por Gustavo de la Torre Morales

A Fidel no se le puede reducir a una definición temporal; mucho menos a una acepción etérea, porque decir Fidel es entrar en lo diáfano de la definición, de la firmeza, de los principios.

Fidel hizo un salto del pasado, para quedar perenne en cualquier presente hasta expandirse al futuro, con su visión clarificadora.

Hablar de Fidel es hablar de unidad, de lucha, de resistencia, de independencia, de emancipación, de soberanía, de patriotismo, de identificación, de organización, de transformación, de participación, de cultural, de educación, de conocimiento, de reflexión, de historia, de dialéctica, de marxismo y leninismo, de valores revolucionarios, de respeto, de ética, de humildad, de modestia, de autocrítica, de colectivismo, de combatividad, de exigencia, de optimismo, de humanismo, de solidaridad, de antimperialismo.

Hablar de Fidel es hablar de proyección, de desarrollo, de profesionalidad, de entrega, de tenacidad, de cooperación, de integración, de ecología, de ciencia, de tecnología.

Hablar de Fidel es hablar de utopía, de derechos, de realidad, de concreción; pero sobre todo es hablar de pueblo y Revolución, porque hablar de Fidel es mencionar a cada mujer y hombre que ha puesto su grano de sudor en alcanzar las conquistas del socialismo cubano.

Hablar de Fidel es hablar de todo su esfuerzo enfocado a los pobres y desposeídos, en esa mayoritaria masa del planeta que malvive o muere en la desigualdad, por culpa de la avaricia de unos pocos y sus guerras imperiales de rapiñas.

Fidel es más que un país o un continente, porque tanto de José Martí como de Fidel, es hablar de Patria y humanidad.

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