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OPINIÓNSiglo XXI

Censura digital a medios cubanos: La hipocresía de los poderosos

Twitter “alberga un mundo donde existen todo tipo de personas, ideas e información ─reza la página oficial de esta plataforma─. Estamos al servicio de la conversación pública. Por eso nos importa que las personas tengan un espacio libre y seguro para conversar”.

Bonito eslogan para una de las compañías que clama defender la libertad de expresión, pero la realidad viene siendo muy distinta a cualquier declaración edulcorada. En la práctica, las redes sociales e Internet operan con un notable sesgo político. Así lo demostró la más reciente avalancha de censura a los medios de prensa cubanos. No debe sorprendernos el intento de mordaza. La supremacía tecnológica siempre ha sido un arma del imperialismo para silenciar los discursos contrahegemónicos.

Twitter y Facebook: El mismo perro, diferente collar

Por si la filiación de Facebook pudiera ponerse en duda en algún momento, este martes ejecutó un apagón informativo a más de cincuenta cuentas gestionadas desde la Isla. Entre ellas figuran la del sitio web Razones de Cuba, la comunidad La Manigua, el proyecto revolucionario La Mala Palabra y La Página de Mauro Torres, entre otras.

¿Por qué ahora? Estamos en presencia de un acto premeditado de guerra cibernética en la antesala de acontecimientos como la votación en la Organización de Naciones Unidas en contra del bloqueo. Al mismo tiempo, el senador anticubano Marco Rubio busca nuclear fuerzas anticomunistas, con el objetivo de favorecer al bando republicano en las elecciones de medio término. Estos acontecimientos, junto al potencial de los espacios revolucionarios para minar la narrativa subversiva en el espacio hipermedial, signaron la nueva edición de guerra mediática contra la Mayor de las Antillas.

En palabras de Greg Bensinger, editorialista de The New York Times, “Facebook, Twitter y YouTube están tratando de reclamar el manto de campeones de la libertad de expresión y altavoces imparciales para cualquiera que tenga una convicción profunda. La verdad es que son negocios, impulsados ​​por los resultados trimestrales y el deseo insaciable de Wall Street de ventas y ganancias cada vez mayores”.

Esta máxima sistematiza la lógica mercantilista de esos espacios de socialización. Las últimas restricciones provienen de dos empresas globales radicadas en Estados Unidos ─ambas en California, para ser más específicos. Abundan ejemplos de sus vínculos gubernamentales y la consiguiente actuación por conveniencia política.

El escándalo de Cambridge Analytica, las operaciones de guerra psicológica en torno a la campaña presidencial de Jair Bolsonaro y la promoción de revueltas durante la Primavera Árabe son solo algunos casos de influencia desestabilizadora a escala global.

La relación de las multinacionales de comunicación con la administración estadounidenses quedó probada en el contexto cubano. El 12 de mayo de 2020, Twitter bloqueó 526 perfiles de la comunidad DeZurdaTeam, sin explicación alguna a los usuarios afectados. La confirmación de la maniobra de los servicios especiales llegó al día siguiente en declaraciones de Michael Kozak, subsecretario interino para Asuntos del Hemisferio Occidental, cuando anunció la identificación de “más de cuatro docenas de cuentas cubanas” por el Departamento de Estado. Mientras la empresa privada cerraba la boca, los representantes gubernamentales hablaban alto y claro.

Redes sociales e Internet: Una herramienta de censura

En 2019 sucedió un ataque similar a medios de prensa cubanos en este entorno. Minutos antes de la comparecencia televisiva de altos funcionarios para explicar nuevas medidas económicas, Twitter bloqueó decenas de cuentas individuales, de instituciones periodísticas y entidades gubernamentales. En la lista figuraban Cubadebate, Granma, la Mesa Redonda, Radio Rebelde, Canal Caribe y el Ministerio de Comunicaciones, entre otros.

“No es la primera vez que usuarios cubanos de Twitter reportan problemas para ingresar a sus cuentas y reciben mensajes de que estas han sido bloqueadas (…). Lo nuevo es la masividad de este acto de guerra cibernética, obviamente planificado, que busca limitar la libertad de expresión de instituciones y ciudadanos cubanos, y silenciar a los líderes de la Revolución”, expresó la presidencia de la Unión de Periodistas de Cuba en respuesta a la flagrante violación.

Esa red social también bloqueó la cuenta de Cubadebate en mayo y septiembre del año anterior. La primera ocasión fue durante la cobertura informativa al accidente aéreo en La Habana, por “actividad inusual”. ¿Será que Twitter sabe tan poco de periodismo y sensibilidad humana?

Siguiendo la línea cronológica, los perfiles asociados a la agencia latinoamericana de noticias Prensa Latina sufrieron similar censura en marzo de 2020.

Los monopolios atacan, Cuba resiste

El capítulo más reciente de la guerra comunicacional tuvo lugar este lunes, donde el servicio de microblogging restringió el alcance de las plataformas periodísticas cubanas y los catalogó de “medios afiliados al gobierno”. Podemos apreciar el enfoque peyorativo de la etiqueta, similar a la endilgadas a los organismos comunicacionales rusos. Al día siguiente, demostrando su alineación con los intereses de la derecha internacional y el gobierno estadounidense, Facebook cerró más de medio centenar cuentas que defendían las ideas revolucionarias.

Los ataques continuaron esta mañana, con el cierre de los perfiles de los programas televisivos Con Filo, Cuadrando la Caja y el proyecto Cuba Joven. Los servicios de inteligencia están a la caza, con el arma de la censura bien cargada.

Las piezas del retorcido puzle caen cada una en su lugar, por si todavía existe alguna duda de la intensa ofensiva comunicacional a la cual está sometido nuestro país. Intentan imponer una narrativa única, construir a escala internacional un discurso homogéneo sobre la realidad de la Mayor de las Antillas.

Pretenden colocar bajo el tapete los argumentos del lado cubano. Controlan Internet, campo de batalla de estos tiempos, y todavía buscan atar al adversario de pies y manos ¿A qué le temen?

Tanto Twitter como Facebook permiten el discurso de odio, siempre que le convenga a los centros de poder. No fue hasta enero de 2021, cuando concluía la estancia de Donald Trump en la oficina oval, que decidieron cerrar su cuenta. Cercenan el derecho a la libertad de información, amordazan a los periodistas de la Isla ─los que no responden a sus intereses, claro─ mientras permiten la incitación a la violencia y el linchamiento.

Es la política, no la lógica, dictante de estas acciones arbitrarias y discrecionales.

La tecnología “no es neutral, sino que su uso está mediado por relaciones de poder y por la estratificación de las sociedades (…), la tecnología es parte de las estructuras de poder, riqueza y dominación”, escribía el sociólogo Isaac Enríquez Pérez, con la razón de su lado. Así mismo iremos nosotros, en la eterna lucha de David contra Goliat. Rendirse no es una opción.

 

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