su parte, el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, destacó recientemente la impronta del Héroe Nacional, José Martí, en el esfuerzo de la isla por consolidar un modelo de desarrollo propio e independiente.
En su cuenta en Twitter, el mandatario cubano plasmó: El legado martiano siempre presente e indispensable como premisa y referencia en nuestras aspiraciones y realizaciones.
En nuestra opinión, en la inapreciable herencia de las ideas de Martí, descuella su valoración de la importancia de la ética para la formación de un ciudadano digno y capaz de crear, desarrollar y preservar la nación cubana, pues sin rectitud moral y honradez no es posible ser un buen patriota.
La ética en José Martí no se manifiesta en abstracto, no vive ajena a las realidades de la vida. La ética tiene que vivir en el seno de la sociedad, y ella no depende sólo de la voluntad de unos individuos, sino que precisa también de que sea acatada y lo que es más importante, practicada de forma consciente por la mayoría de los integrantes de esa sociedad.
Se evidencia además por disímiles razones que el pensamiento de nuestro Héroe Nacional José Martí adquiere renovada vigencia en nuestros tiempos, ya que representa la cúspide de un legado cultural, político, social y filosófico orientado hacia los más sagrados intereses de nuestro pueblo revolucionario.