¿Por qué la mayoría en Chile decidió mantener la Constitución Pinochetista, mientras mi madre de 96 años votó a favor del cambio?

A veces pensamos equivocadamente que las guerras de cuarta generación, o las también llamadas guerras no convencionales, solo se aplican a países como a Cuba, Nicaragua o Venezuela. Sin embargo, estas guerras se han implementado por mucho tiempo y con un gran éxito en países incluso aliados al imperialismo. En Chile se ha desarrollado por algunas décadas un “genocidio de cuarta generación”. Una guerra cultural y mediática feroz, muy bien pensada y estructurada, que incluso ha logrado desideologizar a los sectores tradicionalmente progresistas, de izquierda y en especial a los oprimidos. Esta guerra cultural ha logrado penetrar en el sentido común de las clases trabajadoras, ha logrado convencer a aquellos que se consideran capitalistas sin tener capital alguno, ha logrado confundir a gente noble y decente y ha logrado endulzar a amplias capas de la sociedad chilena con un concepto de felicidad aberrante: se trata del sobre-consumo y de tener bienes materiales a cualquier costo, se trata de competir incluso al precio de pasarle por encima a tus propios vecinos, familiares y amistades.
1. Chile un laboratorio del imperialismo. Cuando Salvador Allende, el primer presidente marxista-leninista, asumió el poder político el 4 septiembre de 1970 usando los mismos mecanismos de sus opresores: la democracia burguesa; los ideólogos contemporáneos del capitalismo ya estaban al acecho y transformaron a este país en un gran laboratorio. Lograron en 3 años derrotar con un sangriento golpe de estado a la constitucionalidad chilena. Pinochet fue su primera carta, luego en plena dictadura militar los famosos “Chicago boys” implementaron el neoliberalismo en Chile; sin embargo, cuando las protestas sociales se hacían masivas, las fuerzas revolucionarias comenzaban a recuperarse, un grupo guerrillero con valentía resistía y estaba dispuesto a disputarle militarmente el poder; los jefes estadounidenses aliados con la derecha criolla, decidieron deshechar a Pinochet apoyando una “transición pacífica”. En 1988 la dictadura pinochetista que había recibido todo el apoyo de los EEUU, pierde en las urnas. En este plebiscito se ensayan los mejores mecanismos de convencimiento mediático, con complejas estrategias de marketing y propaganda. A partir de 1989, en “plena democracia”, el neoliberalismo en Chile se profundiza. Los socialdemócratas, disfrazados de socialistas, mostraron su cara más rancia y en la década de los años 90 y a principios de este siglo implementaron medidas económicas atroces privatizando hasta el agua dulce y salada. Nunca antes en la historia de América Latina se había visto a presidentes de una supuesta izquierda, ejecutar tan bien los consejos de Milton Freidman.
2. Chile y el poder económico. Quizás Chile sea el país que ha llevado a cabo más privatizaciones en el mundo de sus recursos naturales y sus industrias de bienes y servicios. Existen 7 familias multimillonarias dueñas del mar chileno, con la explotación gratuita y perpetua de los recursos pesqueros de Chile. El seguro social, las carreteras, los servicios postales, el agua, y prácticamente todo se ha privatizado por un reducido grupo de personas. Según el reporte de la World Inequality Report de 2022, el 1% más rico de Chile concentra el 49,6% de la riqueza total del país, mientras que en los Estados Unidos solo el 34.9%. Sin duda alguna, cualquier decisión trascendental en Chile siempre pasará por este reducido grupo de multimillonarios.
3. Chile las derechas y las izquierdas. La derecha ha aprendido muy bien el concepto de unidad, los conservadores de todo tipo han logrado cohesionarse con un mismo discurso y los ha llevado a los sectores más golpeados por el neoliberalismo; mientras que las fuerzas de izquierda se mantienen divididas, especialmente gracias a la socialdemocracia, las izquierdas lights y jabonosas que han engañado a todo un pueblo argumentando que las políticas sociales pueden coexistir con el libre y salvaje mercado.
