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Sin sorpresas con las decisiones de Donald Trump

La decisión tomada hacia Cuba por el presidente Donald Trump, en las primeras 6 horas de asumir su cargo, no sorprende a quienes conocen las bases de la política de Estados Unidos hacia la Isla, posterior al triunfo de la Revolución en 1959.

La inclusión de Cuba por tercera vez, en la lista de Países que Patrocinan el Terrorismo, demuestra que el principal objetivo que persigue Estados Unidos es acabar con la Revolución, mediante la asfixia económica, ya que no pudieron lograrlo por la vía militar ante la rotunda derrota sufrida en abril de 1961, cuando la CIA organizó una brigada mercenaria integrada por emigrados cubanos.

Al asumir Ronald Reagan la presidencia de Estados Unidos en 1981, inició un amplio proyecto subversivo para derrocar el sistema socialista en Europa, plasmado orgánicamente en el Proyecto Democracia, expuesto en 1982 ante el parlamento del Reino Unido, con pleno respaldo de Margaret Thatcher.

Contra Cuba fabricaron en el mismo año 1981 la Fundación Nacional Cubano Americana, con el propósito de crear una fuerza de trabajo contra la Revolución, incluso la realización de actos terroristas y además, obtener votos para el partido republicano en el estado de Florida. Como presidente fue designado Jorge Mas Canosa, viejo colaborador de la CIA.

En entrevista de Reagan con Mas Canosa, le ofreció a cambio del cabildeo político a favor de los republicanos, incluir a Cuba en la lista de Países Patrocinadores del Terrorismo, como medida adicional de la guerra económica, comercial y financiera, iniciada el 19 de octubre de 1960 por el presidente Dwight Eisenhower, cuando le aplicó la Ley de Comercio con el Enemigo, que “prohíbe cualquier tipo de transacción comercial o financiera, incluidas las relativas a viajes, transportes o negocios”.

En mayo de 1980 ideólogos del partido republicano, aprobaron el documento programático de las Relaciones Interamericanas de Estados Unidos, conocido como Santa Fe I, el cual aborda la actuación hacia América Latina y la necesidad de retomar la Doctrina Monroe como piedra angular de su política. Sobre Cuba se afirma:

“El precio que La Habana debe pagar por sus actividades subversivas, no debe ser un precio bajo. Nuestros primeros pasos deben ser francamente punitivos. Debe quedarle claro al gobierno cubano que, si sigue como en el pasado, Estados Unidos tomará otras medidas apropiadas”.

La Isla permaneció en dicha lista desde 1982 hasta el gobierno de Barack Obama, quien la excluyó durante su mandato, acción que fue echada atrás por el propio Trump días antes de culminar su presidencia en 2017, aunque al iniciar su mandato ya había eliminado la directiva del presidente Obama, que permitía a los estadounidenses viajar a la Isla mediante 14 licencias, la entrada de cruceros, el intercambio cultural, académico, científico, religioso, deportivo y otros similares.

Donald Trump al igual que Reagan, tiene estrechas relaciones con la mafia anticubana radicada en Estados Unidos, la cual ha logrado alcanzar altas posiciones políticas incluso en el Congreso, donde ocupa varios escaños en el Senado, situación que les facilitó encadenar la política exterior yanqui a su odio hacia la Revolución, situación sin antecedentes entre otras comunidades de origen extranjero radicadas en ese país.

El presidente demócrata Joe Biden, no tuvo el valor de enfrentarse a esa mafia anticubana y restituir las políticas de Obama, a pesar de sus promesas durante su campaña electoral. El 14 de enero del 2025, solo 6 días antes de entregarle la presidencia a Trump, firmó la exclusión de Cuba de la espuria lista.

Era previsible que el presidente Trump actuara de forma similar a su primer mandato, máxime si se tiene en cuenta que en su nuevo gabinete hay varios miembros de la mafia anticubana, encabezado por Marco Rubio como secretario de Estado, acérrimo enemigo de la Revolución, a pesar de que sus padres cubanos emigraron a los Estados Unidos antes del triunfo de la Revolución, huyendo de la tiranía de Batista.

Es reconocido que Cuba es víctima del terrorismo procedente de Estados Unidos y el primer caso recogido por la historia sucedió el 2 de febrero de 1959 cuando el estadounidense Allen Meyer, arribó a La Habana en una avioneta con el fin de asesinar a Fidel Castro.

El 13 de agosto de ese año se abortó en la ciudad de Trinidad, un plan de subversión procedente de República Dominicana, con apoyo de la CIA, conocido como “La conspiración trujillista”.

Los días 11 y 21 de octubre se produjeron tres incursiones aéreas en aviones procedentes de Florida, que bombardearon varios centrales azucareros en las provincias de Pinar del Río y Camagüey.

Esas acciones se repitieron el 21 de octubre de 1959, cuando un avión estadounidense lanzó bombas sobre la ciudad de La Habana y causó dos muertos y 45 heridos. El autor, el traidor Pedro Luis Díaz Lanz, admitió al FBI ser el piloto del avión. Cuba exigió su extradición, pero un juez federal se opuso, incluso a su arresto.

Miles de actos terroristas ha sufrido el pueblo cubano, planificados y ejecutados por agentes al servicio de la CIA, entre ellos planes aprobados por los mismos presidentes de Estados Unidos que persiguen afectar la economía, para evitar la satisfacción de las necesidades de la población, unido a operaciones psicológicas para lograr el resentimiento contra el gobierno revolucionario.

Esa es la razón por la que Cuba es incluida en esa lista, como parte de esa criminal y genocida guerra económica, para que el pueblo culpe al sistema socialista, pierda la fe, y sea rechazado por las nuevas generaciones, como si los millones de ciudadanos que emigran anualmente a Estados Unidos, no procedieran de países capitalistas donde no logran alcanzar niveles de vida aceptables, ni la educación y salud gratuita que les ofrece el socialismo en la Isla.   

Fidel Castro alertaba en 1993: “La esperanza del enemigo es que nuestras grandes dificultades reblandezcan al pueblo y lo hagan ponerse de rodillas, Esos son los sueños del imperialismo, pero subestiman los poderosos valores morales, los poderosos valores    intelectuales y las poderosas ideas con hoy cuenta nuestro pueblo”.

Por eso José Martí afirmó: “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras”.

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