Cuba y el terrorismo
Ante el secretario de estado de los Estados Unidos Antony Blinken, el presidente colombiano Gustavo Petro, pronunció una verdad incómoda sobre la inclusión de Cuba en la lista −elaborada por la Casa Blanca− de países “patrocinadores del terrorismo”. Dijo: “Lo acontecido con Cuba es una injusticia. Eso se llama injusticia, por tanto, en mi opinión, no depende de nosotros, debe ser corregido”.
¿Por qué Gustavo Petro se interesó en establecer semejante verdad ante el encargado de la política exterior de Washington? Porque tanto él, como el pueblo de Colombia, tienen sobradas razones para afirmar que Cuba ha sido un protagonista crucial en el proceso hacia el fin del conflicto armado en ese país andino y solidario en la lucha contra el terrorismo interno.
Desde antes del inicio de los diálogos por la paz entre la guerrilla de las FARC-EP y el gobierno de Colombia, la República de Cuba se propuso como garante de las negociaciones junto con el gobierno de Noruega y la Organización de las Naciones Unidas. Así, La Habana fue sede de los encuentros y de la posterior firma del acuerdo de pacificación, en noviembre de 2016, entre el entonces presidente Juan Manuel Santos y el jefe negociador de las fuerzas guerrilleras, Rodrigo Londoño, con el exsecretario general de la ONU, Ban Ki-moon, como testigo.
De la misma manera, desde el año 2018, Cuba es uno de los países garantes de los diálogos de paz entre el gobierno colombiano y la otra guerrilla en ese país, el Ejército de Liberación Nacional, teniendo a La Habana, también, como sede de las negociaciones. Junto a este país, participan Noruega, Chile, Venezuela y Ecuador.
Al respecto, el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, ratificó el apoyo de su país a los diálogos colombianos.
“La posición de Cuba con relación al conflicto armado interno colombiano es de principios y ampliamente reconocida. Nuestro país ha apoyado las iniciativas que se han presentado de solución política negociada y continuará haciéndolo.”, dijo, en presencia del canciller colombiano Álvaro Leyva; el representante del secretario general de la ONU en Colombia, Carlos Ruiz Massieu; Jon Otto Brodholt, representante de Noruega; Iván Danilo Rueda, Alto Comisionado para la Paz y otros representantes.
Por su parte, ante la prensa Álvaro Leyva ratificó el rechazo del gobierno de Colombia a la tipificación de Cuba como “patrocinadora de terrorismo”. Dijo que con esta calificación “se ha pretendido desconocer su compromiso con la paz de Colombia y el mundo”.
El intento de pacificación con el ELN se retomó tras el ascenso de Gustavo Petro al Palacio de Nariño, luego de que el expresidente, Iván Duque, rompiera de forma unilateral los diálogos en enero de 2019. Pero, la forma en la cual los rompió y sus acusaciones, abonaron de manera premeditada a la ratificación de Cuba en la lista arbitraria y unilateral de Blinken del 12 de enero de 2021 sobre los países “patrocinadores del terrorismo”, ya que acusó a La Habana de encubrir a la guerrilla cuya delegación se encuentra en la isla en espera de las negociaciones.
¿Por qué el defenestrado Duque realizó tales acusaciones? Estas ocurrieron luego del atentado del ELN a la sede de la Escuela de la Policía General del departamento de Santander, ocurrido el 14 de enero de 2019. Entonces, Iván Duque rompió los diálogos de paz que se desarrollaban en La Habana y exigió al gobierno cubano extraditar a los “terroristas”. Sin embargo, los protocolos acordados por las partes, con base en derecho internacional, sobre la solución de conflictos armados internos, contradecían la rabieta del entonces presidente colombiano quien, ante la negativa, acusó a Cuba de “albergar terroristas”.
Para Iván Duque (y para la Casa Blanca) no contaron las declaraciones del canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, acerca del atentado. A su nombre, el gobierno de Cuba condenó “los actos de terrorismo”.
Dijo que Cuba está “en contra del terrorismo, de la guerra y en defensa de la paz”, pues, “al ser víctima de terrorismo de Estado por varias décadas condena todas las manifestaciones de ese tipo sin importar cuales sean sus motivaciones”. Así mismo, agregó que no permitirá que su territorio sea utilizado para “la organización de actos terroristas contra ningún Estado”.