4. Asamblea constituyente y participación popular. No podemos obviar que en todo este proceso nunca se convocó a una Asamblea Constituyente. Como también es cierto que solo un reducido grupo de 154 integrantes se encargó de presentar la propuesta sin que realmente se generara un debate masivo de retroalimentación. Justamente la Convención fue una de las salidas a la crisis del estallido social de 2019, que desencadenó en un amplio apoyo al plebiscito del 2020, cuando la mayoría del pueblo chileno aprobó un proceso constitucional. Por otro lado, creo que esta derrota podría significar la posibilidad de que realmente se pueda crear una asamblea constituyente en Chile, donde se pueda generar un amplio debate y negociar un consenso. Quizás se debería aprender del caso cubano donde la propuesta de la nueva constitución fue ampliamente debatida por todos los sectores de la sociedad cubana, modificada, enmendada en varias ocasiones hasta lograr un consenso mayoritario que logró que votara a favor más del 86% del electorado cubano.
5. La propuesta de la nueva Constitución. Sin duda alguna, la nueva ley de leyes era muy superior a la impuesta por Pinochet; no obstante excluía algunos temas medulares como el de la propiedad de los recursos naturales, no tenía avances en temas como el estatuto minero y royalty, se limitaban los mecanismos de participación política para quienes no militan en los partidos políticos tradicionales y otros intereses de los sectores sociales más desfavorecidos de Chile. La Constitución actual de Chile ha sido un verdadero ejercicio de ingeniería social y política que es y será muy difícil de reformar o cambiar.
6. El terrorismo de estado. Desde los tiempos de la dictadura, el terrorismo ha servido para neutralizar cualquier movimiento de izquierda. El uso del terror no ha sido exclusivo de Pinochet, la guerra desatada a la nación mapuche durante “la democracia” ha sido una muestra de que las fuerzas represoras siempre usarán el terror para eliminar a quienes demandan justicia. Pero el peor terror es el generado por los medios de comunicación, en un país en que los noticieros estelares solo cubren 2 a 3 eventos en forma repetitiva y en los cuales se resalta la delincuencia, la inseguridad, el narcotráfico y los escándalos amarillistas. Siempre promoviendo el miedo, un tema que impacta profundamente en el imaginario chileno.
7. El poder eclesiástico. La Iglesia Católica en Chile históricamente ha estado aliada a quienes ostentan el poder, no podemos olvidar que muchos aplaudieron el golpe militar y agradecieron a lo dictadura por “librarlos del comunismo ateo”; sin embargo, en las últimas décadas un sector liberal de la Iglesia junto a una tendencia identificada con la teología de la liberación, ha sido crítico al capitalismo y se ha optado por una postura a favor de los pobres. Por otro lado las iglesias evangélicas, que le han disputado exitosamente la hegemonía religiosa a la Iglesia Católica Apostólica Romana, han logrando organizar políticamente a una parte significativa del pueblo chileno, sobre todo de las clases populares, con un revoltillo de creencias morales (como la oposición al derecho de las mujeres de interrumpir el embarazo, incluso en situaciones de violaciones) junto con la creencia de que todo lo que huela socialismo es satánico. Estas iglesias, muchas de ellas fieles copias del movimiento evangelista estadounidense, se han beneficiado de las leyes que las exenta de pagos de impuestos y de mecanismos fáciles de acumular riqueza. Es muy común en Chile ver estas iglesias insertadas en los barrios pobres, con feligreses aportando el 10% de sus modestos salarios, mientras muchos de sus pastores, conducen lujosos carros.
8. La apatía y la enajenación victorias de la guerra de cuarta generación. Más de 15 millones de chilenas y chilenos estaban convocados para votar; sin embargo, más de 2 millones decidieron no votar, y aunque es cierto que la participación ha sido muy alta con respecto a la media, (en esta ocasión era obligatorio votar). en Chile aún hay un sector que no vota, no participa, por lo general es un sector que ya no cree en nada, no le interesa la política y se siente enajenado. La enajenación política también ha sido un triunfo de la guerra no convencional.
9. La educación y la cultura política en Chile. Por décadas ha existido en Chile un rechazo a la llamada “politiquería” debido a una reducida educación y cultura política. Se promueve un pueblo más interesado en consumir un texto light y fácil de digerir, que estudiar a fondo los problemas políticos de la nación. La industria del entretenimiento invita constantemente a no creer en la política, a pensar que todo es estático y que el problema es individual. “Todos podemos ser como Carlos Slim, todos debemos ser emprendedores y por lo tanto tener éxito económico y prestigio por nuestra acumulación de la riqueza”. En Chile hay una crisis de educación y cultura política, no se pueden obviar estos temas si queremos ver algún tipo de transformación revolucionaria.
