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A 28 años de un día inolvidable

Aquel amanecer del 30 de septiembre de 1996, lo menos que imaginaban los santaclareños es que él estuviera en nuestra tierra, con la premura de quien trabaja cada minuto de los días y las noches, pero para quien no pasa desapercibido algún detalle importante en ningún rincón de la isla.


Mientras la ciudad despertaba en su ajetreo habitual y el buchito de café de la mañana marcaba el comienzo de un nuevo día de estudio y de trabajo, de desafíos en tiempos difíciles, cuando la convicción de la tierra de Marta y el Che nos hizo otra vez más fuertes, ya el Comandante en Jefe Fidel Castro desandaba los caminos de obras imprescindibles para la economía de la urbe y del país.


Eran las 3 de la madrugada, después de recorrer el pedraplén Caibarién-Cayo Santamaría el día antes, el líder eterno de la Revolución Cubana, el joven Miguel Díaz-Canel, entonces primer secretario del Partido en Villa Clara, le pidió permiso para hacer pública su presencia, porque todo un pueblo lo aclamaba, después de más de 20 años sin poder escuchar personalmente a su guía, a su padre.


El Complejo Escultórico Comandante Ernesto Che Guevara fue el lugar escogido y las 6 de la tarde la hora pactada para una cita largamente esperada y soñada, un encuentro que el propio Fidel pensó era una completa locura, dada la premura con que se sucedían los acontecimientos.


Pero aquel joven rubio y enjuto, de andar inquieto y agitado conocía bien a los suyos, sabía, confiaba…y así fue.


Pasadas las 5:15 de la tarde la lluvia limpiaba las calles de Santa Clara como un río crecido e interminable y un pequeño grupo comenzaba a ascender la colina de la avenida que conduce a la Plaza.


Caras de preocupación rondaban la tribuna, pero justo a la hora acordada, cuando Fidel llegó, el mar de pueblo era más grande que aquellas corrientes que inundaron la ciudad en un aguacero tan memorable como el propio encuentro.
Un cartel, entre miles, marcó para siempre el momento en la memoria del actual presidente de la República de Cuba: “Fidel habla, te necesito”, una anécdota que contaría años después, con la voz entrecortada y lágrimas en los ojos, quien jamás ha olvidado uno de los días más trascendentales de la historia de la ciudad que lo vio nacer.


El propio Fidel catalogó de “huracán” ese mar de hombres y mujeres que encontró ese día la fortaleza que solo él podía ofrecer con su sola presencia.
Aquel cartel se convirtió en el símbolo eterno de un día en el cual los santaclareños, vencedores de dificultades y obstáculos como los calificaría Fidel aquella tarde-noche de septiembre, tuvieron la certeza absoluta de que el rumbo escogido era el correcto, por muy fuerte que soplaran los vientos.

Mariley García Quintana

Periodista en CMHW La Reina Radial del Centro

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