¿Cómo la Junta Cubana Revolucionaria de Nueva York comprobó la muerte de Martí?
Cuando los miembros de la Delegación Cubana en Nueva York conocieron, por medio de la prensa, la noticia de la muerte de José Martí en la manigua, quedaron atónitos. No lo podían creer, porque para ellos era impensable que el Maestro pudiera perecer, como publicaban los periódicos.
Para Gonzalo de Quesada la noticia, o mejor dicho, la terrible noticia, no era creíble, porque procedía de fuentes españolas, recuerda el patriota cubano Ricardo Muñiz, quien escuchó cuando se lo comentaba a Horacio Rubens y a León Benolt, cuando se encontraron muy temprano en la oficina de la Delegación, el 20 de mayo de 1895.
Ante la incertidumbre de la información, Quesada le dijo a Muñiz que se presentara en horas de la mañana del siguiente día: «Ven listo, por si Cuba te necesita».
El joven manzanillero estaba listo para cumplir cualquier misión que se le encomendara fuera del territorio estadounidense, porque tenía sus documentos en regla: Carta de ciudadanía norteamericana expedida por la Court of Common Pleas for the City Country of New York, expedida el 10 de abril de 1895, y pasaporte No. 23590, como ciudadano estadounidense, expedido el 8 mayo del mismo año.
A la mañana siguiente, 21 de mayo, Muñiz se presentó en las oficinas de la Delegación, donde ya lo esperaba Quesada, y juntos caminaron hasta la agencia de vapores de la Ward Line, que estaba situada en Wall Street, en la cual le reservó y pagó un boleto de segunda para el vapor Niágara, que zarpaba a las 12 de ese día, rumbo a Santiago de Cuba, con escalas en otros puertos cubanos.
El pasaje costó 45 dólares, y como el joven tan solo tenía 48, Quesada le dio 52 para completar cien que llevaría en su bolsillo para los gastos del viaje. Lo acompañó a bordo, hasta su camarote, donde le entregó un sobre para el General Antonio Maceo, con estas instrucciones: «Si no hay manera segura de mandárselo desde Santiago, tendrás que salir al campo y entregárselo personalmente».
La otra misión era investigar todo lo relacionado con la muerte de Martí. Le dijo: «el caso del Maestro, sin que quede duda alguna en cuanto a la exactitud de tu investigación. Si está vivo, pondrás un cable a dirección determinada, diciendo “Elisa bien”; si está herido, dirás “Elisa enferma”; y si murió, dirás, “Elisa grave”».
Recuerda Muñiz que, para cumplir estas misiones, tenía que contactar en Santiago de Cuba al señor Desiderio Fajardo (El Cautivo), que era el agente oficial en esa ciudad de la Junta Revolucionaria de Nueva York, para que lo apoyara en tan arriesgadas encomiendas.
EN SANTIAGO DE CUBA
Cuando Muñiz desembarcó en Santiago de Cuba, no sabía cómo localizar a su contacto ni conocía la ciudad, pero tuvo la buena suerte de que, cuando caminaba por la calle Enramadas, se encontró con sus amigos manzanilleros Rafael y Eudaldo Manrique, quienes localizaron a la persona que buscaba.
En la mañana del día 30, y tomando las precauciones necesarias para no llamar la atención, Muñiz tocó en la puerta donde vivía El Cautivo, quien la abrió, y se presentó con el nombre encubierto de Leónidas, como le había indicado Quesada. Le entregó el sobre que él guardó y se aseguró de que «aquella misma noche lo mandaría a su destino y que, desde luego, no tendría necesidad de salir al campo».
Sobre la muerte y la identificación de Martí, le dijo: «Los españoles dicen que es Martí, pero nosotros no sabemos más que lo dicho por ellos. Hasta el día 27 de mayo, que se enterró el cadáver putrefacto, nadie lo había identificado…».
Entonces Muñiz le preguntó por los efectos personales que se hubiesen encontrado, y Fajardo le contestó que «todo lo encontrado no capacitaba a nadie para determinar de un modo concreto que el cadáver fuese el de Martí». Y agregó que también se le había encontrado «un retratico, pero que nadie sabía quién era», y que lo tenía la esposa cubana de uno de los jefes españoles. Que conseguiría una copia del mismo.
EL RETRATO QUE LLEVABA MARTÍ
El día 31, Muñiz permaneció oculto en el hotel. No se atrevía a salir porque había cometido el error de traer una ropa que no era la más apropiada para caminar por las calles santiagueras. Negra, de gruesa lana, chaqué y bombín. Un joven de 22 años, con esa indumentaria en mayo, ¡claro que llamaría la atención!
No tuvo más remedio que, al siguiente día, volver a la casa del agente para indagar sobre todo lo hablado el día anterior y, en especial, lo relacionado con la foto encontrada en las pertenencias de Martí. El sobre dirigido al General Maceo fue enviado en la noche del día 30 –le dijo Fajardo–, y en cuanto a la foto, le mostró un pequeño retratico y le señaló: «Esta es la copia de la que le hablé antes de ayer, aunque creo que no nos resuelva el problema». Muñiz la vio y le preguntó a Fajardo si estaba completamente seguro de que el retrato se había encontrado en un bolsillo del muerto, y al recibir una respuesta afirmativa, le dijo emocionado: «Hemos perdido a Martí y la revolución ha sufrido un golpe terrible; pero esto no significa que hayamos perdido la guerra».
Entonces, el agente le preguntó por qué estaba tan seguro de que el fallecido era Martí.
Y Muñiz le explicó: «Este retrato es de María Mantilla, una niña que vive en Nueva York, por quien Martí sentía un gran afecto. Yo la conocí en Central Valley, en la casa de don Tomás Estrada Palma, en el mes de septiembre del año 1892, y aunque no recuerdo haberla visto otra vez, no he olvidado sus facciones, y creo estar seguro de que solo en poder de Martí podía encontrarse este retrato».
Fajardo le dijo que no lo visitase más, porque había notado que vigilaban su casa. Que el día 6 de junio le enviaría al hotel un emisario con un sobre para la Delegación Cubana en Nueva York. Como así ocurrió.
INFORMA SOBRE LA VERACIDAD DE LA MUERTE DE MARTÍ
En la mañana del 2 de junio, Muñiz remitió un despacho a una dirección determinada que le había dado Quesada, con el siguiente texto: «Elisa grave». Era cierta la muerte de Martí.
Por medio del reconocimiento y la autenticidad del retratico de María Mantilla, la Delegación Revolucionaria Cubana de Nueva York comprobó la certeza de la muerte del Apóstol.
En la mañana del 6 de junio, un hombre lo localizó en el hotel. Le dijo que iba de parte de El Cautivo, para conocer la fecha de su partida, y le preguntó si necesitaba dinero para el viaje.
El joven patriota le dijo que debía embarcarse el día 8, cuando el vapor Niágara regresaba a Nueva York.
Hecho un recuento de sus fondos, se encontró con que después de pagar el hotel solo le quedaba un saldo de 32 dólares y como tenía que abonar 45 por el pasaje, uno al botero que lo llevaría al vapor, y cinco al steward como propina, no le alcanzaba con la cantidad que poseía.
Entonces el enviado de El Cautivo le dijo que regresaría el día 8, sobre las nueve de la mañana, para entregarle un sobre y 20 dólares para el viaje.
Aclaración: Realmente el cadáver de Martí sí fue reconocido e identificado plenamente, por sus pertenencias y por españoles y cubanos que lo conocieron, como lo señala el historiador Emilio Roig de Leuchsenring.
Fuente: Revista Carteles, 2 de mayo de 1937