Del mismo modo, el estado cubano emitió un comunicado estableciendo “sus condolencias al gobierno, al pueblo de Colombia y en particular a los familiares de las víctimas del atentado ocurrido hoy en Bogotá y el firme rechazo y condena de Cuba a todos los actos, métodos y prácticas terroristas en todas sus formas y manifestaciones, sean cuales fueren sus motivaciones”.
La administración de Duque emitió órdenes judiciales contra los integrantes del ELN y, durante el tiempo restante de su gobierno, exigió a Cuba la extradición de la delegación que se encontraba en La Habana. Pero la isla no sólo se negó, en apego a los protocolos acordados, sino que su postura fue respaldada por el reino de Noruega, cuya representación señaló que “como facilitador y garante consecuente, Noruega debe cumplir con sus compromisos”.
El gobierno de Estados Unidos tomó nota de las exigencias de su aliado colombiano. De modo que, el exdelegado de “paz” de Bogotá, Miguel Ceballos, festejó cuando la administración de Donald Trump puso en su lista de 2020 a Cuba como país que supuestamente no coopera en la lucha contra el terrorismo, nota a la cual se le añadió su “apoyo” al “régimen de Maduro”. La presidencia de Iván Duque tomó esto como un “espaldarazo” de Washington hacia sus exigencias y su cansada cruzada contra el “castrochavismo”.
Pero Duque no paró ahí. Luego de que, el 9 de febrero de 2021, el embajador cubano en Colombia José Luis Ponce enviara un memorándum a la casa de Nariño alertando sobre otro posible atentado del ELN en Bogotá, el gobierno de Iván Duque emitió, dos días después, una nota comunicando a Cuba “la petición del Estado colombiano de información precisa sobre posibles hechos, datos o condiciones de tiempo, modo o lugar que pudiera conocer el Gobierno cubano acerca de la alerta que han transmitido en relación con un posible ataque terrorista del ELN en Bogotá».
El tono y la denotación del texto, intentó volver cómplice a Cuba de las acciones del ELN. Así pues, la entonces canciller colombiana, Claudia Blum, aseguró sin empacho que la comandancia guerrillera que se encontraba en La Habana «son responsables de la ejecución de directrices emitidas por la dirección nacional del ELN», ante lo cual, el grupo aclaró “que la información que recibió la embajada de Cuba en Bogotá no hace parte de los planes militares del ELN”.
Puede advertirse, entonces, la intención del gobierno de Iván Duque de entorpecer los diálogos de paz con el ELN y, de paso, aunar a su rabiosa oposición al socialismo cubano.
¿Casualidad? De ninguna manera. De acuerdo con las revelaciones de la revista Raya, los servicios de inteligencia de Colombia y de Estados Unidos urdieron planes para espiar a la misión diplomática cubana en el país andino y así aportar a la guerra sucia política y mediática contra la isla. Tanto, que llegaron al extremo de sembrar pruebas en la computadora de un comandante del ELN para hacer pasar a funcionarios de la Embajada de Cuba como agitadores de las protestas que sacudieron al país en abril de 2021. Por supuesto, ese montaje no pudo sostenerse.
Pero la inclusión de Cuba en la infame lista de países “patrocinadores del terrorismo” no es más que una treta que, año con año, urde la Casa Blanca para alargar un pretexto que justifique el Bloqueo comercial y económico que por más de sesenta años ha impuesto contra la isla. Un bloqueo al cual se suman las 243 medidas, referentes a la Ley Torricelli y de la Ley Helms-Borton, las cuales aplicó Trump y no han sido eliminadas por Biden.
Y así como lo hizo Trump y los presidentes antes que él, Joe Biden necesita incluir a Cuba en esta vergonzosa lista con tal de agradar al voto de la mafia cubano-estadounidense implantada en el crucial estado de Florida; más ahora que habrá elecciones legislativas a finales de año y el Partido Demócrata está por perder posiciones ante los Republicanos.
El propósito del Bloqueo se explica en lo dicho el 6 de abril de 1960, por parte del entonces subsecretario asistente para Asuntos Interamericanos del gobierno de Estados Unidos, Lester D. Mallory, quien dijo que esta medida pretende “privar al país de recursos materiales y financieros para generar y lograr la rendición por hambre, sufrimiento y desesperación”. En suma, continuar la guerra contra la Revolución cubana.
(Tomado de Hispanicla)
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