10. La guerra de cuarta generación. La campaña multimillonaria por el Rechazo no fue más que una parte de la guerra mediática que se ha impuesto en Chile por décadas por parte de la clase dominante que ostenta el poder económico y político. Los medios de comunicación principalmente en manos de empresas privadas o patrocinados por éstas, junto a las redes sociales han sido un caldero de mentiras o de verdades a medias. La producción de fake news no es casual, responden a una clara estrategia de campaña política para convencer al electorado con noticas falsas. Los influencers de todo tipo, portales digitales que nacieron de la noche a la mañana, y la contratación de especialistas en crear noticias falsas fueron normales. Las manipulaciones son promovidas por políticos; por ejemplo, la senadora ultraderechista Ena von Baer aseguraba públicamente que la Convención había “propuesto cambiar la bandera, el himno nacional y el nombre del país”. Aunque señaló que todo era mentira, tal afirmación ya se había viralizado en las redes sociales, igual Von Baer responde que “a la izquierda le duele escuchar la verdad”. En medio de esta guerra mediática contra el Apruebo, se habló de “aviones llenos de haitianos y venezolanos que llegaban al país para votar por el Apruebo”, “que la propiedad privada peligraba”, “que se legalizaba el aborto hasta los 9 meses de gestación”, “que Chile se convertiría en una Cuba o Venezuela”, “que la democracia peligraba”, y “que la educación y la cultura iban a ser marxistas”. La campaña logró atacar efectivamente algunos puntos de la propuesta, por ejemplo el carácter plurinacional del Estado (se utilizó el miedo racista de no reconocer a la nación mapuche), la eliminación del Senado (utiliza el miedo de la clase política al perder privilegios en un sistema unicameral), el sistema de justicia (se ataca a una supuesta parcialidad de los tribunales), y del aborto (se ataca el supuesto derecho a vida). Los medios de comunicación han sido las armas estratégicas, y no solo porque están en manos de negocios privados, si no porque han desarrollado una estrategia eficaz de manipulación, de desideologización, de imponer matrices de opinión que solo favorecen a las clases privilegiadas, y de insertar en el sentido común la idea individualista y competitiva del alcance de la felicidad. En un país donde se ha perdido la capacidad de asombro, donde en invierno seres humanos mueren en las calles por falta de abrigo, donde el sobre consumo de drogas ha calado profundamente en todo tipo de familias, donde el narcotráfico tiene más poder del que todos nos imaginamos, donde la desigualdad es un «problema del individuo», donde hay que aprender a cohabitar con la violencia y la delicuencia, y donde, lamentablemete ser revolucionario ha pasado de moda.
Coincido con Raúl Capote Fernández que “no se explicó debidamente al pueblo chileno los elementos más relevantes y novedosos de la nueva Carta Magna, falló la debida pedagogía, tan necesaria para enfrentar la manipulación y las mentiras de la derecha” De la misma manera, pienso que no es definitivo, se va elaborar una nueva propuesta, una asamblea con mayor participación popular, para que más temprano que tarde se elimine finalmente el legado constitucional del pinochetismo.
Hoy uno de los primeros posteos que leí fue del joven periodista Jorge Enrique Jerez Belisario donde nos advierte que “en el contexto de la discusión y aprobación de una Ley de Comunicación en #Cuba, mirar a Chile, triunfó la barbarie por el rol de los medios, mucho cuidado, la comunicación es y seguirá siendo clasista”. Esta es la mejor lección que nos puede dar lo sucedido ayer en Chile. Mucho cuidado con los patrocinadores y la publicidad, mucho cuidado con quienes van a decidir las líneas editoriales, es cierto que necesitamos periodistas profesionales, pero con claridad y lucidez política, como bien dice la anécdota (nunca supe si fue cierta o no): “Cuando Fidel preguntaba que necesitaban un economista para dirigir el Banco Central, el Che levantó de inmediato la mano y sus compañeros sorprendidos le dicen: -pero Che, no sabíamos que eras economista-. Entonces el Che respondió: -no soy economista, pero soy comunista-. De esta manera, las armas estratégicas de la Revolución deben ser dirigidas por comunistas como el Che, por revolucionarios con claridad y lucidez política e ideológica.
Mi madre votó por aprobar la propuesta convencida de que era un aporte para las nuevas generaciones. Hoy me envía un audio donde me dice: “Yo voté apruebo, no por mí, ni siquiera por mi familia, sino voté por los más necesitados, por los trabajadores y por los pobres para que tengan una vida mejor”. Con sus 96 años se mantiene lúcida y clara, y no deja de pintar. A ella me debo.
Huaimachi