26 de julio 1953, revés en victoria
El 26 de julio de 1953 se inicia el camino hacia la victoria de Cuba. Desde hacía algo más de un año, un grupo de 131 jóvenes liderados por Fidel, organizaban asaltar los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y Bayamo respectivamente. La acción que abriría una nueva etapa contra la oligarquía y el imperialismo imperante en esos momentos en el país, a partir de la lucha armada como medio principal.
Surge así la nueva dirección revolucionaria de la época, integrada por jóvenes herederos de las mejores tradiciones y comprometidos, en buscar de una solución definitiva a los graves problemas del país y su dependencia de los Estados Unidos.
La estrategia de Fidel Castro y su segundo al mando, Abel Santamaría, era aprovechar la presencia de visitantes de toda la isla que asistían al carnaval de Santiago de Cuba, para pasar desapercibidos, tomar por sorpresa las postas del Moncada en momentos que la guarnición dormía y apertrecharse de la mayor cantidad de armas para un alzamiento masivo en la ciudad o iniciar en las montañas que la bordean la lucha guerrillera contra el régimen.
Un recorrido inesperado de una patrulla y un sargento que apareció de improvisto por un lateral dieron comienzo a un tiroteo que puso en guardia al resto de la tropa y permitió la movilización rápida del campamento, dando paso así un combate desigual de 10 a 1 alrededor del cuartel, ordenando Fidel la retirada.
Fidel prioriza montar en los autos a los demás combatientes y se queda solo en medio de un combate con ametralladoras. Lo recogen en un auto ocupado por un grupo de asaltantes que le salvan la vida.
Posteriormente, en camino a la Gran Piedra, Fidel junto a otros 19 supervivientes, son sorprendidos por una patrulla batistiana, al mando del Segundo Teniente Pedro Sarría Tartabull, quien aun cuando tenía la orden de matar a los sospechosos del asalto, respeta la vida de los jóvenes gritando a sus subordinados: “No disparen, las ideas no se matan”, y se encarga personalmente de llevar hasta la prisión a Fidel, evitando que lo asesinaran o desaparecieran.
Sólo unos pocos pudieron escapar con ayuda del pueblo, gran parte de ellos (55) fueron asesinados en los días sucesivos al combate y a dos personas ajenas a los acontecimientos, previo a días de torturas, dándolos como caídos en combate. Los sobrevivientes fueron detenidos, enjuiciados y condenados a prisión.
Posteriormente, Fidel ante el tribunal que lo juzgaba, denunciaría el crimen horrendo contra los prisioneros. “No se mató durante un minuto, una hora o un día entero, sino que, en una semana completa, los golpes, las torturas, los lanzamientos de azotea y los disparos no cesaron un instante, como instrumento de exterminio manejados por artesanos perfectos del crimen. El cuartel Moncada se convirtió en un taller de tortura y muerte, y unos hombres indignos convirtieron el uniforme militar en delantales de carniceros”. Ese 26 de julio no sólo dio nombre al movimiento que llevó su nombre, sino que marcaría el inicio del triunfo revolucionario, desde la enseñanza de convertir cada revés en victoria.